Curtis Wood La tengo entre mis brazos. El agua nos rodea, tranquila, fresca, nos llega hasta la cintura, pero no hay nada frío en su cuerpo. Al contrario, Angelica irradia calor del bueno, del que se queda bajo la piel mucho después del contacto. «Y eso que se estaba quejando de lo helado del agua». Sostengo su peso con una mano en su espalda baja y la otra firme en su muslo. La estoy acomodando en mi regazo sobre esta piedra sumergida, lisa, como hecha a propósito para esto. Para ella. Para mí. Para este momento. Ella se acomoda con confianza, sabiendo que el mundo entero puede desaparecer y yo seguiré sosteniéndola con una sola mano. Mis dedos se deslizan por sus caderas y la siento temblar, pero no es por el agua, no es por el ambiente. Es porque mis marcas aún están allí, en su p