Aniversario Parte 4

1834 Palabras
– Conocí a Leo en la secundaria, volvimos a reencontrarnos hace poco, salimos, no era algo serio, por eso fui a la cita a ciegas, él se enteró, me pidió que fuera su novia y acepté. Fin de la historia. Mamá se paseó por el pasillo y se acercó al barandal – interesante, reapareció en tu vida justo después de la herencia. – No es lo que piensas. – Pienso muchas cosas cariño, porque tengo más experiencia que tú. – Ok, somos novios ahora, eso es lo importante y podría ser algo más serio. Ella cruzó los brazos – mi niña, si quieres divertirte, hazlo, no tienes que ir más lejos, el chico de los Evans está muy interesado en ti. – Yo no. – ¡Vas a dejar ir esta oportunidad por un abogado! – Sí – alcé la voz – ya que lo mencionas, Leo es mi novio, por eso lo traje a la fiesta, también lo contraté como mi asesor legal, estará conmigo de ahora en adelante, así que intenta respetarlo como mi pareja. Su expresión cambió – en ese caso no tengo objeciones, volveré a la fiesta, pronto servirán el caviar. Conozco a mi madre, cuando era pequeña, mis hermanos visitaban las fábricas de la empresa y conocían las líneas de distribución de la A, a la Z, yo me quedaba en casa a mirar transmisiones en vivo de eventos de moda con mamá. La detuve y la miré muy fijamente – ¿qué estás tramando? – Nada en particular. – Mamá, por favor, no sonríes de esa forma a menos que sepas que tienes las cartas de tu lado, por eso siempre pierdes en el póker, ¿qué es lo que tramas? Ella resopló – hija, tengo más experiencia que tú y nada funciona mejor para terminar una relación, que trabajar juntos. – ¿Qué? – Las relaciones son una balanza de poder constante y después de un tiempo se vuelven un campo minado, aprendes a dejar ir, tomas el control o te rindes. En esas situaciones el trabajo es un respiro, yo me sentía aliviada cuando tu padre se iba a trabajar y apreciábamos más el tiempo juntos, pero tú decidiste contratar a tu novio como tu asesor, significa que él estará recibiendo órdenes tuyas dentro y fuera de su trabajo, sin descanso; va a ser como un infierno, lo sería para cualquier pareja. Es lo mismo para ti, como su jefa, tendrás que exigirle profesionalismo y eficiencia, o el equipo legal de tu tío te comerá viva. Con el tiempo la línea entre el trabajo y el placer se borrará, él no sabrá cuándo es tu novio y cuándo tu empleado. Naturalmente buscará formas de escapar de ti. No necesito preocuparme, la relación ya está condenada – sonrió. Me sentí perdida, todo lo que dijo tenía mucho sentido, porque no habría una línea entre nosotros, unos diez minutos antes de esa conversación estaba sentada junto a Leo, mi cita, y lo orillé a darme una respuesta legal, no sentí la diferencia entre mi novio y mi asesor porque ambos eran la misma persona y eso me asustó. Me puse en su lugar, sin saber si estaba en esa fiesta como mi novio y podía relajarse, invitarme a bailar, comer y beber, o estaba ahí en calidad de abogado y debía mantenerse sobrio, listo en caso de que yo lo necesitara. Mi cabeza se volvió un lío, me recargué sobre el barandal, tenía los ojos llorosos, sabía que Leo quería ese matrimonio, pero también sabía que no me amaba. Él apareció unos minutos después, supongo que vio a mi madre bajar y a mi no. – Regina – que dijera mi nombre no me hizo sentir mejor, estaba totalmente perdida. – No vas a arrepentirte, ¿cierto?, porque si cambias de idea en el último momento, dices que no frente al altar o no firmas, mi familia – entre el llanto y la tristeza, me quedé sin voz, tenía la boca abierta, intentando decir algo y no podía. Leo me abrazó, yo me refugié en su hombro, el escenario que mi mamá puso en mi cabeza fue tan real, sentí que me volvería loca y que no había suficiente oxígeno en el aire para respirar. Los minutos fueron pasando, lentamente mi corazón se calmó, el clima era fresco, él siguió abrazándome. Debieron ser diez o veinte minutos, no tomé nota del tiempo. Al final, él se apartó y sostuvo mis mejillas – ven conmigo a un lugar, hay algo que quiero enseñarte. Dejamos el salón, Leo me llevó a su coche, me ayudó a ponerme el cinturón, envió un par de mensajes y luego arrancó. Yo me recosté sobre el asiento, cerré los ojos un momento e intenté vaciar mi mente. Unos minutos después desperté, el coche estaba estacionado y Leo volteó a verme. – Si quieres podemos quedarnos aquí otro rato. Negué con la cabeza – ¿qué querías mostrarme? Él señaló el vidrio de la ventana – es aquí, vamos. Afuera hacía frío, Leo me dio su saco y me acompañó por los escalones de un edificio alto, la entrada principal tenía puertas corredizas que ya estaban cerradas, nosotros entramos por la puerta de seguridad que estaba al costado, Leo tenía la llave. El guardia de seguridad nos vio, Leo le dijo a qué piso íbamos, él nos acompañó al elevador y unos minutos después estábamos en una oficina con luces blancas, cubículos y un gran letrero en la pared. Leo me llevó a lo que parecía una sala de reuniones, dentro había