CAPÍTULO 26

1776 Palabras
Ancel estaba listo una media hora antes de lo acordado, eran las dos treinta y él tecleaba algunos apuntes en su computador para entretenerse y adelantar mientras el tiempo corría el tiempo. Cuando faltaban cinco minutos, cerró la laptop y encendió el carro solo para avanzar media cuadra donde se había estacionado. Se acomodó la camisa con nerviosismo tonto, se pasó la mano por el cabello y dejó los mechones rubios más desordenados que antes pero no prestó atención mientras veía la hora y bajaba del carro, camino a paso lento para rodearlo y recostarse en él, se dijo a si mismo lo tonto que era que estuviera nervioso. No era una cita, no esa clase de cita, tenía que hablar con ella algo importante, Adler le había enviado una información corta y precisa de ella. > Había venido a decirle que no debía ser ella sola contra el problema que afrontara, aunque algo le decía que de lo que huía Jennell era algo grande. No dejaba de preguntarse qué era lo que pasaba, quería ser directo y preguntarle, pero no quería asustarla. ¿Cómo había sobrevivido tanto tiempo con un perfil tan bajo? ¿Por eso no usaba los documentos de identidad? En el hospital, en el trabajo… ¿pasaría también el su antiguo trabajo? Sacó el celular y le envió un texto a Adler. > > > > Ancel no respondió, en cambio embozó una sonrisa mientras negaba, ese joven… Era un caso. Salió del chat y marcó el número de la chica misterio. —Si me dices que estas de camino vamos mal... — le escuchó decir, con suavidad y broma. — Cielos, lo siento tanto, pero no puedo asistir, se me ha presentado un inconveniente... — dijo con tono de arrepentimiento. — Ah... —la escucho aclararse la garganta— bueno, no hay problema. — Entonces, que dices, ¿sales para disculparme? — ¿Cómo...? — Se escuchó como sus pasos y unos segundos después salía Jennell con el celular aun sujeto— Serás idiota. —dijo cuándo lo vio y él le devolvía una sonrisa del media luna. La miro vio guardase el celular en el jean que llevaba y cerrar la puerta. Se le veía mejor, ya no tenía el aspecto pálido enfermizo, y podía ver que sus ojeras eran tan tenues que poco se le notaba, cuando estuvo cerca se alejó del carro y le plantó un beso en la mejilla que los sorprendió a ambos pero el actuó como si nada mientras le abría la puerta del carro. — ¿Cómo estás? — preguntó mientras se sentándose. —Uff eso te lo he contestado toda la semana, ¿a dónde vamos? — Se volvió para mirarle— ¿tu como estas? — Bueno, hoy no te lo he preguntado — Sonrió y desvió un momento sus ojos de la vía para darle un vistazo—. Y vamos a un parque, no a mucho de aquí. Condujo y estuvieron en un silencio cómodo hasta que llegaron y el estacionó en una plaza frente al parque, le sonrió y salió, iba a rodear el auto para abrirle la puerta pero ella se adelantó y viendo con una sonrisa de boca cerrada comentó. — Es muy... bonito. — él se le quedo mirando en busca de algo que no le gustara pero no encontró nada y con alivio hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera. — Sí, lo es, ahora no es nada comparado con la primavera pero sigue siendo esplendido. — ¿Sueles venir? Cruzaron la plaza y empezaron a caminar despacio entre arboles de cerezos, las personas trotaban, paseaba a sus mascotas y otros, como ellos solo caminaban, el suelo estaba rosa por las flores que caían, producto de las brisas que prometían un buen invierno. —Solía acompañar a mi hermana. — ella recordó la conversación que tuvo con Ebba y recordó que su hermana había muerto. — Es muy bonito. —repitió lo que dijo al llegar. Observó los árboles y una especie de calma y paz calló en ella mientras veía descender flores y hojas. Se pararon con la mirada fija en ellas, Ancel se acercó lo suficiente como para rosarle el hombro, ella no dijo nada más, permitió que fuera él quien decidiera contarle si así lo quisiera. — Ella era muy buena persona, y no digo esto porque era mi hermana —frunció el ceño—, o quizás sí, no importa para mí lo era, era dos años menor que yo pero parecía que ella fuera la mayor — sonrió— siempre