Zoe Volkov La insistencia de Taylor realmente me molestaba, y no solo por lo obvio: primero, porque no le incumbe en lo más mínimo; segundo, porque esta es mi vida, no la suya, y tercero, porque ni yo misma tengo idea de qué sucede con esas mendigas bestias. Miré a todos los presentes, notando cómo su timidez se reflejaba en sus rostros, como si esperaran que sus palabras fueran más creíbles si mostraban un poco de inseguridad. Mojo mis labios, el frío ya me estaba calando los huesos. Mis labios estaban secos, al igual que mi piel, y sentí cómo el aire helado me golpeaba la cara. Mi nariz, como mis manos, estaba más fría que cualquier otra parte de mi cuerpo, un recordatorio constante de que el resfriado estaba llegando, y, por supuesto, no podía evitar maldecir en silencio a los Brooks.