dos hombres. – Buenas noches – saludó uno de ellos, el otro se puso de pie. – Te conté que mi compañera tenía novio, su nombre es Cristián y trabaja en una empresa de seguridad – dijo Leo y presentó al hombre que estaba de pie, con las gafas redondas y el cabello un poco largo – y él es Javier, mi compañero de carrera, también te hablé de él. El chico que testificó en la comisaría. – No estoy solo – dijo Leo – ellos me han estado ayudando desde que salí del hospital y ahora, somos cuatro. A su manera, me estaba diciendo que yo era parte de su pequeño mundo y que no iba a traicionarme. – Uno de nosotros, uno de nosotros, uno… Javier arruinó el momento con esa tonadita de película de terror y Cristián lo detuvo con un golpe en la cabeza. – Sean profesionales – pidió Leo – ella es Regina Duarte, mi futura esposa. Sentí algo de orgullo al ser presentada de esa forma y sonreí, comparado con cómo me sentía media hora antes, estaba mucho más tranquila. – Bienvenida – dijo Cristián – y si no les importa, pasemos a algo más relevante. – Antes – lo interrumpió Leo – hay que ponerte al corriente – me miró. Una viuda llegó al despacho donde Leo trabajaba, su esposo murió al volante, la policía lo investigó por posible fraude de seguro y de la nada, surgió un abogado que resolvió todos los problemas, eliminó la evidencia y salvó a la viuda. Un auténtico héroe. Ese abogado fue el mismo que interrogó a Javier años atrás, el que arregló la acusación para demostrar que Leo saltó frente al coche que lo atropelló y con eso, liberar a Antonio de toda responsabilidad. Ellos lo investigaron, descubrieron que el esposo fallecido se reunió con el gerente de la empresa de inversiones Quantum, pero no había rastro de la inversión, solo un video de él golpeando al gerente y una cuenta de ahorros en blanco. Siguieron investigando y fue así como llegaron a Antonio. Su plan era usar a un tercero para invertir en Quantum y descubrir qué tan legal era la empresa y cómo se relacionaba con Antonio. Cristián se moría por continuar con su explicación, en cuanto Leo terminó de hablar, le dio la vuelta a su computadora – les presenta a Luis Carlos Espejo, trabaja aquí desde hace tres años y es un irresponsable, van a despedirlo en cualquier momento y entonces, necesitará un nuevo ingreso. Hace dos días le envié un correo electrónico a su cuenta personal, lo abrió y gracias a eso ahora puedo ver todo lo que hace en su computadora. – Dices, que trabajas en una empresa de seguridad – le dije a manera de broma. Javier lo entendió, Cristián no. – Sin interrupciones, por favor. Le hice llegar propaganda impresa del grupo Quantum, ya revisó la página tres veces, pronto necesitará dinero y yo le daré esta tarjeta de servicios de préstamo, una vez que abra la inversión, sabremos cómo trabaja Quantum. – Lo que necesitamos es el dinero – dijo Javier. Giré la mirada hacia Leo – así que, seré yo quien ponga la inversión. Leo suspiró – no será mucho, te lo devolveremos, lo importante es que ninguno de nosotros haga un retiro sospechoso, ese payaso ya nos conoce y cualquier cosa que hagamos lo pondrá en alerta. Esa frase me hizo pensar – exactamente, ¿qué fue lo que hicieron? – pregunté y el ambiente se volvió tenso – ok, sí voy a ser parte de esto, quiero honestidad, ¿por qué él sospecharía de ustedes? – Tal vez – comenzó a decir Leo. – Yo le grité en el juzgado que lo mataría – dijo Cristián. – Y yo arrojé piedras a su coche – continuó Javier – no fue nuestro mejor momento de adolescentes. – Ahora somos diferentes – completó Leo. Esa noche me ayudó a dimensionar el tamaño de la venganza de Leo – por lo que entiendo – los miré – no están intentando atraparlo por lo que hizo en el pasado, quieren descubrir un delito nuevo. Leo asintió – agotamos todas las opciones. El delito de hace seis años ya no existe, podríamos tener su confesión grabada en video de alta resolución y no importaría, un abogado buscaría el caso, señalaría que no hubo delito y su confesión quedaría como una broma entre amigos. – Yo antes sugerí intentarlo – dijo Javier – conseguir la confesión, transmitirla en vivo, quemarlo con todo el público y ellos dos me dijeron que de nada serviría, lo enviarían de nuevo al extranjero, desaparecerían la confesión y volveríamos al comienzo. Entendí, que eran muy realistas respecto a su situación, sabían a qué se enfrentaban y todo lo que tenían en contra. No estaban siendo irracionables ni construyendo castillos de arena, ellos estaban muy comprometidos y de nuevo, mis inseguridades saltaron a la luz como un faro en medio de la tormenta. Porque todo eso, esa obsesión desmedida, comenzó con una mujer, la compañera de trabajo de Leo cuyo nombre e identidad él me ocultó, ella era la razón detrás de esa venganza y de todo ese odio. Entendí que Leo era capaz de demostrar fuertes emociones y me dolió saberlo, porque esas emociones nunca fueron para mí – ¿cuánto necesitan? – Me agrada – soltó Javier.
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