CAPÍTULO 15

2327 Palabras
—Bueno, después de todas las opciones y condiciones que tenga, ¿de qué trata el trabajo? — preguntó Jennell después de terminarse el plato, con más calma y paz que hacía minutos atrás. — Es en una fundación, la mayoría de las personas que trabajan allí son voluntarios—respondió Ancel mientras se paraba e iba directo al fregador con el vaso—, nosotros tenemos gente sin hogar, hay varias áreas, las de adultos, las de adolescentes, niños, y una gran cantidad de bebés. —hizo una pausa mientras miraba como vertía el contenido del jugo por el fregador, con el ceño fruncido, quizás pensaba que el jugo si estaba malo. Jennell le escuchaba en silencio mientras se levantaba para tomar los platos suyos y los de él para llevarlos al fregador también, él caminó y se sentó para darle espacio de una manera discreta. —Yo los iba a fregar, pero si quieres hacerlo… —le sonrió de manera divertida y Jennell empezaba a detallar que no solo era lindo, era muy apuesto, los hoyuelos que se le marcaban, los dientes blancos y alineados, sus espejas cejas que se fruncían cada vez que probaba el jugo o cuando decía algo y la vez parecía pensar otra cosa, Jennell dejó de mirarlo molesta por estar detallando cosas que no debían importarle y empezó a fregar mientras él continuaba hablando— no se me dan los platos, bueno, nada en la cocina, pero sigamos. Hay muchas cosas en las que puedes trabajar dependiendo que sepas, en el área de personas mayores si sabes de masajes terapéuticos ayudarías un montón, tenemos voluntarios en esa área, pero siempre falta, nunca sobra —él miró como ella asentía en señal de ir entendiendo todo mientras iba secando los platos, quizás era cosa de él, pero el ambiente era más relajado—, con los adolescentes si sabes de arte o psicología podrías ayudarles. — ¿Quién les enseña matemáticas, historia o esas otras áreas? —preguntó curiosa Jennell mientras acomodaba los platos en su lugar. —Ellos van a la escuela, ha sido un logro desde hace unos cuatro años acá, pero recibimos donaciones y ellos mismo hacen festivales para recaudar dinero y poder cubrir los gastos que acarrea la educación. — lo comentó de forma orgullosa. —Ah… bueno, sigue…— pidió mientras tomaba las bolsas en las que él había traído la comida y se giraba para observar todo se colocaba la basura, le tomo unos instantes darse cuenta que el envase estaba cerca de la puerta que daba al jardín. — Los niños también van a la escuela, y es lo mismo, arte, psicología o cualquier otro tema de aprendizaje —continuó—. Los bebes, bueno, esa área es más complicada, allí los bebes lloran y hacen sus respectivas necesidades y…uff , bueno, ellos son bastante agotadores para alguien que no está adaptado y preocupado por sus necesidades, no dejamos que cualquiera se encargue de ellos —dijo mientras veía como ella caminaba para sentarse a escucharlo después de haber limpiado todo—, pero como todos, necesitamos manos allí también, — pausó y la miro dudando de decir o no lo demás, ella no estaba en condiciones—y bueno, también está el área de limpieza, lavar ropas, limpiar , cocinar… eso es más agotador. — Bueno, supongo en sí que ese sí es el trabajo, para lo demás hay voluntarios —respondió ella— es allí donde imagino que debo trabajar, quiero hacerlo. Hacer caridad no es trabajo, yo no lo tomo como trabajo. Eso lo haría sin necesidad de paga. El asintió pero no estuvo de acuerdo. —Todo lo anterior también conlleva trabajo, cuidar de un anciano es agotador, cuidar de bebes es agotador…—miro como ella aparentaba estar de acuerdo pero estaba seguro que no le seguía la idea—además, para el limpiar hay que estar fuerte— comentó de forma amable y cuando ella frunció el ceño corrigió— no solo fuerte, si no bastante fuerte—sonrió ante lo que dijo, la cagaba más aclarando que dejando las cosas dadas por hecho—. En fin, sabes que no puedes hacerlo, no ahora, debes cuidarte más durante un tiempo—se sinceró aunque veía como la incomodidad empezaba a tragarse a Jennell—. Sé que te es de tu agrado tantas órdenes o atenciones, pero tranquila que no te voy a fastidiar mientras comas —Se paró para estirarse y aligerar un poco la situación —. Vamos, todos