CAPÍTULO 29

2276 Palabras
En cuarto amplio, con todo tirando aquí y allá, Adler regulaba el volumen de su reproductor, su madre y su padre no estaban, sus hermanos estaban estudiando así que tenía la casa para él solo, podía descansar de los audífonos unas horas. Esquivó una almohada en el suelo y fue directo a tirarse en la silla de su escritorio, abrió una nueva pestaña después de haber cambiado la dirección IP de su computador y tomar las protecciones necesarias. Una tras otra. Pensó antes de redactar un mensaje. Jennell Russell, edad diecinueve años, pronto veinte, ingresó a Alemania a los dieciocho años, vía terrestre, mantiene un perfil tan bajo que pasa a ser sospechoso, sin cuentas públicas, familiares o amigos cercanos. ¿Desaparecida, o delincuente? … Debía minimizar la búsqueda lo más que pudiera, Rusia era uno de los países más grande del mundo, por no hablar de su seguridad tan alta. Abrió el link que le había mandado Ancel. Ese abogado ¿Qué tanto interés? Bueno, él le debía favores al abogado, y después de todo Ancel tenía un olfato tremendo, cuando perseguía o pensaba algo, casi nunca se equivocaba. El link abre la reseña de un café-restaurante, la imagen y nada más, fuera de la ubicación en google maps no había algo más interesante. Durante el día tenían un ambiente de restaurante rápido y durante la noche, era un club muy concurrido, no era de mala calidad pero no creería que la alta alcurnia se paseara por allí. ¿Entonces como había acabado el abogado allí? Siendo hijo de un diputado tan importante… más ahora que su padre quería ascender a Senador de Alemania. Seguro había ido allí con algún compañero de trabajo. Buscó imágenes de trabajadores en google, hasta encontrar uno que tenía el perfil de f*******: público, hizo una búsqueda de datos entre sus amigos y consiguió a cuatro más que trabajaron allí, fue buscando en la extensa red las conexiones de cada uno de ellos hasta dar con una lista de personas. —Genial, ahora a ver que de interesante y común tienen estas personitas —Soltó el lapicero que estaba mordiendo para dar toquecitos en la mesa—. Ah, y no olvidemos el dueño, ¿Qué de interesante encontraremos? Estuvo horas esperando a los accesos de archivos, esperando el momento en que todos dieran clic en algún “anuncio”, otros no fueron lo suficientemente listos como para colocar una contraseña decente, el detector accedía a sus sss y de allí a todos los documentos y cuentas que tuvieran una contraseña guardada. El dueño estaba un poco más complicado, sin embargo, eso no era nada en comparación a los trabajos que Adler había realizado con antigüedad… Llevaba años en el movimiento. —Bien… ahora con un pececito Ruso…—buscó uno a uno integrantes del cuerpo policial de cada república, en total más de veinte integrantes estarían a su servicio— Aquí viene lo pesado… Abogado me voy a cobrar lo suficiente, te advierto no tendré lastima contigo. Tendría que hacer investigaciones a profundidad de cada uno de esos policías, siempre tenían algo que no querían que saliera a la luz, a veces eran hasta más peligros que los mismos delincuentes que andaban sueltos. No justificaba ni a uno ni al otro, al final, el mundo era un asco. Accedería con ellos a todas las personas desaparecidas o casos de renombre, filtrando solamente a mujeres, y casos relevantes en los últimos dos años… Si así no encontraba nada… Tendría que expandir su búsqueda a más año, y dudaba que eso fuera rápido. (…) Ancel cerró su laptop y movió su cabeza de forma circular, había tensión en todo su cuerpo, el trabajo, había estado sentado casi toda la tarde. Se levantó y fue directo a la cocina por algo de beber y tomar. Consiguió un jugo de naranja que ya estaba amargo, cerró la nevera con fastidio y tomó el celular. > > > > > > > > Se dio una ducha y después de probarse varias prendas para frustración de él, por esa nueva preocupación