La propuesta Parte 1

1907 Palabras
Poco antes de la primavera el clima cambió, hacía calor y llovía todo el tiempo. Tenía pendiente la conversación con papá. Era necesario, pero no estaba muy entusiasmada y me tomé mi tiempo. Ese día el elevador se llenó, me pegué a la pared y volví a sentir ese retorcijón en el estómago, nunca antes me había pasado. Llegué a la oficina de mi padre y me senté en la sala de espera, me llamaron poco después, el lugar era amplio, imaginé que Sarah y Jorge había estado en esa habitación muchas veces y la encontrarían más cómoda, para mí, fue demasiado gris. – Siéntate, iré en un momento – dijo mi padre. Dejé mi bolso sobre el sillón y miré la mesa, había una pequeña planta de esas que no necesitan mucha agua. En pocos minutos, él fue a sentarse. – No esperaba verte tan pronto. – Yo tampoco – abrí mi bolso – vine porque mi tío Iván cree que la muerte del abuelo fue un homicidio y ya que soy la principal beneficiaria en su testamento, piensa que fui yo quien lo planificó. Contrató a un investigador privado para seguirme – coloqué la fotografía sobre la mesa – mi novio lo descubrió y ya lo reporté con el servicio de seguridad que patrulla mi casa, vine, porque es justo que lo sepas e imagino que no quieres que levante una orden de detención en contra de tu hermano. Él tomó la fotografía, algo en su expresión me hizo dudar. – ¡Ya lo sabías! Mi padre suspiró – la noche en que tu abuelo murió hubo una falla en el sistema de electricidad del hospital, el respaldo se encendió tarde, los instrumentos fallaron y por eso no tenemos imágenes del momento de su muerte. No me lo esperaba – quieres decir, que pudo ser un homicidio. – No, como te dije antes, tu abuelo tenía hipertensión crónica, fue una muerte natural – me aseguró. – ¿Estuviste ahí? – Como si hubiera estado, Diego lo cuidaba. No me lo esperaba. – Verónica estuvo con él toda la mañana, yo pasé un par de horas por la tarde y Diego me sustituyó durante la noche, él les dijo a las enfermeras que algo no estaba bien, los médicos entraron e intentaron reanimarlo. Después anunciaron la hora de muerte. Iván investigó las finanzas de Diego, también lo puso bajo vigilancia y como no encontró algo sospechoso, vino a verme. Diego lleva tantos años trabajando con nosotros, que es prácticamente parte de la familia. – No sabía que también estaba detrás de ti, hablaré con él y haré que se detenga. Yo asentí, no supe qué más hacer. – Por seguridad, le pedí a Diego que dejara de ser tu chofer, no te molestes con él, intentaba evitar que Iván fuera tras de ti. No me enteré. Debió ser por esos días. En cuanto me reencontré con Leo deje de llamar a Diego, comencé a usar uno de los coches que el abuelo me dejó y a veces, llegaba a nuestras citas en taxi, así conseguía que Leo me llevará a casa y alargaba un poco el tiempo que tenía con él. – Me encargaré de esto, ve a casa – me pidió. Después de contarle, no tenía más razones para quedarme, tomé mi bolso, le deseé una buena tarde y caminé de regreso al elevador, esperé por varios segundos a que las puertas se abrieran y cuando lo hicieron, seis o siete personas bajaron en ese piso, Sarah estaba entre ellos. No nos habíamos visto desde el día del funeral y antes de eso quizá nos reunimos brevemente en el horario de visitas del hospital. Sí lo pienso, la última vez que hablamos como hermanas fue poco antes de la cena de navidad. Entró a mi habitación sin tocar y caminó hacia el tocador – necesito un labial – tomó uno y lo presionó sobre la palma de su mano para observar el color. Yo estaba usando el delineador, la miré y le quité el labial de las manos – sé más consciente de tu tono de piel, ninguno de esta línea te sirve – abrí el cajón y le presté un labial rojo – toma. Ella se pintó los labios usando una esquina de mi espejo – es una noche importante, no vayas a armar una escena. – Es navidad, ¿qué tiene de importante?, solo di que no quieres estar sentada en la misma mesa que yo – le respondí. Ella terminó de maquillarse y guardó el labial – como sea, solo no causes problemas. Esa fue la noche en que les dijo a todos que tenía novio y planeaba casarse, la casa se volvió un caos, al abuelo le dio un infarto y el resto es historia. Las personas bajaron del elevador, las puertas se cerraron y yo perdí la oportunidad de irme, así que presioné el botón y esperé a que llegara otro de los elevadores. – ¿A qué viniste? Esperaba irme sin “causar problemas”, entrar al elevador, tal vez bajar a la cafetería y comprar una de esas gelatinas con varias capas de sabores diferentes y que tienen cerezas en la parte de arriba, siempre ha sido mi postre favorito cuando voy a ver a papá. Esperaba salir de ahí, pero Sarah tenía otros planes. En situaciones de riesgo hay tres cosas que puedes hacer, paralizarte, huir o pelear. Mi madre decía que solo había una opción. – Estoy de visita, la última prueba de ADN que revisé, decía que papá y yo estamos emparentados. La noté tensa, tenía una carpeta negra en las manos con el logotipo de Princesa en color magenta y una mirada fría. – Si estás aquí para pedirle