Curtis Wood La cuenta ya está pagada. No lo hice porque tuviera prisa, sino porque verla reír mientras jugaba con el tallo de su copa de vino me dio la certeza de que quería estirar esta noche un poco más. «Necesito tenerla así, un poco más». Angelica se estira ligeramente mientras se pone de pie y, por un segundo, mi cerebro entra en un estado de gratitud permanente con el vestido suelto que lleva. No hay sujetador. Esas tetas que ya sé de memoria han sido mi tormento toda la noche. La forma en que ese vestido se ciñe a sus caderas cuando se mueve, no tiene nombre. —Estoy llena —dice con una risa baja, llevándose las manos al abdomen mientras camina hacia mí—. Lo suficiente como para atreverme a pedirte que caminemos un poco antes de irnos. «Bien. Perfecto. Justo lo que quiero». A