CAPÍTULO 6

1331 Palabras
Tres horas después iba saliendo por la puerta trasera y sin mirar a muchos lados empezó a caminar por las oscuras ceras de camino a su departamento, ya era un hábit ir a paso rápido y con cansancio, una mala combinación que la mantenía en automático y absorta en lo suyo, no se dio cuenta que un carro le seguía hasta que este le sonó la corneta a su lado. Ella no dejó de avanzar y el miedo crecía en su pecho hasta que vio de reojo algo familiar en el coche, ese era... Ancel, ese era el coche de él, ¿qué hacía allí? — ¿No te piensas parar? — escuchó una voz suave pero sin dejar de ser varonil, sin duda, ya comenzaba a acostumbrarse a esa voz. Ella hizo una mueca similar a una sonrisa al revés apretando sus labios sin verle y anduvo más despacio, era necio y algo raro. El coche se mantuvo a su lado. — ¿Por qué debería de hacerlo? —preguntó de vuelta. Jennell no miró cuando él sonrió y veía a sus lados en busca de cualquier intruso a la vista para volver a hablar. — Porque es malo andar a estas horas en la calle. —respondió con amabilidad. No dejó de verle con curiosidad como de un segundo a otro su aspecto cansado al salir había desaparecido al haberle hablado. — No cuando se trabaja y por cierto, malo es acosar —contestó ella y parándose se inclinó en la ventanilla — ¿Qué quieres? No pudo evitar ver esos ojos azules profundos bajo unas cejas perfectamente espesas, y lo rubio que era, la verdad es que era muy guapo. Típico de un Alemán nato. — Anda, sube y te llevo. —invitó él haciéndole un gesto para que rodeara el auto. La vio dudar pero finalmente asintió sin decir nada. — Ahora mismo estoy mandando a la mierda ese consejo que te dan pequeño. — le dice mientras cierra la puerta y se coloca el cinturón. Ancel no espera y arranca bajando un poco a alguna canción de black veil brides que había tenido pausado. — ¿Ah sí? ¿Cuál? — aprovechando a mirarla cuando la morena miraba por la ventanilla. — No montarse en autos de desconocidos. — Ah, bueno, eso tiene su razón de ser, pero tú y yo no somos desconocidos, — ella volteó a mirarle con una ceja arqueada— bueno, al menos sabemos nuestros nombres. — ¿Me dirás por qué no te habías ido y por qué empiezo a sentirme acosada? — pregunta ella ignorando lo que él había dicho, la forma en que hizo la pregunta fue simple, pero la verdad es que empezaba a sentirse nerviosa por tanta atención, espera que no fuera a traerle problemas en el trabajo. El tragó y aprovecho los últimos segundos de la luz verde del semáforo para cruzar, se tomó su tiempo para mirar y esperó que pensara que no era por nerviosismo que no contestaba y que solo era la actitud de un conductor responsable no hablar para no entretenerse. No sirvió de mucho. — ¿Te digo la verdad o la mentira que me inventé mientras te esperaba? Ella sonrió porque a pesar de su posición económica y siendo hijo de un político, no era un grosero o actuara de forma arrogante, y no es que todos los que tuvieran esta posición lo fueran, pero la mayoría solían ser unos hijos de perra. Ella había conocido bastantes hacía mucho tiempo atrás. Aunque, Ancel había actuado como uno la primera vez que le vio, pero claro, cualquiera se enfadaría si te tiraran unas bebidas frías a tu traje caro a media noche. — Supongo que la verdad. — Bueno —él hace una pausa ordenando sus pensamientos y la forma de decirlo—, verás, me ha gustado ayudar a quienes lo necesitan —pausa un momento—, he observador que tienes dos trabajos con un horario muy apretado y sé que quizás me estoy metiendo en tu vida privada ya sea un abuso, pero sólo fue el lugar y coincidencia estar en el mismo lugar para darme cuenta, así que podría ayudarte, claro si lo deseas. — recordó y vaya que era la primera vez que se sentía tan nervioso e incómodo ofreciendo ayuda a alguien. Ella se quedó unos segundos en silencio repasando cada línea de lo que dijo y aunque ya podía ver que no estaba mintiendo, no podía bajar la guardia. — Sí, es mi vida privada en la que te estas metiendo, en ningún momento he pedido tu ayuda y me disculpo si te he incomodado cuando me ha tocado servirte en alguno de los dos trabajos, pero me gustaría que te mantuvieras al margen. Su voz no había sonado molesta, pero era una de esas respuestas que te daban por terminada la conversación. Ancel también se quedó callado por un momento que se iba tornando incómodo hasta que no pudo quedarse en silencio. — ¿Por qué? — ¿Por qué, qué? —preguntó de vuelta ella sintiéndose molesta por dar lástima, porque eso era lo que había causado en él. — ¿Por qué no quieres recibir ayuda? no me dejaste explicarte como quería ayudar — le miró un segundo antes de volver su vista a la vía—, sé que quizás te incomoda la idea de recibir dinero sin hacer nada, pero ese no era mi plan, quería ofrecerte un trabajo con buena paga y horario. Ella pensó cuanto había querido un trabajo así y dejar el bar y el restaurant que le explotaban, cuando echaba de menos las horas de sueños que ahora ausentes estaban acabando poco a poco con ella. Cuanto había querido una buena paga que alcanzara más allá que comer lo que encontrara más económico en el mercado. Pero había un pequeño y gran inconveniente. Sus papeles, no la contratarían si estos, y si ella llegaba a sacarlos y ser registrados en algún sistema la encontrarían de inmediato. No podía arriesgarse. — Agradezco tu ofrecimiento y amabilidad, pero no puedo aceptarlo. —rechazó con tristeza pero no lo demostró, a cambio habló con el tono más agradable que pudo fingir. — Vale. — le sorprendió y agradeció internamente que no insistiera en preguntar por qué lo rechazaba. Cuando ya habían llegado al sitio donde la vez pasada la había dejado, un callejón oscuro con un póster de luz al fondo estacionó. — ¿Me dejas acercarte donde vives o te bajaras aquí esta vez también? — preguntó él de forma neutral sin verle. — No, me quedaré aquí, gracias —escuchó el seguro y la puerta abrirse —, no sólo por la acercada acá, sino por tu intención a ayudarme. — No hay problema. Ella sonrió y bajó del carro y empezó a andar hasta que Ancel pudo verla por segunda vez en lo que llevaba de semana, desaparecer cuando la luz del póster no alcanzaba a cubrir el área donde caminaba. No había insistido, por esa noche. (…) Jennell caminó a paso rápido, donde le había dejado Ancel era una esquina un tanto alejado del edificio donde se quedaba. Vio las calles oscuras y apretó aún más el paso, y aunque no tenía algo que le fueran a robar, era mejor prevenir que lamentar. Cuando llegó frente a su edificio no se inmuto por el aspecto de él, hacía tiempo había dejado de comparar las cosas. Entró y saludo al viejo que siempre estaba en la entrada cuidando no sabía que, y se fue directo a las escaleras, subió con el dolor del mundo en los pies y piernas, con un leve mareo pero cuando estuvo frente a su puerta no tuvo que pelear con ninguna cerradura, tiró el bolso y atravesó el pequeño espacio para ir a la habitación y caer directamente a la cama a dormir, a aprovechar bien sus horas.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR