Javier abrió la puerta y vio a Cristián, al instante, una sonrisa se dibujó en su rostro. Cristián, por otro lado, tenía una expresión llena de desgana y antes de entrar, barrió la habitación con su mirada, se detuvo en las carpetas y documentos sin un orden lógico, pasó por el librero que tenía libros en vertical, horizontal e inclinados, siguió con el aspecto de las paredes, el techo, el escritorio con docenas de documentos, la laptop encima de los marcadores, basura redondeando el bote y finalmente, a Javier, con la camisa sin planchar, el veredicto fue – este lugar es un reflejo de ti. – Gracias – sonrió Javier – pasa, León no ha llegado. – ¿Sabes por qué nos reunimos aquí?, la oficina de Leo está en un edificio y la mía es – miró el sillón y quitó una camisa para poder sentarse, pe