de cómo se veía, decidió llevar un jeans, un suéter blanco y un abrigo gris encima por si Jennell no llevaba. Quince minutos después estacionó frente a la residencia y esperó un minuto extra antes de avisar a Jennell que estaba afuera. Ella no tardó en salir, iba vestida con un cómodo mono deportivo n***o, un suéter blanco y sobre ese llevaba otro suéter n***o abierto. —Empieza a hacer un frío intenso ¿no? —saludó Ancel mientras se acercaba y le daba un abrazo corto. Se distanciaron y Ancel no retrocedió, sino que sonrió viendo su cara, tenía la punta de la nariz algo roja. —Pareces al venadito de una comiquita de navidad, ahora no me acuerdo el nombre, pero su nariz era roja y alumbraba. —Hola Ancel, tú también pareces animal. — respondió ella entrecerrando los ojos pero sonriendo un poco. — ¡Yo no quería referirme a eso! Es sólo que te ves bonita y tierna, ¿acaso es rubor lo que veo? —Es el frío, tonto. —Claro. —le abre la puerta del carro con pensando con diversión si tú lo dices, créetelo, aunque ambos sabemos que no es así. —Tú también estas rojo por cierto. —comenta Jennell mientras se ponen el cinturón. Ancel abre los ojos y la ve. — Ah, pero es normal que con el frío me ponga algo colorado. — ¿Seguro? ¿No soy yo quien te intimida? —pregunta Jennell con una voz sospechosa mientras se acomoda para verlo mejor y fijamente. Ancel frunce el ceño contrariado de ver esa faceta de Jennell tan seguro, y no pudo evitar sonrojarse de verdad cuando se dio cuenta que ella le miraba los labios. Apartó la vista rápido y encendió el auto. — ¿Por qué iba a intimidarme Jennell? —La miró y aprovechó a hacer una pregunta con doble intención— ¿acaso no te conozco ya? Ella volvió a acomodarse en su asiento mientras reía divertida. —Ah, no te gusta que se cambien los papeles, te ves tan tierno y nervioso. Bien, había ignorado su pregunta. —Eres mala. —Soy justa. — ¿A la justa le gustaría las hamburguesas o pasamos por unas pizzas? —Ancel empieza a conducir. —Hamburguesas. —Entonces te llevaré a comer las mejores que hayas comido en tu vida, después de todo las hamburguesas son de aquí. —No lo presumas —se burla ella mientras bufa—, es chatarra. —Es lo mejor Jennell. Quita esa cara de ensalada que tienes. — ¿Cómo...? (…) Media hora más tarde, después de hacer una fila larga de unos minutos para poder entrar y ocupar una mesa, les habían traído cuatro hamburguesas y dos vasos de cerveza. —Te presento un plato típico y regional de mi país Jennell —presenta él sonriendo mientras toma una y le da un mordisco—. Diablos, tengo tanta hambre, que estoy controlándome para comer y no tragar todo rápido. —Hubiéramos comido antes si no hubieras insistido en hacer la fila en este sitio— mira a su alrededor, un montón de personas hablan y ríen—. Hay bastantes personas. —Es famoso y concurrido por algo, ¡vamos, come ya! —le anima él mientras da otro trago. —Bien… Jennell da un mordisco y controla su gesto mientras coge una servilleta y limpia su boca de las salsas que se derramaron. —Debo decir, que hacía mucho que no comía una tan buena —Ancel ríe y ella sonríe y piensa en algo para fastidiarlo—. Aunque, puede también que sea el hambre, con hambre sabe todo bien. —No seas ingrata con las hamburguesas. —Está bien, están excelentes. —confiesa Jennell mientras da otro mordisco. — ¿Hay algún plato que te guste en especial? ¿Alguna comida típica? —Umm… —piensa unos segundos— La comida Colombiana y la mexicana. — ¿Qué hay de la comida de tu país? Jennell se quedó en silencio unos segundos, y después volvió a dar un mordisco para hacer tiempo mientras lo observaba. Ancel se mantuvo casual y trato de no reflejar la duda que le surgió al pensar que había sido muy directo. —Aún me sorprende que te hayas dado cuenta tan rápido que no era de aquí. Pensé que mi alemán era muy bueno. —comenta ella y da otro mordisco haciendo tiempo para prepararse a