Un rato después estaba cruzando el pasillo que antes había visto al bajar, suponía que por ese lado quedaba la biblioteca, puesto que del otro lado solo estaba la cocina, la lavandería y un jardín bastante amplio.
Las paredes eran altas y de un azul muy pálido, dando un aspecto elegante, pulcro y calmado, todas las otras puertas tenían pasado el seguro y no fue hasta la última que la encontró abierta, era la biblioteca.
La habitación era mediana pero todo, estaba lleno de libros, todo, desde un poquito más arriba del suelo hasta tocar el techo, las paredes estaban cubiertas y habían filas de madera también repletas en medio de la habitación. Jennell camino despacio sobre el suelo que estaba cubierto por una alfombra marrón que cubría todo. Repasó con cuidado los cubiertos de los libros con los dedos mientras leía los títulos, estuvo así minutos hasta llegar al final de ese libro y encontrar uno grande, La promesa del Ángel, llevaba por título. La misma habitación tenía un pequeño sofá y aunque al principio lo dudó, termino por sentarse subiendo las piernas y empezó a leer.
Pasaron al menos tres horas y Jennell no despegó la vista del libro, estaba por terminarlo, con emoción e intriga que era lo que iba a pasar, ya había estrellado un poco su corazón cuando la protagonista muere a mano del protagonista sin darse cuenta, y aunque en ese momento hubiera parado de leer, y aunque en ese momento era el ideal para culminar el libro aun faltaban unos cuantos capítulos para saber que pasaba después de la muerte de la muchacha. Estaba por pasar otra página cuando escuchó un toque en la puerta, miró un segundo y dejó el libro de lado para ir a abrirla, pero parece que solo era un aviso porque vio un Ancel atravesar la puerta segundos después.
Venía con unos Jeans oscuros y un suéter cuello alto n***o, que en otro hombre dudaba que le quedara tan bien como le sentaba a él, su cabello era entre el intermedio de haber sido peinado y rebeldía, cuando sus ojos azules encontraron los suyos Jennell no pudo sentir más vergüenza de que la viera como estaba, despeinada, y ahora que era aún más consciente de su estado acabado. Sin embargo por inercia se alzó y su semblante fue tranquilo, sin demostrar la incomodidad y vergüenza que levantaba en ella.
— Hola, llevo rato buscándote y como ya he revisado todo, supuse que estabas aquí o habías salido. —Dijo mientras avanzaba y le daba un repaso muy discreto, vio cómo su suéter y mono gris le quedaban un poco holgados, quizás en un momento habían sido de su talle, miro sus ojos grises apagados, sin demostrar alguna señal de emoción alguna.
Se acercó despacio mientras ella abría la boca para decir algo pero la cerró, quizás lo había pensado mejor o quizás no sabía que decir, así que solo asintió y para cuando él estuvo a su lado se inclinó para tomar un libro antes de preguntar un suave ¿puedo?
— Sí. —Musitó Jennell bajo y se volvió a sentar mientras él escaneaba el libro y parecía recordar algo.
— ¿Primera vez que lees? — preguntó mientras le devolvía el libro, y se recostaba superficialmente de una de las filas para no sentarse a su lado.
—No, ya he leído antes.
— Este es muy bueno, mi hermana solía llenar de libros este lugar casi semanal —dijo con una sonrisa, de boca cerrada—. No había libro acá que no hubiera leído, ese que tienes allí me hizo leerlo ella. —hablaba mientras parecía recordar cuando lo había hecho y negaba con la cabeza.
¿Solía? Jennell no quiso preguntar nada.
— Es bueno, algo triste, pero bueno.
— En eso tienes razón, de todos modos —hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera mientras se despegaba de la fila— te voy a recomendar unos cuantos—Jennell se levantó y le siguió despacio y con un moderado espacio de por medio—. Este que está acá, —empezó mientras sacaba un libro de una de las filas que ella no había tocado—es bueno, se llama Efecto Mariposa, no te dejes llevar del titulo, es muy bueno, ah, mira este de acá también es bueno, es de misterio y suspenso, te pone a pensar, El tren Azul, mi primer libro —se los tendió y siguió viendo hasta encontrar uno del grosor que ella tenía antes—. Ah, éste es largo pero no menos bueno que los otros, Angeles y Demonios, un escritor excepcional. Creo que con estos tres tienes para la semana.
—Gracias.
Ancel se dio la vuelta y por un momento la miró en silencio, de una manera directa a los ojos y aunque no era una mirada con algún sentimiento encima, Jennell la apartó, no le gustaba que la miraran como si quisieran saber algo más. Él no estaba preguntando, pero igual no le gusto.
—Bueno, ¿a qué has venido? —Pregunta mientras se giraba para llevar los libros al sofá— No es que diga que te vayas porque eres tú el que me has traído, tampoco quiero decir que si no me hubieras traído no quisiera que estuvieras aquí, pero, en fin, debes haber venido por algo.
Escuchó como caminaba para acercarse y ella le hizo un gesto para que se sentara que el rechazó con un gesto de la mano.
—Sí, tienes razón—pauso un segundo, pensando como preguntar—. ¿Cómo te encuentras? ¿Te sientes cómoda acá? quería saber cómo habías pasado la noche.
