Capítulo 2
Alexandro
—Ella me puede ayudar con mi plan —le comento a Paul, una vez que nos tomó nuestra orden y se retiró.
Mi amigo la mira, asiente.
—No está nada mal —lo miro con seriedad, éste suelta una carcajada.
La vemos caminar hacia nosotros, sosteniendo una charola con nuestras bebidas. Al llegar a nuestra mesa, pone los vasos con cuidado frente a nosotros,
Analizamos un plan para convencer a esta muchacha, que aún desconozco su nombre, a Paul se le ocurre que pueda pagar sus deudas, y no es mala idea, puedo hacerlo, también darle una cuantiosa cantidad de dinero al mes, para que viva como una reina.
«No permitiré que Vladímir se quede con la presidencia, ese puesto es mío, y él no me la va a arrebatar», pienso con mirada fría.
La veo caminar de un lado a otro, una de las chicas que estaban con nosotros en aquel yate le dice algo, y ella asiente esbozándole una sonrisa.
Tiene una hermosa sonrisa, sonrío de lado, ya sé que haré. Hago una señal a la mujer que estaba con la de los ojos encantadores, ella al verme se acerca a nosotros.
Paul me mira sonriendo.
—Hola, buenas noches, ¿en qué puedo ayudarles? —pregunta sonriéndole, coquetamente a Paul, éste le da una seductora sonrisa.
Niego sonriendo. Éste hombre no cambia, ve una escoba con falda y ya se la quiere tirar.
—Necesito tu ayuda —interrumpo su coqueteo.
La chica voltea a mirarme, lista para anotar en su libreta lo que fuera a pedirle.
—Lo que te pediré no ocupas anotarlo —le aclaro. Ella me mira frunciendo el ceño, confundida.
Antes de que hable la interrumpo.
—Necesito información de aquella chica —a punto con la mirada a la mujer que quiero que sea mi esposa.
La chica titubea, saco unos cuantos billetes de quinientos, y se los doy discretamente, esta al verlos, se los mete inmediatamente en su bolsillo de su pantalón de mezclilla.
—¿Qué quiere saber?
—Todo. Su nombre, donde vive, qué número calza, todo, absolutamente todo.
La mujer ríe.
Asiente.
Anota en su libreta toda la información, voltea a su alrededor y al ver que nadie ve arranca la hoja y me la pasa.
Miro y al fin conozco su nombre, Ayliz Vega Padilla, un bello nombre, igual que ella.
Vemos que se acerca y su compañera se aleja de inmediato.
—Disculpen la tardanza, tenemos muchos pedidos —nos deja la cena sobre la mesa.
—Tranquila, no pasa nada —le sonrío, ella asiente con una pequeña sonrisa.
Sin más se retira. No puedo quitarle la mirada de encima, no había conocido a una mujer como ella. Veo que le hablan mientras le hacen señas con la mano, se encamina a la mesa que se encuentra a unos pocos metros de la mía.
—Hey, wey, te la vas a acabar con la mirada —se burla Paul sonriendo como idiota.
Me carcajeo.
—Está bellísima —expreso con sinceridad de la cual no puedo mantener mi expresión y río con gracia.
Después de haber terminado de cenar nos vamos al área de billar con nuestras cervezas. Jugamos unas cuantas partidas en casi todas le ganaba.
—Estuvo buena la última revancha —me río.
Paul me echa una seria mirada, pues estaba seguro de que ganaría, saca su cartera y paga su apuesta de cinco mil pesos.
—Ni modo, hermano, te tocó perder —le digo mirando el dinero.
Lo escucho bufar.
—Siempre tan arrogante —espeta.
Me echo a reír —. Algo.
***
Llegó a mí pent-house, me acomodo en la sala para disfrutar una película, “Spartacus”, por un momento la disfruto, pero de repente aparece su rostro y esos hermosos ojos que me tiene hipnotizado, con lo que le voy a ofrecer no podrá negarse a ayudarme con el plan que tengo en mente.
«Mañana iré a buscarte, Ayliz», pienso con una sonrisa en mis labios.
***
Al día siguiente…
Me estoy terminando de tomar el café, que me preparó, Berenice, la mujer del servicio, mi mamá la mandó para que me mantuviera limpio el pent-house.
Tomo las llaves del mi vehículo, y salgo de mi casa.
Manejo por las calles de la ciudad, con la música a un volumen moderado.
Llego a la colonia. Es pura terracería, ojalá no se me descomponga mi carro, nunca había entrado a este tipo de zonas. Al parecer se ve tranquila, pero no me confío, «tranquilo, Alexandro, estás aquí por una razón», me repito mentalmente.
Busco su casa, al encontrarla me estaciono, y me bajo.
Observo la casa, es modesta, de un piso, color blanca.
Camino hacia la puerta de la entrada y tocó, tarda como unos 5 minutos en abrir.
Al abrirla nos encontramos cara a cara ella muy sorprendida y yo emocionado de volver a verla, pero también nervioso, ya que lo que vengo a proponerle es muy descabellado.
—Hola —la saludo.