responder lo que fuera que respondiera Ancel. —Es bueno, muy bueno, casi ni se nota —de hecho había dudado hasta que él mismo vio su pasaporte, aunque estaba claro que no se lo podía decir—, pero tengo buen oído, ¿recuerdas que te dije que me gusta la música clásica? Recibía clases con mi hermana de violoncello, hay que tener buen odio para saber tocar. —No te veo como músico. —comenta ella mientras sonríe relajándose de nuevo. —Fue una etapa oscura de mi vida. Nunca aprendí a tocarlo bien. —Era tu destino ser abogado, ¿eso sí lo haces bien? —Tal vez. —Ancel termina su primera hamburguesa y toma la otra. Jennell se le queda viendo fijo, como si estuviera pensando en algo, Ancel lo nota pero no hace nada y simula no darse cuenta mientras coloca salsa kétchup en las papas fritas. —Me gusta el pelmeni —termina por responder la pregunta de Ancel—, ¿sospechas de dónde es este plato? —Rusia. Una vez mi padre y mi madre fueron a quedarse una semana allá como descanso, cuando regresó ella se empeñó en recrear el plato y otra vez, mi hermana y yo fuimos sus conejillos de india. —recuerda Ancel mientras ríe. — ¿Logró recrearlo bien? —pregunta curiosa ella mientras termina su primera hamburguesa. —Se rindió, no era tan buena en la cocina. Aunque sí en muchas otras cosas, la cocina no era su fuerte. —Uy, el mío tampoco. — ¿Qué es esto? —Se burla él para fastidiarla— He pasado mi vida rodeado de mujeres que son fatales en el área, mi madre, mi hermana, Mel, ¿y también tú? —Bienvenido al siglo, ya no es un requisito saber cocinar para ser mujer, mira a Ángela Merkel…—resuelve ella con orgullo— Además, soy buena en otras áreas. — ¿Cómo cuáles? —pregunta interesado. —Sé hablar varios idiomas a la perfección. Ancel traga y la ve con sorpresa. —Impresionante, ¿cuáles? —Inglés, Francés, Italiano, Español, Alemán claro, y Ruso por supuesto. —da otro mordisco a su hamburguesa y sonríe al ver la cara de impresión de él. — ¿Vpechatlil moyu lyubimuyu? —preguntó ella en ruso mientras él se atoraba y acercaba su vaso de cerveza para dar un trago. —Tu lengua materna es… Hablas de otra forma, pronuncias de una manera que me hace dar escalofríos. —confiesa él algo colorado. — ¿Te gusta? —Definidamente… Claro que sí. —sonríe el haciendo una anotación mental de empezar a estudiar algo de Ruso. —Me pregunto cuánto tiempo te tomaría dominar esos idiomas, y yo que me consideraba dotado por hablar inglés y español. — ¿Sabes español? —Pregunta contenta—Ese idioma tiende a ser difícil para la mayoría de personas. —Mi madre era Venezolana, mis abuelos eran de aquí, pero ella nació allá y vivió hasta sus quince allá. —Wou… ¿has ido alguna vez? Creo que es un sitio muy bonito según reseñas en internet. —No, nunca he ido, quisiera ir alguna vez, pero su situación no es muy buena. Tampoco conozco a alguien de allá y mayormente siempre estoy ocupado. —Ah, es verdad. — ¿Tú has viajado a algún país de Latinoamérica? —preguntó él curioso por saber algo más, en definitivo, si dominaba tantos idiomas su situación financiera de pequeña no era tan precaria como la actual. —Sí, a Colombia —aparta el plato con un poco menos que la mitad de una hamburguesa y se recuesta—. Ya no puedo más. —Eran grandes, aguantaste bastante, otra persona solo alcanza comerse una. —Es que soy grande. —comenta ella riendo mientras coloca sus manos en su estómago. —Eres alta, ¿Cuánto mides? —La última vez que me medí… uno setenta y ocho. —Wow, podrías ser modelo con facilidad, ¿no te han propuesto hasta ahora nada? —Preguntó recordando las tarjetas que había encontrado en su cuarto—, tienes buen físico. —No me gustan mucho las fotos. —confieza ella de forma vaga. —Que pena —Ancel da un vistazo alrededor y luego la ve entusiasmado— ¿Damos un paseo antes de irnos? Para bajar la comida. —Bien, ¿A dónde? —Justo al frente hay un parque.
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