La propuesta Parte 2

1634 Palabras
Javier se puso el cinturón de seguridad como respuesta a la broma de Leo – no mates al mensajero, te lo digo porque siento que te estás metiendo en un asunto mucho más serio de lo que piensas. Hablamos de matrimonio, y con una mujer que está interesada en ti, pienso que deberías analizar la situación un poco más, antes de decir “si”, frente a un juez. Leo no quería tener esa conversación, porque Javier se equivocaba – ella no está interesada en mí, es una transacción, cada uno obtiene lo que busca y en un año o dos tendremos el divorcio. Está pasando por muchos problemas con su familia. Javier se aferró al asiento – entiendo, no estamos alterados ni nada por el estilo, podrías bajar un poco la velocidad. Por favor, planeo tener una larga vida. Leo resopló y condujo más despacio. – Gracias – susurró Javier – entiendo que este es un tema delicado y me odio por ser tan insistente, pero…, me gusta ser insistente y el otro día vi como sus ojos se iluminaban… – Viste mal – dijo Leo, interrumpiéndolo. – No lo creo, noté la forma en que te sonreía, aparte de que no había distancia entre ustedes – volteó a verlo – sabes a qué me refiero, por cómo estábamos sentados Cristián y yo, en medio podías poner a un elefante, entre ustedes no cabía ni una aguja. Leo se concentró en la carretera – no la conoces – hizo una pausa y buscó donde estacionarse – ya tienes el trabajo, ¿hay algo más? Javier negó con la cabeza. – Bájate. – Ni de broma, vamos a la joyería. Necesitarás una segunda opinión. Leo resopló – intenta no ser muy ruidoso. Y no te atrevas a decir delante de Regina lo que sea que estés pensando, no es una relación romántica. Ella está pasando por mucho, su propio tío puso a un investigador privado, de dudosa procedencia a espiarla, y no me fío de su hermano, ¿sigues al pendiente? Javier asintió – avancé tanto como pude, no puedo indagar más sin que él lo note, el sujeto es muy precavido y la empresa de inversiones tiene un muy buen sistema de seguridad, no puedes conectarte si estás usando protocolos para ocultar tu ubicación. – No lo dejes, la madre de Regina cumplirá años pronto y su hermano podría volver al país en cualquier momento. – De acuerdo – resopló Javier y cambió la canción que estaba en la radio, sintió que no coincidía con el estado de humor – pero no olvides lo que dije, en serio, sus ojos se iluminaban cada vez que te veía. – Te equivocas – respondió Leo en voz más baja. Conocía a Regina, sus gestos, expresiones y principalmente su sonrisa. Su rostro se ladeaba ligeramente, sus labios se curveaban y a veces, pasaba la lengua por su labio superior en un gesto coqueto, al verla así, era fácil confundirse, él lo hizo, pero al prestar más atención descubrió que Regina sonreía de la misma forma sin importar quién estuviera delante de ella. Un amigo, un compañero, un empleado, o un completo desconocido. Su sonrisa no significaba que la otra persona fuera especial, solo era un gesto, el mecanismo de defensa que creó para todos aquellos que la criticaban o la despreciaban por ser rica. Llegaron a una plaza comercial y Leo bajó al estacionamiento, fue ahí donde se encontró con Regina para comer e ir al cine y había varias joyerías, respiró profundamente y entraron a la primera. Las vitrinas estaban repletas de diseños extravagantes. – Buenas tardes – lo saludó una mujer con voz clara – ¿puedo ayudarlos a buscar algo en especial? – Sí – respondió Javier, ganándole la palabra a Leo – mi amigo necesita un anillo de compromiso, está a punto de ponerse las esposas. La empleada lo miró muy fijamente – desde luego, ¿cuál es su presupuesto? Javier le puso la mano en la espalda a Leo para que no se sintiera mal por la pregunta. Para elegir el anillo perfecto había varios puntos a considerar, el estilo de vida, el material, el diseño, el grabado y la talla. Pensando en Regina, Leo dudó, sabía que ella amaría el estilo clásico, pero el estilo moderno se ajustaba más a su personalidad – busco algo clásico – miró la vitrina y señaló un anillo con una piedra central alargada y extremos puntiagudos, similar a un eclipse – este. La vendedora sonrió y sacó el anillo para mostrarlo – es un anillo de corte marquesa, simboliza elegancia, distinción y ambición, la forma puntiaguda sugiere un movimiento hacia adelante, ideal para personas dedicadas, pienso que es el corte perfecto para su propuesta. Algo en la descripción se sintió incorrecto, Leo