Se me acelera el pulso y dejo el vaso sin ningún cuidado sobre la encimera haciendo que se derrame. —¡Por Dios! ¡¿Qué te ha pasado? —chillo. —Nos vamos —ordena. —¡Seth! ¿Qué haces? —grita Sara también—. ¡Mírate las manos! —Tú no me jodas, Sara —le brama y me coge de la mano—. No estés tocándome los cojones porque soy de mecha corta. No enterarme de las cosas me desespera. Ella le levanta la mirada desafiante. —No te debo nada. —Y me mira—. Un placer hablar contigo, Megan, ya nos veremos. Me da un ligero golpe en el hombro con el suyo pero me da igual. Seth me saca a tirones y una vez en el jardín me suelto de su agarre. —¡¿Pero se puede saber qué te pasa?! ¡Mírate! ¿Qué ha pasado? —Que te he dicho que no tenías que venir, j***r. Vamos a la moto. —No deberías conducir así, estás