Capítulo 9
Christopher se encontraba en su Penthouse, tomando, había estado de mal humor todo el día por la extraña actitud de Elena, se sentía mal por ella, sentía la necesidad de saber por qué sé comportó así. Ninguna mujer le había importado tanto como ella, ¿Será qué Elena había logrado entrar en su corazón?
Dio un último trago y dejó el vaso sobre la barra, salió.
Conducía hacia el departamento de Elena, tenía que hablar con ella, quería verla, quería sentir sus besos, Christopher estaba algo ebrio, había tomado desde que llegó de la oficina.
Tocó desesperado la puerta del departamento de Elena, ella abrió asustada sin fijarse primero quien era.
—Elena, mi novia secreta —dijo él. La tomó de la cintura y beso con ardor sus labios, Elena se quería quitar, pero él no se lo permitía.
Cuando al fin lo hizo le soltó una bofetada, Christopher se quedó perplejo, los ojos de Elena reflejaban enojo y odio, eso a él le dolió.
—Vete de mi casa —gritó mirándolo con ira.
—No, no me iré, te necesito, quiero que me des una explicación, porque quieres dejarme —su voz sonaba ronca, arrastraba la lengua.
Elena lo veía con el ceño fruncido.
—Lárgate de mi casa.
—Que no me iré, hasta que me respondas.
Elena negó molesta.
Christopher deseaba volver a besarla, miraba esos labios que tanto le apetecía, Elena retrocedió, no soportaba tenerlo cerca.
—No me alejes de ti, no me dejes sin tus besos.
Christopher cada vez estaba irreconocible, no se parecía a ese hombre arrogante que todo mundo conocía, ahora se encontraba rogando a una mujer, algo que jamás hacía. Elena se había metido en su corazón sin que él se hubiera dado cuenta, o talvez sí, pero no quería reconocerlo.
—¿Qué me hiciste? —Elena lo miraba confundida, tenía su frente arrugada.
—Yo no te hice nada, sal de mi departamento o llamaré a los guardias, les diré que un loco me está molestando.
Christopher se soltó a reír.
—¿Sí? Háblales —cogió el teléfono y se lo dio en su mano, Elena se estaba poniendo más enojada —. Habla —retaba. Elena sé. Enfureció y colgó el teléfono con agresividad.
—Lárgate, aquí no eres nadie para venir a mandarme, estás en mi casa, la que manda soy yo —aseveró. Lo tomó del brazo y lo sacó de su departamento, cerrando la puerta en su cara.
Se recargó en la puerta, lágrimas corrieron por su rostro, las retiró con violencia, soltó un pesado suspiro.
Los días siguientes fueron pasando, Christopher y Elena, apenas cruzaban palabras, solamente lo necesario.
—Hola, Elena —Elion le dedicó una sensual sonrisa. Ella se incomodó.
—Buen día, joven —le saludó con cordialidad —. Ahora le aviso a su primo que quiere verlo.
Elion rio.
—No vengo a ver al ogro, sino a ti, quiero invitarte a salir a cenar.
Carraspeó incómoda.
—Lo siento joven, pero no puedo.
—Ay, ándale, un rato, te prometo que la pasarás bien —insistió, no se daría por vencido, ninguna mujer le decía que no, y ella no sería la primera.
—Lo siento, pero no —Elion sintió rabia, apretó los puños sin que se diera cuenta, al cruzar sus miradas, Elion le esbozó una fingida sonrisa.
Se retiró hecho una furia.
«¿Quién se cree esa mujer? A mí ninguna mujer me rechaza, vas a pagar esta humillación, te lo juro».
Llegó la hora de salida, Elena alistó sus cosas para irse a su departamento, se sentía agotada, fue un día pesado, de mucho trabajo.
Condujó a su departamento, el tráfico estaba terrible, pareciera que fuera a llover, el cielo estaba gris.
Entró a su departamento y vio un sobre debajo de su puerta, lo tomó y al abrirlo se quedó petrificada.
—No, no, no puede ser —sus ojos se pusieron llorosos, era un aviso del banco.
“Le notificamos que tiene un plazo de 72 horas para cumplir su obligación con el banco.
Casi contrario, procederemos legalmente debido al incumplimiento de esta mostrando en el préstamo hipotecario sobre su vivienda.
Le exhortamos a presentarse en nuestras oficinas para cancelar la totalidad de su deuda.”
Elena abrió de inmediato su computadora, se metió a su cuenta bancaria y se dio cuenta de que la habían vaciado.
—¡No, no, no!
Se encontraba muy mal, sentía que le faltaba el aire, tuvo un mal presentimiento, entró a la página en dónde había invertido y ahí vio que sus ganancias estaban en ceros.
—¡No puede ser! —soltó un fuerte hipo, sus lágrimas caían como cascadas por sus mejillas —. ¿Cómo es posible? Si todo iba bien, ¿Cómo es posible qué este en ceros? ¡Me estafaron!
Tres días, el banco me da solo tres días para salvar mi apartamento.
No puedo quedar en la calle, no tengo adónde ir ni a quién pedirle ayuda.
Me robaron, ¿Quién podrá ayudarme? No tengo a quién a acudir, no puedo decirle a mis papás, mi mamá sufre del corazón y eso sería preocupante para su salud.
Llegaban comentarios a mí vía w******p, eran unas chicas que decían que también fueron estafadas, se habían quedado sin nada, a algunas de ellas el banco ya les había embargado sus apartamentos.
De pronto sintió que su garganta se cerraba, el aire no llegaba a sus pulmones, sudaba profusamente y temblaba.
Tomó algo de agua, debía calmarse, así como estaba, no podía pensar con claridad.
Esa noche no pudo dormir, se la pasó preocupada, lloraba, estaba enojada con ella misma por ser tan estúpida.
Al día siguiente, apenas y pudo arreglarse para ir a trabajar. Entró a la empresa, dio los buenos días con debilidad a la recepcionista, ella la miró extrañada, siempre fue alegre, y ahora estaba todo lo contrario.
Subió a su piso, se acomodó en su lugar de trabajo, Sarah le miró preocupada, su amiga se veía mal, se notaba que no había dormido, sus ojos se miraban hinchados como si hubiera estado llorando.
Se acercó a ella. —Amiga, ¿Estás bien? —Elena sentía vergüenza, no quería decir lo que pasó.
Asintió.
—Es que tuve mala noche, me vino mi periodo.
Sarah no era tonta, sabía que su amiga le estaba mintiendo, pero no quiso insistir.
—Sabes que estoy, cualquier cosa podemos hablar, eres mi mejor amiga —Elena le agradeció con una suave sonrisa.
Christopher había escuchado, y también se dio cuenta de que había mentido.
«Voy a averiguar que es lo que te tiene así, y haré todo por ayudarte», pensó.
El resto del día Elena se le dificultaba concentrarse, se la pasó pensando en su problema. En el baño lloró, Christopher que pasó por ahí la escuchó, se sintió mal, quería hablarle, preguntarle que le pasaba, pero sabía que sería al último que le diría.
Cuando Elena salió del baño, se encontró con la mirada de Christopher, éste la miró con suavidad, acarició su mejilla, retirando una lágrima que corría por su mejilla.
Elena deseaba arrogarse a sus brazos, sentir su apoyo, llorar en sus brazos.
Termino por arrogarse a sus brazos y lloró en su pecho, Christopher la abrazó con fuerza a él, consolándola.