negó con la cabeza y siguió mirando – este de acá, el de la segunda fila. La vendedora miró de reojo a Javier y guardó el diseño de corte de marquesa antes de mostrar el siguiente. Javier lo notó. – Corte esmeralda, simboliza la elegancia y el poder, ideal para personas con mucha presencia, será perfecto para su propuesta. Leo levantó la mirada hacia la mujer que llamó “perfectas”, todas sus opciones y siguió mirando, todos los anillos tenían cierto atractivo, pero no pudo imaginarlos en las manos de Regina, siguió paseando, llegó al final de la vitrina y vio un anillo con dos bandas entrelazadas – muéstreme este. La vendedora lo sacó en su estuche – es un anillo bicolor, representa las vidas que se entrelazan. Javier se paró detrás de Leo y se inclinó hacia el frente – creo que este no es perfecto para tu propuesta. Leo agudizó la mirada – quiero este. – ¿Tiene la talla? – Seis – respondió Javier mostrando los dedos de la mano. Leo volteó a verlo. – Imaginé que necesitarías el dato, no me lo agradezcas. – ¿A qué hora? – preguntó y dejó la frase a medias – gracias. Javier sonrió – buena suerte, supongo que saber que ella dirá que sí, le quita mucho misterio. Leo miró el anillo y pensó, que el problema no era el misterio, lo que le preocupaba era que Regina no esperará algo de él, más que cumplir con el contrato. ***** Prestarle la mansión del abuelo a mi mamá para su fiesta de cumpleaños no fue lo único que hice, también pagué el banquete, las bebidas y los fuegos artificiales, así me aseguré de que ella no interrumpiera la propuesta. Pero estaba nerviosa. Leo pasó por mí, llevaba uno de los trajes que le regalé y traía puesto el reloj, yo llevaba un vestido verde que combinaba con su corbata. – Y, ¿qué te parece? – le pregunté y di la vuelta completa, luego observé su reacción. – Te ves muy bien. Seguí mirándolo – ¿calcetines diferentes? Él subió la pierna para recargarla sobre su rodilla y me mostró, traía un calcetín azul y otro de color gris. Tomé su mano y me recargué sobre su hombro – combina bien – le di un beso en la mejilla – mi madre va a estar en la fiesta, ¿te lo comenté? – Lo imaginé desde que dijiste que era su fiesta de cumpleaños. – Y significa, según nuestro contrato, que debes estar sobre mí todo el tiempo. Él asintió – prometo que haré mi mejor esfuerzo – su sonrisa fue muy relajada y también me hizo reír. Subí a su coche. Antes de ponerme el cinturón de seguridad, miré hacia atrás, sé que Leo no es del tipo que regala flores, por eso me sorprendió tanto ver el ramo que llevaba varios días atrás, y para esa noche, tenía la pequeña esperanza de que me comprara flores. Como dije, no es su estilo. Respiré profundamente y abrí mi bolso – toma – le entregué una caja y él la miró muy fijamente antes de aceptarla y abrirla, dentro estaba mi anillo de compromiso – es para aumentar el realismo, si me pides matrimonio sin un anillo las personas dudarán de la veracidad de la propuesta. No queremos eso. – Cierto – me interrumpió – no queremos que parezca falso – cerró la caja con fuerza. Me sentí un poco rechazada por la forma en que trató la caja, después de cerrarla, la recargó sobre el tablero y aceleró. La velocidad era alta y todo el tiempo observé la caja y la forma en que se movía. Mi nerviosismo creció porque él pasó un largo tiempo mirando el anillo, lo sentí perdido en sus pensamientos, físicamente estaba a mi lado, pero emocionalmente se hallaba a kilómetros de distancia. – ¿Tienes algún guion? – me preguntó de pronto. No entendí a qué se refería hasta que volví a la propuesta – pienso que lo usual es lo más recomendable, un “¿te casarías conmigo?”, si lo alargamos o damos más detalles podría ser contraproducente. Imaginé muchos escenarios en el tiempo que le tomó responderme, temí que cambiara de opinión o que en el último segundo me dijera, “no puedo hacer esto”, pero él dijo – ok. Lo hizo de una forma tan seca y falta de emoción que me dejó sin palabras. No quise mostrar mi decepción, pasé la mirada hacia el frente y él aceleró. Estábamos a tiempo, la fiesta iba a ser nocturna y era una buena hora, pero él condujo de prisa, sin decir ni una sola palabra y eludiendo mi mirada. Si antes nos sentí distantes, después de darle la caja sentí que había un océano entre ambos. Bromeé un poco de camino a la fiesta, él se mantuvo en silencio. Así comenzó la noche de nuestra propuesta.
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