Aparca delante de un restaurante y en cuanto bajamos de la moto me pone la mano en la espalda rozando con sus dedos la curva que mi culo hace bajo los pantalones. Reconozco dónde estamos y eso me da seguridad porque ya he venido antes con Jane y Claire a cenar aquí. No abro la boca hasta que estamos sentados en la mesa más alejada del resto de la gente, una mesa estratégica para hablar en privado y encerrarnos en nosotros. —Pensaba que no eras de aquí —admito—. Por lo de la estación de servicio a la vuelta de navidad. Está bastante lejos. Me parece algo bueno para romper el hielo, no necesito que me lo suelte todo a la cara y me abrume. —Venía de la cárcel. ¿Disculpa? —¿Disculpa? > La mirada con la que me recorre la expresión me da que dice la verdad. Entrelaza las manos en