Capítulo 12
Antoni
—Hey —Saludé a Demian en cuanto entré a su oficina.
—Antoni —Se puso de pie y nos saludamos con una palmada en la espalda —. ¿Qué te trae por aquí? 
Demian rodeó el escenario y se acomodó en la silaa, yo me senté frente a él.
—Vine a saludarte, ¿No puedo o qué? —Rio divertido. 
—Sí, como no —Volvió a reír —. Ya supe por los chismes de pasillo que a la nueva abogada le llegó un enorme ramo de rosas.
Solté una carcajada.
—¿De verdad te interesa, Isabella? —Asentí muy convencido.
—Vaya, el de todas mías se ha enamorado a primera vista —Nos carcajeamos.
—En cuanto la vi en aquella cafetería, me encantó, es muy hermosa, es la mujer perfecta para mí —Demian dejó salir una gran risotada.
—Sí, Isabella, es muy bella.
—Sí, pero ella es mía —Sentencié mirándolo fijamente a los ojos.
Volvió a soltar una carcajada.
—Sí, ya sé. 
—Más te vale —De nuevo rio divertidamente. Me reí con él.
Le sonó su celular, al ver de quién se trata me enseñó la pantalla.
—Tu amada Isabella —Reímos levemente.
Respondió y puse altavoz.
—Dime.
—Demian, puedes venir al estacionamiento, por favor —Le pedía desesperada.
—Voy para allá —Colgó —. Vamos, acompáñame.
Ambos nos pusimos de pie y salimos de la oficina.
Llegamos al estacionamiento y la vimos a lo lejos tratando de encender el carro.
—Al parecer no quiere prender su coche, cuando llegué la vi angustiada, tratando de hacerlo prender y no ha podido —Le dije.
—No puede ser, ya debería estar en casa de la señora, —Miró la hora en su reloj en su muñeca —. Es tardísimo, va a pensar que somos unos irresponsables —Suspiró preocupado. Toma su teléfono y hace una llamada —. Leyla, llama a la señora Harper y dile que mi abogada tuvo un contratiempo que en un momento estará con ella —Colgó.
Aceleró el paso.
—Isabella, ¿Qué pasa? 
—Que este mugroso carro no quiere prender, estoy frustrada, ocupo llegar con la señora —Suspiró luego de explicarle en tono acelerado.
—Ya Leyla debió avisarle que tienes un contratiempo, baja del carro —Se bajó, cerró la puerta con coraje, se veía mal, no me gustó verla así.
Isabella
—Vamos, te llevaré —Lo escuché decir. Caminó hacia mi carro. Me abrió la puerta —. Vamos, se hará más tarde, me le quedé mirando dudosa, si dejar que me llevara o no, suspiré y terminé aceptando.
Me subí al carro.
—Nos estamos hablando —dijo Antoni, Demian asintió.
Nos pusimos en marcha, después de darle la dirección de la casa.
El camino estuvo silencioso, debes en cuando lo volteaba a ver, una de esas ocasiones me descubrió y me giré para otro lado, escuchaba reír.
—¿Te gustaron las flores?
—No —Respondí fingiendo un tono serio. Por dentro me estaba riendo.
—Mmm, que mal, ¿Qué flores te gustan? Para regalarte.
—Ninguna.
Sentí su mirada encima de mí, escuché que sonrió, lo miré de reojo, tenía una sonrisa de lado.
—Llegamos —Anunció al estar frente a la residencia.
Me bajé y cerré la puerta detrás de mí.
Toqué el timbre y la muchacha de la señora Harper, me abrió de inmediato.
—Buenas tardes —Saludé con una genuina sonrisa.
—Buenas tardes, debe ser la licenciada Montenegro, ¿Verdad? 
Asentí.
—Adelante, por favor, la señora la está esperando.
—Te esperaré —Lo escuché en mi espalda.
Nos miramos, me dedicó una suave sonrisa.
Me di media vuelta y caminé detrás de la muchacha.
La casa era hermosa, con grandes ventanales, mantenía el estilo francés, que le daba un gran toque de elegancia, con tonos claros, como el blanco y toques rosados en la decoración, muy de acuerdo a una mujer de clase.
