Capítulo 56 Alexandro La encuentro en el parque, de pie, junto a una banca. Sola. Con los brazos cruzados, los hombros encogidos y la mirada perdida en el suelo. Y entonces levanta la vista. En cuanto me ve… corre a mis brazos. No dice nada al principio. Solo se lanza hacia mí, como si todo su dolor necesitara una salida, como si yo fuera el único lugar seguro en medio del desastre. La envuelvo con fuerza, y su cuerpo tiembla. Siento su angustia, su desesperación, su rabia contenida. —Me la quitó… —balbucea, ahogada en llanto—. Me quitó a nuestra Lucianita, Alexandro. Su voz está rota, desgarrada. —No sé dónde está… si está bien, si alguien la carga, si llora… y yo no estoy ahí. ¡No estoy! —grita, golpeando con suavidad mi pecho, sin fuerza real—. ¿Cómo se sigue después de eso