que te deje ser parte de la junta directiva, retráctate. Te humillarán – dijo Sarah – muchos apoyan al tío Iván y te detestan por heredar las acciones, es mejor que regreses a casa, este no es tu lugar. Sus palabras me molestaron. Formar parte de la junta directiva siempre ha sido uno de mis objetivos, pero no es el momento, Víctor no deja de repetirlo, no basta con sentarse en una de las sillas y ocupar un espacio, necesito entender cómo funciona la empresa o será igual a lanzar un ladrillo sobre mi propio pie. Lo sé. Pero hay formas amables de decirlo y esa no era una de ellas. La miré y sonreí – ¿cuál es mi lugar según tú? Ella rodó los ojos – no me hagas decirlo. – ¡De verdad!, porque por la forma en que me miras siento que te mueres por hacerlo, adelante, ¿cuál es mi lugar? Ella respiró profundamente y relajó los brazos, sentí que la estaba obligando a decir algo tan obvio, que le resultaba exasperante – Regina, ¿cuándo fue la última vez que te esforzaste por algo? – preguntó mientras me miraba muy fijamente – desde que eras pequeña has tenido todo lo que has querido, solo te bastaba con pedirlo y papá te lo daba. Aquí es diferente, los errores traen consecuencias, una mala inversión, una pérdida monetaria, para ti solo es dinero, pero se traduce en empleos, salarios, hipotecas. Las personas que trabajan para la empresa dependen de que tomemos las decisiones correctas. No podemos tener una inversionista a la que solo le importa cumplir sus caprichos. Sentí que todo el cuerpo me picaba, fue una sensación tan desagradable, quería ir a casa y meterme bajo la ducha. Sabía que Sarah y yo éramos muy diferentes, pero una parte de mí seguía considerándola una “hermana”, me quedó claro que solo era yo quien pensaba así – básicamente, yo soy caprichosa y tú un genio. Tuve razón, te morías por decirlo. Suerte con tus decisiones correctas y planificadas. Vas a necesitarlas. El elevador llegó, las puertas se abrieron. Entré y me despedí con una sonrisa, no quería hacerle creer que sus palabras me afectaron. Tres pisos más abajo estaba la cafetería, pasé al baño, creo que tuve una reacción alérgica a algo. Pasé un tiempo mirando por la ventana, no toqué la gelatina, tenía demasiadas cosas en la cabeza y después de varios minutos hice la llamada – ya lo pensé y quiero que apresuremos el compromiso. Del otro lado hubo una voz infantil, muy dulce – ¿hola? Me quedé en blanco, miré la pantalla y me pregunté si había marcado el número correcto, después miré alrededor y volví a acercar la bocina a mi oído – disculpa, ¿quién eres? – Hugo – me respondió, como si esa palabra dijera todo lo que yo necesitaba saber. En el fondo escuché la voz de Leo, él tomó el teléfono – hola, ¿sucedió algo? – ¿Quién respondió la llamada? – Mi sobrino, se llama Hugo, es hijo de una de mis primas y vive en casa de mi madre, ya sabes, drama de telenovela de bajo presupuesto. Respiré aliviada – ah. – Y dime, ¿qué ocurre? Casi olvidé lo que acababa de pasar – nada, bueno, en realidad – balbucee – mi mamá me pidió prestada la mansión del abuelo para celebrar su cumpleaños, piensa que es una forma metafórica de darle una cachetada en la otra vida y pensé que sería el momento ideal para proponerme matrimonio. Será en dos semanas, la invitación dice que cumple cuarenta y cinco, pero en realidad tiene sesenta y dos, ¿qué dices? Hubo un silencio que me pareció eterno. – Me parece bien – dijo al final. No estuvo en desacuerdo, lo tomó como todo lo demás y sentí que había un gran vacío entre ambos. Una pared que no podía tocar, tampoco ver, pero ahí estaba. ***** La llamada fue corta, Leo guardó su celular y regresó a la cocina – oye – miró a su sobrino muy fijamente. Hugo se tapó los oídos y salió corriendo. – Pequeño demonio – susurró – oye, ¿quieres pastel? – lo llamó golpeando la mesa ligeramente. De la parte de abajo, Hugo salió de prisa. En el refrigerador había dos rebanadas de pastel que su mamá dejó antes de irse Leo cortó un pedazo para dárselo a Hugo y le dio una importante lección sobre no tomar su celular ni responder llamadas. Hugo pasó más tiempo comiendo que escuchando. A la mañana siguiente Javier tocó su puerta. Leo rodó los ojos y bajó hacia la entrada para abrirle, pero evitó que entrara a la casa – estoy ocupado, hablamos en el camino. Javier saludó a Hugo desde la acera y siguió a Leo – veo que vine en mal momento – susurró – ya tengo el empleo en Royal, empiezo mañana a estacionar coches, sabes que tendré que cerrar la agencia por un tiempo y perderé dinero. Leo lo miró de reojo y arrancó. – Solo lo digo – reclamó Javier y se puso el cinturón de seguridad – ¿a dónde vamos? – A una joyería, tengo que conseguir un anillo. Javier se sorprendió – realmente vas a casarte, ¿estás bien con eso? Leo lo pensó antes de responder – es lo que Regina necesita. Javier agrandó los ojos – sabes, creo que tengo un problema con el seguro, necesito un esposo para este fin de semana, ¿te casarías conmigo? – No, pero puedo aventarte del coche en movimiento, eso resolverá todos tus problemas.
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