hemos enfermado alguna vez, eres fuerte para poder estar como estás, pero no todos somos de hierro. Ella no respondió nada y él optó por dejar el tema. —Bien, ¿quieres seguir leyendo o te apetece darte una vuelta por la fundación? —pregunta mientras sacaba las llaves de sus Jeans. — ¿Podemos hacerlo ahora? — Pregunta sorprendida ella mientras se levantaba— pensé que no iba a verlo hasta que estuviera en mejor condiciones, ¿no empezaba en un mes? No lo dijo en forma de reproche, si no de sorpresa y tal vez entusiasmo. —Vamos a verlo Jennell, para que tengas idea de cómo es, el ambiente, su gente, —aclaró mientras se llevaba la manos al cabello y se lo revolvía— no para que empieces a trabajar o decidas ya, y sí, probablemente empieces en un mes. — ¿Probablemente? —eso si sonó reproche— no puedo quedarme mucho tiempo de brazos cruzados, tengo que pagar la comida, la estadía, otras cosas…—empezaba a bajar la voz, como si eso fuera asunto solamente suyo. Y es que lo era. —Tranquila, la estadía te dije que es gratis, es ayuda, tú nos ayudas con tu trabajo, nosotros con tu estadía, hasta que consigas un lugar, no hay problema si quieres quedarte, y la comida, bueno, ya tendrás para un mes. — dijo mientras empezaba a rodear la isla y empezar a caminar a la sala. — ¿Cómo que ya tendré comida para un mes? — preguntó curiosa ella mientras le seguía. No habría comprado la comida él o sí… no, no podía, no debía hacerlo, se dijo molesta. — Bueno, cuando la persona llega acá, esa… he, comida por un mes, es como una ayuda mientras empiezas a trabajar y tengas dinero. — Se sentó en un sofá y ella en otro, frente a él—tranquila, no te acostumbres. — bromeó pero él. — No lo hacía. — Bueno, ¿vienes entonces o te quedaras a leer? Las dos opciones están bien. — ¿Qué tengo que llevar? —preguntó ella mientras se veía la ropa. — ¿Tu esqueleto? —bromeó Ancel mientras se reía de su chiste, solo él. Ella lo miraba con una ceja arqueada — era un chiste… — Ajá. — Puedes llevar lo que desees, con lo que estés cómoda —le miró la ropa e hizo un gesto con el mentón— es más, yo pensaba que te venías con esas, solo esperaba que te calzaras, te ves cómoda. Ella miró su ropa y negó. —Dame unos minutos, ya vuelvo. — Bien —tomó el control que estaba en la mesita y encendió el televisor colocándolo en un en algún programa de futbol— .Yo me pondré cómodo porque cuando ustedes dicen unos minutos, es una eternidad. —comento subiendo sacándose los zapatos y dejando sus medias gris al descubierto, los subió al sofá y ella no comentó nada mientras subía escaleras arriba. Recorrió el pasillo y abrió la puerta, vio el cuarto, ahora su cuarto y se sintió agradecida con Dios por primera vez en mucho tiempo, de haberla sacado de donde estaba, de ayudarle después de que parecía que se había olvidado de ella en mucho tiempo. Avanzó y fue a buscar su bolso y sacó unos jeans gastados y una franela, agradeció internamente también que Ancel le hubiera dicho que cualquier cosa estaba bien, puesto que no tenía muchas opciones de vestimenta. Se cambió lo más rápido que pudo, se calzó y fue al baño, se cepilló los dientes una vez más, y se peinó el cabello en una cola alta, pero cuando una sutil punzada en la cabeza arremetió contra ella, optó por dejarlo suelto, no tenía frizz y tampoco es que lo tuviera tan largo. Bajó con cuidado y encontró a Ancel concentrado en el partido. Se veía cómodo y se detuvo unos segundos para analizar su perfil, tenía una nariz recta un tanto respingona y una mandíbula fuerte sin llegar a dar un aspecto grotesco. Quizás él sintió su mirada porque volteó a ver el lugar donde estaba parada, ella abrió los ojos pero avanzó hasta el diciendo un ya. —Bien, pensé que me iba a terminar el partido, y no es que estuviera malo. Hizo un esfuerzo para no pararse a detallarla mientras avanzaba a la puerta, abrió y se hizo a un lado para que ella pasara, cuando lo hizo sacó unas llaves del bolsillo y trancaba la puerta. En ese momento Jennell se dio cuenta que se había olvidado de preguntarle cómo había entrado, la noche anterior habían tocado el timbre, y ahora tenía una llave. En ese momento él notó la mirada interrogativa que tenía. Pero