—Han aceptado uno de mis artículos; creo que se trata del mejor. —Aquellas fueron las primeras palabras que salieron de los labios de Basil Ransom después de que la pareja se alejara todo lo que fue posible alejarse (en aquella dirección) de la casa. —¿Lo van a imprimir…? ¿Cuándo aparecerá? —Verena hizo aquella pregunta instantáneamente; surgió de sus labios con una vehemencia que desmentía completamente aquel aire de mantenerse a distancia que había intentado adoptar unos minutos antes. En esa ocasión Basil no le dijo, como lo había hecho en Nueva York durante el paseo por el parque cuando ella había expresado la inconsecuente esperanza de que cambiara su suerte y dejara de ser un escritor rechazado, en fin, no volvió a decirle que era una criatura deliciosa; solo se permitió (como si e