Siento unos curiosos piquetes en las manos que intuyo, provienen de los nervios que me atacan justo ahora y hacen revolver mi estómago de manera molesta. Sin embargo, ya no puedo echarme para atrás. La mirada de Gina consigue desarmarme en segundos, por lo que desvío rápidamente la mía para no flaquear en mi decisión. —¿Qué tal si nos sentamos primero? –apenas puedo oír mi propia voz, me falta el aire y las manos me tiemblan de una manera absurda que no puedo controlar. Tengo miedo de que ella se aleje de mí, pero ya no puedo soportar esto que cargo dentro y me pesa como una enorme montaña. Confío en que luego de que ella sepa toda la verdad sobre mí, se dará cuenta que es demasiado buena para estar a mi lado, que no la merezco. Aunque… por otro lado, no quiero que se aleje por n