como no preguntó nada él decidió aclararlo. —Tengo unas, por si cualquier cosa, pero por las horas de anoche, pensé que era mejor que Adele nos abriera. — Ah… El empezó a caminar hacia su auto y ella le siguió observando el lugar con la luz del día, la residencia era grande, pero las casas que le flaqueaban eran también grandes, era una urbanización bonita, los jardines verdes, las calles limpias…Si, recordó dos cosas. Pero no dijo nada, mientras avanzaba a donde estaba Ancel abriéndole la puerta. —Puedo hacerlo sola. — dijo con un gesto de la mano con amabilidad, Ancel hizo la mejor de sus sonrisas y negó. —Si nosotros dejáramos de hacer esto, ¿Dónde están los detalles? —no la dejó contestar y rodeó el auto. Ella acomodó el cinturón y él hizo lo mismo antes de encender el auto. Empezó a manejar y las cornetas del auto casi explotan por el volumen del rock metal que había dejado encendido, Jennell se sobresaltó pero aguantó el grito. —Ay, coño —se quejó mientras le bajaba volumen— disculpa, es que me olvidé de apagarlo. —Tranquilo…—dijo ella con una mueca lo más parecido a una sonrisa— ¿te gusta bastante el rock mental? , bueno, mejor olvida la pregunta que ya se la respuesta. — bromeó por primera vez Jennell desde que le conocía. Ancel asintió y anotó mentalmente ese paso, ya empezaba a tratarlo con normalidad. —Sí, bastante — La miró un segundo—. ¿a ti que te gusta? — Bueno, tengo tiempo sin escuchar algunas nuevas de Ed Sheeran, o Adele, pero soy más de sinfonías de Beethoven, Mozart, Chopin… Son increíbles. El asintió y pensó que sus gustos…eran algo, bueno, no eran lo usual de quien pensaba que era. ¿Pero quién era ella? Él no lo sabía, en ese momento sintió una gran curiosidad que picaba pero no preguntó nada. —A mi madre le encantaba Morzat, puedo traerte unos cuantos discos si lo deseas. —ofreció. — Ah, no, no, no te molestes. —rechaza ella con timidez. —No es molestia —contradijo pero cambió el tema— ¿Cuántos años tienes por cierto? Te ves joven, pero quizás eres hasta mayor que yo, he visto casos —dijo con seriedad fingida— yo tengo veinticuatro, y hace poco me gradué en Derecho. Sabía que esa información venía con una pregunta por debajo. —Tengo diecinueve pero dentro de dos meses cumplo, así que tengo prácticamente veinte —pausó un momento— y no tengo una carrera universitaria. — Espero que este cumpleaños lo celebres por lo alto, es el fin de tu segunda década y el inicio de una tercera. Espero estar allí si me da tiempo, ¿me invitarás? —pregunta él después de su declaración, ella apenas era consciente de eso, nunca lo había pensado, si quiera había tenido una visión más larga que el año de vida que iba viviendo. — Sí, si llego a celebrar algo. —responde vacilante. Anduvieron unos minutos más en silencio antes de llegar, Ancel estacionó, y bajó, ella abrió la puerta antes que él lo hiciera y observó las instalaciones de la fundación, se veían grandes. —Es grande ¿no? — le comento él mientras empezaba a caminar hacia la entrada— pero no lo es, no lo suficiente para la cantidad de personas que no tienen hogar. — Se hace lo que puede. —animó ella, aunque él no había mostrado signo de inconformidad. —Claro, un granito de arena aporta la diferencia, aunque sea mínima. — asegura él con una sonrisa que ella podía empezar a acostumbrarse. Llegaron a la entrada y Ancel saludó con la mano a uno de los vigilantes y pasó a las anchas, saludo a unos más y pasó una sala que tenía bastantes corredores. —Bien, ¿por dónde empezamos? —Le dijo mientras veía los pasillos— solo tenemos dos opciones, bebes o ancianos, como es día de semana los niños están estudiando. — Bueno, creo que, por los ancianos estaría bien. El asintió y le hizo un gesto para que caminara a su lado mientras tomaban un pasillo. En el camino le contó que conocía unos cuantos, y que todos eran a su manera buena gente, que tenían manías pero todos ellos eran agradables y le dio unos consejos de cómo tratarlos. Cuando llegaron a una puerta donde se suponía estaban tomando el sol, o leyendo o haciendo cualquier cosa, Ancel solo pudo darle una sonrisa enorme antes de abrir la puerta.
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