— Ah, sí, sí, quiero decir, bien, he dormido bien. Gracias por preguntar. — se llevó una mano al cabello para apartarlo de la cara.
— Eso es una buena noticia, ¿nada de mareos?
— No, y no tienes que preocuparte, ya me estas ayudando mucho, no es necesario que te preocupes.
— No es molestia. Bueno, ¿quieres ir a comer algo y así me preguntas lo que no preguntaste a noche? es decir, imagino que tienes preguntas— Empezó a caminar y como no vio a Jennell moverse se giro con una ceja alzada como si recordara algo—. ¿no has comido verdad? dime que llegué temprano.
— No, aún no he almorzado, aun así no quisiera incomodarte. Ya podremos hablar más tarde. —dijo con un leve pero leve rubor que ninguno vio o sintió.
— Ah, no te preocupes, ya he comprado el almuerzo. —Soltó una risita mientras se llevaba a mano al cabello y se lo volvía, los hoyuelos se le marcaban y sus dientes alineados quedaron a la vista esos segundos—Vamos, lo he dejado en la cocina.
—Ah—alcanzó a decir con sorpresa ella—, claro.
Los dos empezaron a caminar, Ancel iba adelante recordando que sí había acertado lo que pensaba, ella no iba aceptar algo así de fácil, era reservada, quizás tímida, bueno no sabía decirlo, no la conocía. Pero presentía eso y había acertado.
Cuando rodearon la isla él quedó del lado a la cocina y ella sentada frente a él.
— ¿Quieres que te ayude en algo?
— No, ya está todo listo, yo solo tengo que servirlo. —rechaza la ayuda mientras desanudaba las bolsas que habían traído y el olor a pollo se filtró, en ese momento Jennell sintió el hambre que se le había dormido con la lectura—¿Dónde estaban los platos? —Escuchó preguntar a Ancel bajito que imagino que se lo decía así mismo mientras abría estantes— ¿Jennell recuerdas donde te dijo Adele que estaban los platos? —Terminó por preguntarle a ella cuando se rindió, aceptando que no recordaba— Es que no quiero tomar alguno de las otras chicas y que tengas problemas, aunque no lo creo, pero es mejor evitar.
—Sí, están allí. —dijo mientras señalaba uno de los espacios de madera que le había asignado Adele esa mañana.
—Gracias, algunas veces mi memoria me falla y eso que apenas tengo veinticuatro, ¿que será cuando tenga cincuenta…? —bromeó y Jennell anotó mentalmente su edad, se llevaban casi cinco años. Se preguntó porque sacaba esa cuenta pero volvió en si cuando él le preguntaba algo.
— ¿Disculpa?
—Te preguntaba si te gusta el jugo de zanahoria, he traído uno. Claro si no quieres puedes tener leche...o simplemente otro jugo. — dijo mientras le veía servir pedazos de pollo con ensalada de verduras.
Sabía que ese jugo de zanahoria había sido pensado, a ella no le gustaba mucho pero no se quejó.
— Sí, me gusta.
—Entonces no hay problema. —comenta mientras serve dos vasos de vidrio a tope y le acercaba el plato con los cubiertos y el vaso con el dichoso jugo.
Se sienta tomando en una silla alta que estaba justo a su lado, antes la había ignorado para poder servir todo con comodidad.
— Entonces, buen provecho.
— Igual... —esperó que él se llevara el primer bocado para ella comenzar, y con cuidado empezó a comer. Veía de a rato el jugo y veía como él también lo hacía.
— Bien, puedes preguntar lo que quieras... —Ancel rompe el silencio.
— ¿En qué trabajaré? —preguntó de forma suave sin sonar exigente, no es que no fuera a trabajar de lo que fuera pero tenía curiosidad.
— Hay varias opciones, dependiendo de la que te agrade más y estés en condiciones de hacer—Hizo una pausa y se llevó el jugo a la boca y aunque trato todo lo posible no pudo evitar hacer una mueca—. Ay, carajo... ¿No te sabe un poco mal esto? —Alzó el vaso para verlo mejor, buscando algo fuera de lugar— ¿No estará vencido?
Jennell embozó una sonrisa y se llevó a los labios el jugo y tomo un pequeño sorbo por si acaso pero negó.
—No, sabe normal... — por no mentir y decir bien— ¿No lo habías tomado antes?
El la miró y miro el jugo con una pequeña sonrisa de manera penosa. Pudo ver un leve rosado en las mejillas del chico y negó mientras se llevaba el tenedor con más verdura a la boca.
—Claro que sí, solo que este sabe diferente, ya sabes, quizás la zanahoria estaba demasiado madura...
— ¿Madura? —pregunto ella sonriendo para presionarlo a que dijera la verdad.
— Sí, quizás maduró mal, como Maduro el presidente de Venezuela —se carcajeó y ella como no entendió el chiste solo asintió— bueno, no, la verdad es que no y este jugo sabe jodidamente mal...
— ¿Por qué lo compraste entonces?
— Para variar, para dar sabor al paladar —bromeó—. Bueno, decía que tiene bastantes vitaminas, y pensé que nos vendría bien.
Nos... Jennell sabía que era para no hacerla sentir incómoda.
— Claro.
— Y bien, ¿qué más quieres saber?