CAPÍTULO 4

1950 Palabras
La mañana había pasado volando y parte del medio día, apenas había tenido unos minutos de digerir la comida, mientras Susana y Katherine hablaban de cómo le iba a una de ellas en una cita el día anterior, Will y ella se sentaron en silencio, aprovecharon los minutos de descanso. Ese era uno de los motivos por el que Jennell se había permitido acercarse a Will, hablaba cuando se le necesitaba, era discreto, nunca le preguntó muchas cosas que cualquiera exigiría saber, una paciencia y amabilidad infinita. Para cuando se había acabado los minutos de descanso, volvió a salir a las mesas para asegurarse que estaban limpias, volvió a la puerta y colocó el anuncio de "abierto" y mientras se iba llenando, las ordenes iban y venían, de un momento a otro las tres volvían a atender a la cantidad de personas que pasaban por allí por alguna orden. Cuando sólo faltaba una hora para cerrar y no habían más que tres mesas ocupadas, llegó una pareja y Jennell ocultando su cansancio tras una sonrisa de boca cerrada, fue a darles el menú puesto que Susana y Katherine habían acabado su turno hacía al menos un hora, sólo ella y Will se quedaban esas dos horas extras puesto que necesitaban el dinero y esas dos horas solía ser para servir postres o algún plato sencillo que quedara del día. — Buenas tardes, bienvenidos, ¿Que desean pedir? — saludó a la pareja conformada por una pelirroja que se veía muy bonita, se notaba aun con todo el maquillaje que le cubría, la chica le sonrió amable de vuelta y tocó la mano a su acompañante que estaba absorto en su celular, este asintió sin levantar la vista y levantó un dedo en señal de que esperara un minuto—. Puedo dejarles el menú y regresar en un minuto. La pareja de la chica por fin soltó el celular y quitándose las gafas que llevaba y se acomodó en su silla para prestarle atención. Ambos se sorprendieron, pero cada uno supo ocultarlo tras una mueca, y aunque estuviera incomoda hasta los huesos, se mantuvo allí unos segundos más esperando a que contestara. — Creo que lo que pidas, para mi está bien. — dijo el chico acomodando su pasamontañas como si quisiera ocultar su cabellera rubia. — Creo que pediremos un Pay de limón y manzana —La pelirroja miró a su pareja para cerciorarse que estuviera de acuerdo aunque este le había dicho que no importaba —. Sí, bueno, creo que eso es todo. Jennell anotó todo el pedido y se despidió con un “vuelvo en momento”. Mientras le daba la orden a Will y este buscaba en la nevera de los postres del pedido, no pudo evitar curiosear por la ventana la pareja. Estos parecían hablar, en gran parte la pelirroja lo hacía mientras le veía de una manera especial, esa manera en que ven los enamorados y aunque él no le ignoraba del todo, parecía estar al pendiente de las afueras del restaurant que se podía divisar a través de las paredes de cristal. Un dedo tocó su hombro y no pudo evitar saltar por la sorpresa, girándose encontró al moreno con una sonrisa de burla y la bandeja en la mano. — ¿A quién espías? — preguntó este entregándole la bandeja, se hizo a su lado para también mirar, él no vio nada fuera de lo normal. — Que cotilla eres Will. — reprocha Jennell mientras le sonreía, a lo que el rubio como si supiera que tras la ventana le miraban movió su rostro en dirección a ellos, aunque no pudiera verlos. Jennell no pudo evitar hacer una mueca y Will frunció el ceño al verle el rostro. — ¿Es Ancel Parish? — preguntó con asombro. — ¿Quién diablos es Ancel Parish? —respondió ella con curiosidad inocente. Will la miró y estuvo a punto de llevarse la mano a la cara, pero la compresión llegó rápido a él cuando recordó que ella no tenía televisor, computadora o cualquier cosa que le comunicara los sucesos del país más que el que había en el restaurant y no era que tuviera tiempo de verle. — Es el hijo del senador más importante aquí Jennell, ahora mismo está en el foco de las cámaras porque no se sabe si se postulará, la gente lo quiere pero él sólo ha dado respuestas vagas —explicó y volvió a mirar el rubio que sin ellos saber empezaba a impacientarse por el tiempo que tardaba —. No tengo idea que hace acá, pero ve a llevarle eso de una vez antes de que tengamos una queja. Ella asintió y procesando la información se dirigió a la mesa, el día de ayer al ir al club ella pensaba que era un pillo rico, y no es que no lo fuera, pero le había vertido las bebidas al hijo del senador y por si fuera poco le había llevado a casa y fue muy poco amable, no es que ahora le interesara, pero le daba un miedo estúpido que se quejara del club o ahí mismo y con su sola influencia quedara despedida en segundos. — Disculpen la tardanza. — con sumo cuidado sitúo los platillos en la mesa, mientras iba colocando los cubiertos miró de reojo al rubio que le prestaba atención sin demostrar la curiosidad que sentía por ella en esos momentos, esto no hizo más que ponerla aún más nerviosa, se apresuró a preguntar si querían algo más solo viendo a la chica que negó, después de haberles atendido fue a ver las tres mesas que había atendido antes. Mientras ella se alejaba Ancel detalló como el ese traje, un poco más cubierto que el que usaba en la noche para trabajar en