—Hola, buenas tardes —Saludé a la señora Harper, que estaba sentada en la sala de estar. Se puso de pie y devolvió el saludo con gentil gesto.
—Toma asiento, por favor —Me senté frente a ella.
—¿Se le ofrece tomar algo? —Habló la muchacha.
—Un café, gracias —Le esbocé una sonrisa amable. 
Dio media vuelta y desapareció de nuestras vistas.
Sonreí con la señora, ella también me regaló una cálida sonrisa.
—Estuve leyendo su caso, no se preocupe, sus hijos no podrán quitarle nada —Le aseguré. La señora respiró tranquila —. Iremos a juicio, y le aseguro que ganaremos, sus hijos no tienen las de ganar, dejemos que se confíen, están muy seguros de que van a ganar, hay que dejarlos. 
—Me siento mal, no sé en que momento se convirtieron tan ambiciosos, tan crueles, yo que les di todo mi amor, mi esposo y yo trabajamos mucho para que ellos estuvieran bien, que no les faltara nada —Me sentí triste al verla así, sollozando.
—No se preocupe, no está sola, tiene todo mi apoyo —Le di una melancolía sonrisa.
Llegó la muchacha con mi café, lo cogí con cuidado y lo puse sobre la mesa de centro.
Estuvimos platicando un rato más, me contó de ella, de sus hijos, me contó que sus hijos ya tenían planes con la casa y la herencia. Cuando me estaba diciendo todo, me dio un coraje, tuve que controlarme, aún sigue respirando y sus malditos hijos ya estaban como fieras, peleando la herencia.
Me despedí de ella con un beso en la mejilla, le pidió a su muchacha que me acompañara a la salida, esta asintió, antes de irme me volvió a agradecer.
—No tiene nada que agradecer, recuerde que no está sola —Nos esbozamos una suave sonrisa.
Al salir lo miré adentro del vehículo, en cuanto se dio cuenta de mi presencia, rápidamente, se bajó y rodeó el carro para abrirme la puerta.
—¿Todo bien? —Preguntó una vez adentro del coche.
Asentí mientras me colocaba el cinturón de seguridad.
—¿A dónde te gustaría ir a comer?
—Llévame a la oficina —No quería estar más tiempo a su lado, su sola presencia y esa loción me ponía nerviosa.
—Vamos a comer, por favor, no quiero comer solo —Rodé los ojos.
—Pues invita a una de tus amiguitas —Dije.
—Ay, no son muy aburridas, prefiero tu compañía —Nos vimos por un momento, su mirada me pedía que aceptará. 
Suspiré. Eso lo interpretó como un sí, puesto que se puso feliz.
Tenía música alegre en el carro, me reí al verlo, parecía que iba a recibir un juguete nuevo.
Llegamos al mismo restaurante en donde estuvimos con el señor Brown. Igual que la vez pasada, me retiró la silla para poder sentarme.
—Gracias —Nos sonreímos.
Hicimos nuestros pedidos y el mesero se retiró dejándonos a solas.
—¿Cómo te has sentido trabajando en el bufete?
Bien, mis compañeros son muy amables —Sonreí levemente.
—Qué bueno, me alegra que estés en un lugar cómodo.
Asentí dándole de nuevo una leve sonrisa.
Estuvimos en silencio, ya no sabía que más a hacer, pues me miraba mucho y me sonreía coquetamente. 
Le di un pequeño sorbo a mi copa de vino tinto, los nervios no se iban, su estúpida sonrisa no ayudaba.
Comimos en silencio, solamente se escuchaban murmullos de los comerciales a nuestro alrededor y meseros recogiendo vasos y platos.
—Es hora de llegar a la oficina —Dije mirando el reloj en mi muñeca.
—Vamos.
Le hizo señas al mesero, pidiendo la cuenta, éste asintió.
Me abrió la puerta del carro, y le agradecí con un suave gesto en mis labios.
—Gracias —Dije al llegar a mi destino.
—Paso por ti al rato para llevarte a casa —Negué.
—Tomaré un taxi, de nuevo, gracias —Asintió no muy convencido, nos dimos una última sonrisa. Escuché su carro arrancar a toda velocidad.
Suspiré y caminé a la entrada.
El resto de la tarde estuvo tranquilo, vi con Demian el caso de la señora Harper, en unos días será el juicio.