El Sobre

1379 Palabras
Capítulo 10 Elena se alejó de Christopher, caminó a pasos rápidos, se detuvo en medio del pasillo, respiró hondo, debía tranquilizarse, una vez tranquila volvió a su escritorio. Christopher volvió unos minutos después, se dieron una leve mirada, éste entró a su oficina. «Debo averiguar qué le pasa, siento que es algo muy grave, se veía muy angustiada, debo ayudarla», pensó con preocupación. —Elena —musitó. Le entró una llamada, al ver que era Vania, la ignoró. Vania, al ver que Christopher le había rechazado la llamada, se enfureció, lo maldijo. —Christopher, tiene días ignorándome, no puedo permitir que se me escapé, ya se me fue una vez, no lo permitiré de nuevo, él debe ser mío —sentenció. Tomó su celular y lo aventó sobre la cama, estaba enfurecida. En la empresa, Christopher estaba revisando unos documentos, cuando tocaron la puerta, era su hermana. —Hola, hermanito —a Christopher le caía mal que le dijera así, la miró con severidad, Mía sonrió. Christopher resopló. —¿Qué quieres? —le habló en tono serio. —Nada, solo vine a verte, ya que no te has presentado en casa. —He tenido mucho trabajo, en estos días iré a casa. Mía rodó los ojos. —Siempre es lo mismo contigo, siempre trabajo y más trabajo, no sales a divertirte, el otro día Joshua te invitó a salir y lo rechazaste, ¿Por qué? No le respondió nada, le dio una ligera mirada, volvió a lo que estaba haciendo antes de que Mía llegará. Elena apareció en la oficina de Christopher, Mía al verla le sonrió. —Elena, hola, ¿Cómo estás? —Bien, gracias. Mía notó algo en su mirada, como preocupación. —Venía a ver si se les ofrecía algo, antes de irme. —No, gracias, vete con cuidado —dijo Mía. Elena le esbozó una suave sonrisa, salió cerrando despacio la puerta. —Algo tiene tu asistente —señaló. —¿Por qué lo dices? —Por su mirada, se miraba como que algo le preocupa, estaba, no sé cómo explicarlo, angustiada. Christopher no dijo nada. Miró a su hermana. —Debo salir, tengo cosas que hacer, nos vemos luego —se despidió de ella con un beso en la mejilla. Christopher salió, subió a su auto, y se marchó, quería ver si podía alcanzar a Elena. Miró su carro, la siguió discretamente. Elena llegó a su hogar, dejó su bolso sobre la barra, se sirvió un vaso de agua. Se sobresaltó cuando escucho un trueno, volteó a la ventana y vio que estaba cayendo una fuerte lluvia, las gotas de agua golpeaban con fuerza su ventana. —Espero no se vaya la luz —musitó. Le temía a la oscuridad, preparó unas velas por si se iba la luz. Christopher se quedó en su carro mirando al edificio, la lluvia golpeaba su convertible n***o. La luz se había ido en el edificio, temió por Elena, quiso bajarse, pero la lluvia estaba muy fuerte, el cielo tronaba. Le entró una llamada, era su madre, respondió. —Hijo, ¿Estás bien? ¿Tienes luz en tu Penthouse? —No sé, madre, aún no llegó. —Vente a la casa, no quiero que estés solo, por favor —le pidió Fátima. Se escuchó el grito de Mía, al escuchar un fuerte relámpago. —Vente con cuidado, hijo, por favor —Fátima estaba preocupada porque su hijo estaba en la calle. —Sí, mamá. Colgó. Dio una última mirada al pequeño edificio y se fue. —Hijo, gracias a Dios estás aquí —Fátima lo abrazo, Christopher besó su mejilla. La pasaron en la sala de estar, conversando trivialidades, el señor Xavier estaba orgulloso de su hijo, pues la empresa iba mejor que nunca. —Extrañaba tener a mi familia junta —añadió Fátima con felicidad. Christopher le regaló una cálida sonrisa a su madre, ella le devolvió el gesto. Los papás de Elena, le marcaron para saber cómo estaba, ella les dijo que estaba bien, que no se preocuparan, la señora Elisa le pidió que se cuidara mucho, Elena le respondió que sí, agradeció. Luego