Capítulo 11
Isabella
Estaba sentada en la sala esperando que el señor Smith me hablará, me encontraba feliz y nerviosa a la vez. Sonó el teléfono, Leyla lo levantó, intercambio y unas palabras con el señor Smith, colgó y me miró
—Puedes pasar —Suspiré, le regalé una suave sonrisa, me revolvió el gesto, me deseó suerte.
Le agradecí con un movimiento de cabeza.
Entré y cerré la puerta despacio detrás de mi espalda.
—Buenos días, Isabella, toma asiento, por favor —Me senté frente a él.
—Bien día, señor —Rio y yo reí por instinto, no entendí su actitud.
—Dime Demian, nos llevamos pocos años —Moví mi cabeza levemente hacia delante —. La verdad me encantó tu CV, pero tenía ver otros prospectos, el tuyo fue uno de los mejores, fue difícil elegir —Le esbocé una sonrisa. “Si aja, como si no supiera que Antoni habló contigo”.
—Verás que no te arrepentirás de haberme elegido —Dije segura de mí misma.
Sonrió.
—Estoy seguro de que no —Se me quedó mirando por un buen rato, me hizo sentir incómoda. Volvió a sonreír —. Pues bienvenida —Me estrechó la mano, la tomé educadamente.
Salí y Leyla me estaba esperando. Antes de que hablara, hablé primero.
—¡Me quedé! —Exclamé emocionada.
—Qué bueno —Nos abrazamos.
Escuchamos la puerta y nos pusimos serias.
—Leyla, presenta a Isabella con los socios y luego le muestras su oficina, por favor —Asintió de inmediato —. Me acaba de hablar el señor Miller y debo ir con él —Leyla volvió a asentir.
Demian despidió y vimos como fue desapareciendo de nuestras vistas.
—Vamos a que conozcas a los socios, son un amor, te vas a sentir como en tu casa, todos somos como una familia —Sonreí con tranquilidad.
Se detuvo frente a una puerta, que es de Virginia Hudson. Escuchamos un “adelante”.
—Licenciada, buen día.
—Leyla, buenos días —Nos sonríe.
—Vengo a presentarle a Isabella Montenegro, la nueva abogada senior de Smith y asociados.
—Bienvenida, Isabella —Virginia me estrechó la mano, se la tomé, nos esbozamos una cálida sonrisa.
Conocí a los siguientes socios y a los otros abogados, fueron muy amables. El bufete tiene solamente tres socios, Robert, Martín y Virginia.
—Esta es tu oficina —La visualicé, es amplia, me gusta. Sonreí, estaba muy feliz por estar aquí.
—Me encanta —Expresé con una enorme sonrisa en mi rostro.
Ambas nos sonreímos.
Me acomodé en mi escritorio, siento que me irá muy bien, mejor que en el anterior bufete.
Mi sonrisa no se borraba de mi rostro, estaba muy, muy contenta, aww, aún no me la creía.
Estuve revisando un caso que me trajo Leyla, Demian le pidió que me lo trajera.
Odio las injusticias, como puede haber hijos tan desagradecidos, querían mandar a su madre a un asilo, porque según ellos, ella no está capacitada para manejar su fortuna.
—Esto no se va a quedar así, haré polvo a sus hijos —Dije para mí.
Me encontraba frustrada por este caso, yo jamás le haría eso a ninguno de mis padres, gracias a ellos somos alguien en la vida, se partieron el lomo para sacarnos adelante, para que no faltará comida en la mesa.
Suspiré y negué.
Horas más tarde, todos nos reunimos con Demian en la sala de juntas.
Cada uno habló de sus casos.
—Isabella, ¿Viste el caso de la señora Harper? —Asentí.
—Estuve leyendo su caso, y mañana iré a verla, para presentarme como su abogada, y decirle que no está sola —Demian asintió.
—Bien, bien —Nos miró a todos —. Hay que seguir como ahora, trabajando en equipo —Todos asentimos sonriendo.
En cuanto llegué al departamento, Sherlyn me comenzó a acosar con preguntas.
—¿Cómo te fue? ¿El tal Demian es un pesado como su amigo? ¿Los abogados, qué tal, son guapos? —Me carcajeé.
—Hey, tranquila —Reí divertida.
—¡Cuéntame! —Me pidió desesperada por saber. Volví a reír.
Le platiqué todo, ponía atención como si le estuviera contando su cuento favorito. Sherlyn a veces parece una niña, la adoro.
Cuando ya estaba en mi cama, escuché el timbre de mi celular, al tomarlo me di cuenta de que se trataba de él.
“Felicidades, y suerte en tu nuevo caso, sé que ganarás”.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro, cuando caí en cuenta, la borré.
Bufé mientras volteaba los ojos. Puse mi teléfono en la mesita de noche y me acomodé mi cabeza en la almohada.
—¡Ya me voy! —Le grité a mi amiga.
A lo lejos se escuchó, “Okay, Bella, bendiciones”. Sonreí y salí.
Estaba frente a mi carro y miré una pequeña nota con una flor blanca, reí mientras negaba. Agarré la flor y la olí mientras cerraba los ojos. Leí la nota.
“Para la abogada más hermosa de todo el mundo”. Bufé volteando los ojos.
—Ay, sí como no —Reí. De seguro eso le dice a todas, les da un rosa con una nota como esta y le pone que es para la más hermosa de todas.
Suspiré y terminé por entrar en mi vehículo.
Saludé a las recepcionistas, ellas me esbozaron una dulce sonrisa.
Llegué a mi oficina y me encontré con un enorme ramo de rosas, blancas y rojas.
“Ay, no es cierto”. Solté una carcajada. Negué de nuevo.
—Licenciada, Montenegro — Volteé hacia la puerta y me encontré con una chica parada bajo en el umbral de la puerta.
—Buenos días, soy Gina, seré su asistente, estaba incapacitada, porque tuve un accidente —Me explicó.
—Sí, me comentó Leyla ayer, que bueno que estás de vuelta —Le sonreí —Y háblame de tú —Reímos.
—Okay, Isabella —Nos volvimos a sonreír.
Estuve trabajando en unos casos que Gina me entregó.
—Y ya es hora de ir a casa de la señora Harper, Dios, las horas se fueron volando.
Tomé mi bolso y salí de la oficina.
—Nos vemos en un rato —Gina asintió.
Estaba en mi carro y no quería prender, ay no lo que me faltaba, necesito ir con la señora Harper. Suspiré.
Volví a intentar y nada, estaba desesperada.
—Maldita sea — Gruñí.
—¿Tan temprano y ya estás haciendo corajes? —Aggghh lo que me faltaba.
Le volteé los ojos, ahorita menos que nunca estaba para sus tonterías.
Lo escuché reír.
—Uii, parece que alguien desayunó gallo.
Lo fulminé con la mirada.
Me metí al auto y volví a intentar que prendiera, pero no más no quería.
Ay no, maldición.
—¿Necesitas ayuda? —Lo aniquilé con la mirada.
—¡NO! —Aggghh que fastidio.
—Bueno —Caminó por el estacionamiento, hasta que desapareció de mi vista.
Volví a blanquear los ojos.
Estaba frustrada y saqué mi enojo con quien me ayudó a quedarme con el trabajo, tendré que pedirle una disculpa. Hice un puchero de la frustración que sentía.