Al entrar noto la sala un lugar sencillo y tranquilo, con una mesa de cristal en el centro, enfrente de la sala, se encuentra un comedor rectangular de cuatro sillas. Visualizo el lugar, veo dos puertas a mi lado derecho, me imagino que son las recámaras, en el patio se ve una puerta negra, me imagino que es el baño.
«Nunca me imaginé que una casa tuviera baño en el patio».
—¿De dónde sacaste mi dirección? —me pregunta con seriedad, frunciendo su ceño.
Carraspeo.
—Le pagué a una de tus compañeras con las que estabas en la fiesta privada de mi amigo, ocupaba saber de ti, porque vengo a proponerte algo.
Ayliz se queda petrificada, abriendo enormemente sus ojos.
—¡¿Queeeé?!
Sonrío por su reacción.
Intenta hablar, pero la interrumpo.
—Necesito de tu ayuda, a cambio puedo pagar todas tus deudas, y aparte darte una buena cantidad de dinero al mes.
Arquea la ceja, mirándome con cara de incredulidad.
—A ver —toma un gran suspiro apretando sus puños, me mira con calma —. No haré nada inapropiado —sentencia.
Río.
—Tranquila, jamás te pediría que hicieras algo delictuoso.
—¿Entonces? —pregunta. De pronto se escucha el llanto de un bebé, me quedo mirando hacia donde viene ese llanto.
Voltea a verme —. Debo atender a mi bebé.
Asiento.
—Puedo esperarte.
Ayliz suelta otro suspiro y se dirige a la habitación que está a nuestra derecha.
Me siento en el sillón, tomo la foto que se encuentra en la mesa de centro; es de su bebé, es una niña muy hermosa, tiene sus ojos.
«Claro, puedo hacerla pasar por mi hija, y así casarme antes de lo que dijo mi abuelo», pienso esbozando una sonrisa.
Por lo que me contó aquella mujer en la hoja, Ayliz es madre soltera, así que no tendré problema con hacerla pasar por mi hija.
Puedo escuchar unas voces que viene de aquella recámara, al parecer Ayliz está hablando con alguien, se escucha otra voz de mujer, pero esa es más como de una joven más chica que Ayliz.
Oigo la puerta, dejo el portarretrato en su lugar y me pongo de pie.
—Bien —se cruza de brazos, mirándome directamente a los ojos.
Me acerco a ella y busco las palabras adecuadas para contarle lo que necesito.
—Lo que te diré te sonará descabellado —comienzo. Se ve que Ayliz se está impacientando.
—Habla, no tengo mucho tiempo —declara con seriedad.
—Necesito que te conviertas en mi esposa, y a tu bebé hacerla pasar por mía.
—¡¿Pero qué?! —exclama con cara de enojada, con su mirada impotente —. ¿Con quién crees que estás tratando? Por favor sal de mi casa, ¿cómo quieres pasar a mi niña como tuya, si no me conoce ni yo a ti?
Niega mirándome mal.
Sabía esto podría pasar.
—Ayliz, espera, déjame hablar, todo tiene un propósito, por favor.
Ayliz no quita esa mirada de enojo, sus labios están apretados, y su cuerpo rígido.
—Es la condición que nos puso a mi primo y a mí, para obtener la presidencia de la empresa —le explico.
Ella me observa con el ceño fruncido. Continuo.
—Vladímir, mi primo siempre me ha quitado, todo, y estoy harto de eso, tú eres la única que puede ayudarme, por favor, quiero vencer a ese…
Suspiro hondo, para no soltar una grosería.
—¿Y si nos descubren, qué?
La miro con suavidad.
—Tengo todo planeado, puedo falsificar el ADN de tu bebé.
Niega con miedo.
—Eso es un delito, puedo ir presa, no —niega aterrada.
—Tranquila, eso no pasará, no lo permitiría.
—No, no. Eso es muy arriesgado, mejor búscate a otra.
Lo saco a empujones de mi casa, él quiere hablarme, pero no se lo permito, termino por cerrarle la puerta en la cara.
Ayliz
Me quedo parada detrás de la puerta, eso es una locura, cierro los ojos, mientras exhalo largamente.
Como podría aceptar algo así, es verdad que tengo deudas, y me hace falta el dinero, pero…
«¿Qué estás pensando, Ayliz?», me regaño.
Niego y me voy al cuarto donde se encuentra mi hermana con mi bebé.
Le cuento todo, y ella se queda asombrada.
—Ese tipo sí que está loco y desesperado para pedirte algo así, comprar información y venir hasta acá y pedirte tal cosa…
Me quedo mirando a Lucecita, que se encuentra apretando mi dedo índice.
Suspiro.
Siento la mirada de Karina, me conoce muy bien, aparte de ser mi única hermana, es mi mejor amiga. Después de que escapé de aquella casa, le llamé y le conté todo, ella no dudó en venir a mi lado. Ella es la única familia que me queda, después de que nuestros papás murieron, quedamos ella y yo.
Parece que fue ayer cuando llegué a esta ciudad y me instalé en ese cuarto de hotel, temblando, aterrada por lo que había hecho, había matado a Samuel, al padre de mi hija.
La casa en donde nos encontramos viviendo, estaba abandonada, nos metimos con miedo, hasta hoy, gracias a Dios nadie la ha reclamado.