con planes e ideas locas, yo era un ángel en comparación con ella, y con eso no quiero decir que era inmadura, a su vez era la persona más sabia cuando se requería la ocasión... — sintió como Jennell le veía pero no quito la vista de las flores que caían— juntos éramos una moneda y ella era una de las dos caras. Murió hace cinco años, víctima de los delirios de un loco s*****a, mi madre con ella. —Siento que eso ocurriera — era la primera vez que le escuchaba con ese tono de voz tan íntimo y en calma, bajo la vista y ahora era ella quién no le miraba —. Mi padre murió cuando tenía doce años y mi madre hace dos años, entiendo perfectamente cómo se siente echarles de menos. —Me alegra que sigas con vida, aquí, que me dejaras entrar a tu vida. — no supo porqué lo dijo pero quería hacérselo saber. El se giró completamente a ella y una briza los abrazó a los dos, estaban viéndose frente a frente, él observó sus ojos grises mirarle y no sabía porqué sentía que ella ocultaba un montón de cosas, deseó con todo su ser que ella confiara en él, que compartiera el peso de ellos con él. La briza les rodeó con más fuerza y suavidad, alguna flores se quedaron en el cabello de ella y delicadeza él se inclinó y se las quitó, le acomodó un mechón de cabello y pudo sentir el aliento de ella, le volvió a mirar y luego bajo la vista a sus labios, vio que ella miraba los suyos, se acercó un poco más, cuando de pronto de forma abrupta ella aterrizó en su pecho, sobresaltado miró tras ella para ver que la había empujado cuando vio una adolescentes con trenzas y lentes en el suelo. — Lo siento, no les he visto, venía revisando el celular y...ay…— se excusaba mientras se paraba y Jennell se despegaba de él y miraba a la muchacha. — No hay problema, ve con cuidado. La adolescente se deshizo en disculpas y se fue, ellos la vieron y cuando ella se perdió de vista él le sonrió, ella correspondió con una de las suyas sin mostrar los dientes. — Adolescentes... — comentó él. —Dices eso como si fueran de otro mundo. Empezaron a caminar otra vez, las brizas cada vez más frías y aunque ella llevaba un suéter cuello alto, no empezaba a tener frío. — Mi madre decía que los adolescentes no eran gente. — dijo con una sonrisa. — Vaya... —Ya sabes por lo irracionales, impulsivos, egoístas y malcriados que son bajo el efecto de las hormonas. Ella no pudo evitar estremecerse con las brizas que empezaban a dar con más fuerza y Ancel lo notó. —Señal de que cada vez más se acerca el invierno, siento no tener un abrigo conmigo en este momento como en las películas —sonrió— , se me ha quedado en el auto, vamos por chocolate caliente y regresamos al auto antes que cojas un refriado. —dijo mientras caminaban más rápido, el recordaba que vendían una tazas muy buenas en unos cuantos metros más. — Los dos podemos enfermar, no es como si fueras un vampiro... — comentó ella. — ¿Un vampiro? —Ya sabes, ellos no enferman porque están muertos, no sienten frío y esas cosas. — Pensé en ti antes que en mí porque casi nunca enfermo, mis defensas son bastante altas y cuando pasa se muere un Papa. — Ok... —respondió Jennell con cara de, eres un rarito. — De verdad. Llegaron al puesto y pidieron las tazas de chocolate, de vuelta empezaron a caer unas gotas heladas y los dos se miraron. — Es la primera lluvia de... — Jennell no terminó de decir nada cuando Ancel la tomó de la mano y empezó a correr— ¿Qué diablos Ancel? ¡Se me va a derramar el chocolate! — Cierto —coincidió el deteniéndose y tapo el suyo— ¡tápalo rápido! Las gotas empezaban a caer con más fuerza, la gente abría sus paraguas y otros corrían, Jennell tapó su chocolate rápido y Ancel no dudó en tomarle la mano otra vez y echar a correr, no supo por qué empezó a reír como idiota pero Jennell le siguió, su risa le alegró, ¿era la primera vez que le escuchaba reír? cruzaron la plaza y él le tuvo que soltar la mano para desactiva el seguro y corrieron a refugiarse de la lluvia dentro del auto. — Vaya carrera. —comentó Jennell con una sonrisa.
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