No escuché la conversación. Las salas de reunión están insonorizadas, no permiten que las personas escuchen desde afuera, pero sí vi la expresión en el rostro de mi tía. Fue por esa mirada que tomé la mano de mi padre y evité que entrara. Con la evidencia que mi tía tenía, el equipo de abogados de mi padre se apresuró a formar un caso, no importaba que la mayoría de las heridas tuvieran años, había formas de presentar el caso y enviarlo a prisión. Unos minutos después, vi la puerta abriéndose, era ese hombre, con una apariencia muy similar a la de mi primo Jonathan y el ceño fruncido, me miró con rabia, acomodó su chaqueta y caminó hacia el elevador. Mi tía salió después – no los demandará, ya tomó suficiente dinero, de ahora en adelante, está por su cuenta – dijo mi tía. Después de ha