el bar, le quedaba un tanto holgado, vi como su piel pálida hacía contraste con el tono azul del uniforme, en otro momento, hubiera dicho que era un pálido bonito, pero como había pensado la noche anterior, ese era un pálido enfermo, con la luz del sol lo confirmaba. Se preguntó si cuanto habría dormido, la noche anterior había salido bastante tarde. Dos de ellas ya habían terminado y pidiendo la cuenta Jennell fue y vino con tres batidos para una de las mesas donde habían adolescentes y con las dos facturas de las mesas restantes. Pasaron al menos quince minutos antes que las tres chicas pidieran la cuenta y sólo quedara la pelirroja y su pareja, ellos ignoraron que el local estaba vacío y siguieron hablando. Por otro lado la pareja en aquella mesa había empezado su conversación. (…) Ancel. — Ancel, ¿crees que podamos seguir con esta mentira mucho tiempo? He estado pensando, y es cierto lo que me dijiste la noche, no puedo quedarme de brazos cruzados y sí, creo que estoy abusando de ti. Voy a decirles la verdad, hoy, además, ya tengo un plan, más que un plan es un proyecto. —preguntó la pelirroja con amabilidad, Ancel guardó su incomodidad a través de una sonrisa que parecía sincera. El volvió su atención a ella, y asintió para estar de acuerdo. — No quería decirte que estabas desperdiciando tu tiempo siendo una cobarde, pero como soy tu amor de la vida — bromeó, pero volvió ponerse serio —, tengo que decirte las cosas, no es que no pueda seguir ayudándote, pero tienes que empezar a dar cara, a tener voz propia y afrontar el mundo Mel. — Tu siempre tan sincero, que amor eres — su voz llena de burla —, lo que quería decirte es que ya he tomado una decisión y nada me hará cambiar de opinión. Quiero tomar un año de mi vida para dar ayuda humanitaria, me voy a unir a unas monjitas cool para hacerlo. El alzó una de sus cejas con incredulidad. — Eso de ayudar está bien, por fin harás algo con tu culo flojo, pero ¿me estas jodiendo con lo de las monjas? —chista el rubio y estuvo a punto de quitarse en pasamontañas para pasarse las manos por el cabello por manía. — ¿Tienes algo en contra de las monjas? ¿Acaso no visitarías al amor de tu vida en un convento o estas dolido por el rechazo indirecto? —bromea ella mientras sorbía con la pajita el pedido. — No, pero imagina, ¿Qué dirían de mí si mi última novia decide convertirse en monja? — dijo con un poco de drama y horror fingido. — En fin, no dije que me convertiría en monja, quiero ser voluntaria, quiero un año de mi para ayudar, para pensar que quiero hacer… de verdad lo quiero Ancel… Siguieron hablando unos cuantos minutos más pero en una de sus miradas al reloj y vio que faltaban cinco minutos para cerrar, hizo un gesto a la morena que había visto un par de veces pasar por aquí y por allá mientras hablaba con Mel. Cuando la morena llegó a la mesa, pudo ver su semblante tranquilo pero quizás fue si imaginación haber visto un ápice de nerviosismo en sus ojos. Esa actitud no la había tenido al llevarla a casa, si cuando le había vertido las bebidas encima pero no en la calle. Eso era raro. — ¿Desean algo más o pedirán la cuenta? —su voz salió suave y aunque él estaba acostumbrado a ver chicas de todo tipo, la sencillez que tenía la morena le atraía, con disimulo de no demostrar nada más que gestos relajados carraspeo. — No, gracias, la cuenta por favor. — ella asintió y parecía haber previsto esa petición porque sacó la factura de la carpeta que tenía apoyada a la cintura y se los tendió. Ancel tomó la factura, sin detallar el precio dijo un ya vuelvo a su compañera y se levantó para seguir a la morena que le llevó con nerviosismo al cajero, él no lo notó. — Me permite la tarjeta por favor. — dijo mientras se posaba tras el cajero y marcaba la factura y el costo. El sacó su cartera y aunque hubiera podido pagar con efectivo, había decidido en un segundo pagar con la tarjeta para tener un momento a solas con ella. — Ten. — le extendió la tarjeta y ella la tomó con velocidad sin llegar a ser grosera. En silencio marcó y pasó la tarjeta dándosela de vuelta en menos de quince segundos. — ¿A qué hora comienzas a trabajar aquí? — preguntó de pronto Ancel. Ella se irguió inconscientemente y dudo en responder pero por temor a hacerle enfadar, tragó su orgullo de mandarle a la mierda. — A las siete, señor. — contestó bajo mientras veía a la pelirroja que le esperaba pacientemente en la mesa. — No me digas señor, si apenas quizás te debo llevar pocos años —pidió con amabilidad Ancel—, entonces ¿tienes dos trabajos? — no pudo ocultar su asombro y curiosidad. — Sí, y si no tiene más que pedir, sin intensiones de ser grosera señor, perdón, Ancel tenemos que cerrar. —El espabiló y con un asentimiento susurró un “nos vemos” que sólo él mismo pudo escuchar. Al llegar a la mesa tomó las gafas y le extendió la mano a la pelirroja y salieron, Jennell les observó mientras colocaba el aviso de cerrado, y cuando comenzaba a limpiar la primera mesa, escuchó un auto estacionarse, se giró para señalar el letrero de cerrado cuando vio a la pareja subirse al auto y desaparecer. Había sido un día largo y la noche no se quedaría atrás.
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