Mi corazón es tuyo

Por favor Isabella ayúdame

Capítulo 9

Antoni

Le conté todo a mi amigo, al principio se rio, pero ya después me dijo que me había pasado, que Isabella tenía razones para no querer estar cerca de mí, le di la razón.

Estuvimos un buen rato conversando, nos pusimos de acuerdo para que fuera a cenar con la familia.

Mis papás y hermanos lo quieren mucho, somos amigos desde la preparatoria, nos dejamos de ver porque hizo su carrera en el extranjero, trabajó un buen rato allá luego de graduarse de abogado, sus padres le dejaron su bufete, pues ellos querían vía por el mundo.

Si se preguntaban si le pedí que le diera el trabajo a Isabella, no, no le dije nada sobre eso, deseo que no le llame, quiero a Isabella de vuelta en la empresa, trabajando para mí como antes.

Llegué al edificio en donde vivo, después de haber estacionado mi carro, me bajé, saludé al guardia y continué mi camino.

Entré a mi departamento, el trabajo estuvo algo pesado, necesito relajarme, me serví un vaso con hielos y whisky, le di un pequeño sorbo.

Me lo terminé y dejé el vaso sobre la pequeña barra. Volteé a mi alrededor y me sentí solo, mi vida es trabajo, casi no salgo, no socializo con mis amigos, ni con mi familia. Me sentía aburrido, suspiré y decidí salir a buscar a mis amigos.

Llegué al restaurante de Xavier, y ahí estaban algunos de ellos, al verme, alzaron la mano, sonreí y me acerqué a ellos.

Me la estaba pasando muy bien, cuando de pronto escuchamos la voz de Demian.

—Hola, mis hermanos —Los amigos lo saludaron cuando éste se acercó a nuestra mesa.

—¡Qué alegría tenerte de vuelta! —Expresaron las chicas.

Demian las tenía abrazadas a dos de ellas.

—También estoy feliz de estar aquí con ustedes, los extrañé.

Volvimos a tomar asiento. Estuvimos charlando tranquilos mientras tomábamos.

—Ya son las dos de la mañana, ni cuenta nos dimos —dijo Mía.

—Ya sé —Habló Bea —, hace mucho que no teníamos esta convivencia entre nosotros.

Asentimos.

Nos terminamos el último trago y nos despedimos, quedamos en reunirnos mañana en mi casa, para seguir con la convivencia.

Llegué a mi departamento, entré a mi recámara y me alisté para acostarme. Una vez en la cama estuve viendo un momento las r************* . Me metí a su perfil y estuve mirando sus fotos, una sonrisa se dibujó en mi rostro.

—Es tan hermosa —Acaricie su rostro a través de la pantalla.

Mi alarma sonó a las cinco de la mañana, me levanté muy a fuerzas. Me puse mi ropa para correr, el ejercicio me ayudará a despegarme.

Le di varias vueltas a la cuadra donde vivo, el aire frío golpeaba con fuerza mi rostro mientras corría.

Volví al departamento, me di un baño, me alisté y me fui a la oficina.

—Buenos días, señor Meyer —Saludaron las recepcionistas, les devolví el saludo moviendo mi cabeza hacia delante.

Llegué a la oficina y mi secretaria me esperaba con pendientes.

—Señor, le llamó el señor Brown para cerrar el trato de la venta de la propiedad —Suspiré algo angustiado, pues ahora que no tenía a Isabella a mi lado, temía que el empresario ya no quisiera firmar.

Calmé mis nervios, miré a Sally y le dije que lo llamaría.

Me acomodé en mi asiento y tomé el teléfono para llamarle. Respire profundo.

Hey, Antoni —Me saludó en tono alegre.

—Señor Brown —Le regresé el saludo de la misma manera.

—Te llamo para felicitarte, ya supe que organizaste una fiesta por tu compromiso, muchas felicidades —Me siento pésimo, odio mentir, pero no tuve de otra, si no lo hacía no iba a conseguir esa venta —. ¿Sigues ahí? ¿Antoni?

—Si disculpa, se me cortó —Mentí.

—Tranquilo muchacho, mañana como estaré por allá para firmar —Abrí tanto los ojos que sentí que se me saldrían de las cuencas.

—¿Mañana?

—Sí, ¿Hay algún problema?

—No, claro que no, es bienvenido en la empresa, cuando guste visitarnos —Tuve que controlar mis nervios.

Nos despedimos y en cuanto colgué salí de prisa a buscarla.

Maneje de prisa en mi deportivo, esperaba encontrarla en su departamento.

Toqué la puerta unas dos veces con mis nudillos, cuando estaba a punto de tocar escuché pasos y gritos, “¡Ay voy, ay voy!”. Reí.

Abre la puerta y se sorprende al verme.

—¿Qué haces aquí? —Me metí a su casa sin permiso, no iba a arriesgarme a que me cerrará la puerta en la cara.

—Necesito hablar contigo, por favor —Sonaba desesperado.

—A ver, en primer lugar, ¿Quién te dejó pasar? —Se cruzó de brazos, su mirada reflejaba molestia, su ceja izquierda se encontraba levantada, se veía bellísima. La escaneé con la mirada

«A lo que viniste, Antoni, ya después si quieres te la comes con la mirada, esta hermosa la condenada, pero eso hay que dejarlo para después». Me decía a mí mismo en la mente.

Me miraba con ganas de asesinarme, pues la incomode con la mirada, sonreí de alado.

—Vete de mi casa —Abrió la puerta, me veía severa, realmente si estaba molesta.

—No me iré, hasta que me escuches —Me acomode en su cómodo sofá, Isabella soltó un gruñido, me estaba divirtiendo, pero debía controlar mi risa.

—A ver, dime lo que tengas que decir y que sea rápido —Cerró al fin la puerta y se quedó parada recargada detrás de ella con los brazos cruzados. La admiré, ella me miraba esperando a que hablara, hasta me tornó los dedos, no pude más y me reí.

Me volteó los ojos de forma irritada y volvió a abrir la puerta.

—Si no tienes nada que decir, mejor vete, tengo cosas importantes que hacer.

—Hablé con el señor Brown, mañana viene a firmar la venta —Dije al fin con seriedad.

Isabella se encogió de hombros sin darle importancia —¿Y? ¿A mí qué?

Volteé los ojos, y suspiré.

—Se supone que eres mi prometida, va a querer verte ahí conmigo.

—Dile la verdad, que no somos nada y listo —Me sentía frustrado, no podía decir eso.

—Por favor, Isabella, ayúdame, esa venta es importante para mí —Le supliqué desesperado.

Isabella me veía con el ceño fruncido, se le formó una perfecta “V”, entre en medio de la frente.

—No —Espetó tajante.

—Por favor, mira —Suspiré —. Si tú me ayudas, puedo hablar con Demian para que te dé el empleo y estoy dispuesto a pagar tus deudas.

Me miró con ojos chinitos, con la frente arrugada.