de la llamada, Elena se acomodó para dormir, pero le fue imposible, la tormenta estaba muy fuerte, veía por la ventana, el cielo tronaba, pareciera como si se fuera a caer. —Me quedan solo dos días, ay, Dios, ¿Qué haré? —sollozó. No quería comentarle a su amiga por vergüenza, temía que se riera de ella por haber creído en esas páginas. La tormenta se acabó muy tarde. La familia Collins se reunió a desayunar como hace tiempo no lo hacían. —Me voy, debo llegar a la empresa —se despidió de su mamá con un beso en la frente. —Cuídate, cariño —Fátima le dio la bendición, Christopher besó el dorso de su mano. Elena por primera vez llegó temprano a su trabajo, saludó a la recepcionista, entró al elevador, vio el aviso del banco, cerró los ojos, estaba angustiada. El elevador se abrió, salió y caminó por el largo pasillo, hasta llegar a su lugar. —¿Se te cayeron las sábanas? —rio Ashley. Elena rodó los ojos, no tenía humor para sus bromas. Su compañera la miró extrañada de su actitud, notó que había amanecido de mal humor, ya que Elena no era así, siempre se reía de sus cosas. Christopher llegó a su piso, y se alegró de verla. —Buenos días —saludó. —Buenos días, jefe —saludaron las muchachas, menos Elena. Sarah apareció agitada, se acomodó de prisa en su lugar. —¿Ya llegó el jefe? —Si —respondió Ashley. Sarah maldijo. Ashley se rio, Sarah río con ella. Volteó a ver a Elena. —Hola amiga, ¿Cómo estás? —Bien. Sarah la miró y sabía que no era verdad, no dijo nada más, volvió a su lugar. Las secretarias comentaron de la tormenta de anoche, Ashley, les platicó que su bebé de cuatro meses se puso muy nerviosa, con los truenos. —Ay, pobrecita —comentó Sarah. —Sí, ya sé, me la pasé consolándola, se calmaba a ratos. —Estuvo muy feo —señaló otra chica. Todas asintieron. Elena se mantuvo callada, no tenía ánimos de nada, solamente pensaba como podría solucionar su problema, solamente le quedaba un día, sin poder evitarlo, soltó un sollozo, sus compañeras se dieron cuenta, Sarah se acercó a ella, Elena se levantó y fue al baño, odiaba que la vieran llorar. Las chicas murmuraban entre ellas, Sarah se preocupó, nunca la había visto así. Christopher salió, y al ver el lugar vacío de Elena, preguntó por ella. —Fue un momento al baño, no se sentía bien —dijo Sarah. Christopher asintió despacio. Caminó hacia donde se encontraban los baños, Elena venía de regreso, chocó con él, no se fijó por estar limpiando su rostro de las últimas lágrimas, Christopher se dio cuenta de que traía un sobre, estaba seguro de que ahí venía la razón por la que Elena ha estado mal estos días. —Discúlpame —Elena, asintió. «De una manera tendré ese sobre». Regresó a su oficina, llamó a Ashley. —Dígame, señor. —Quiero que me traigas un sobre blanco, que Elena guarda en su bolso, eso debe quedar entre nosotros, ¿Entendido? Ashley asintió. —A la hora de la comida lo haces, puedes retirarte. La mujer salió, cerrando con cuidado la puerta. Sus compañeras le preguntaron que si para qué la quería, inventó que era algo del trabajo. Las secretarias asintieron, les encantaba el chisme. Se llegó la hora de la comida, Ashley comentó a sus amigas que iría al baño, que al rato las vería en el restaurante. Cuando se quedó sola, tomó el bolso de Elena, agarró el sobre, y acomodó el bolso como estaba, entró a la oficina de Christopher, se lo entregó en su mano. —Gracias. Ashley asintió, dio media vuelta, salió de la oficina. —Veremos porque estás tan preocupada. Abrió el sobre, y leyó. —No puede ser —negó —. ¿Cómo fue que llegaste a eso? —suspiró —. No importa, te ayudaré, tengo un plan. Guardó la hoja en el sobre, salió, agarró el bolso de Elena, y lo guardó.
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