Iván entró a la oficina de Lucas, el ambiente seguía siendo el mismo de cuando su padre la ocupaba.
– ¿Sigues sospechando de Regina? – preguntó Lucas, al entrar.
Iván tenía las manos en los bolsillos – se parece al anciano – lo dijo de pronto.
Lucas, que estaba acomodando las carpetas, dejó caer la última y levantó la mirada.
– Sarah y Jorge siempre me sorprendieron. No nacieron siendo genios, el anciano los crio para que lo fueran y cumplieron bien su parte. Pero trabajaban demasiado, se involucraban en cada parte del proceso. No relegaban nada. Eran tan perfeccionistas que, si no lo hacían ellos, sentían que el trabajo no estaba bien hecho. Los vi quedarse dormidos muchas veces en ese sillón con la computadora en el regazo – señaló el mueble con la mirada.
Lucas sintió que su estóma
