No me dejaré caer

1431 Palabras
Capítulo 8 Se estaban devorando a besos, Christopher acarició la pierna de Elena, le gustaba sentir la suavidad de su piel en sus manos. Sus labios recorrieron a su cuello, Elena pudo sentir su virilidad bajo su vientre, cruzaron sus miradas, sus respiraciones estaban agitadas, ella también lo deseaba, lo ha amado en silencio, pero también no era tonta, sabia que desde aquella noche Christopher tenía ganas de hacerla suya, ella también lo deseaba, pero era muy pronto para eso. Escucharon que tocaron la puerta, Christopher, se recompuso de inmediato, Elena limpió su labio rápidamente. —Adelante —dijo Christopher, luego de ponerse detrás del escritorio, Elena estaba sentada frente a él. —Aquí estás querido —entró Vania. Se acercó a él y beso la comisura de sus labios. Elena la miraba con furia, estaba muy molesta, y más porque Christopher no hizo nada, al contrario, podía notar que estaba cómodo con ella. —¿Qué estaban haciendo? —preguntó mirándome con superioridad. —Tenía que hablar unas cosas con mi asistente —dijo con frialdad, se puso de pie —. Ven, volvamos a la fiesta. Vania tomó la mano de Christopher y salieron del despacho. Elena se quedó sola, en esa habitación silenciosa, una lágrima corrió por su mejilla, la limpió al instante, estaba enojada, pero no debía ponerse mal, debía fingir estar, bien, sonreír, aunque por dentro se estuviera muriendo. Llegó al jardín y lo vio muy feliz bailando con esa mujer, ella al darse cuenta de la presencia de Elena se pegó más a su cuerpo, acarició su nuca, le esbozó una socarrona sonrisa. Vania sabia que Elena quería a Christopher, y que estaba sufriendo, puesto que desearía ser ella quien estuviera bailando con él. Elena suspiró, tomó una copa y bebió. —Hola —la saludó Elion. Elena le sonrió por cortesía. —Hola joven. Elion dejo salir una carcajada. —Por Dios, no seas tan formal, somos de la misma edad, llámame Elion. Elena solamente sonrió. —No creo que sea correcto, usted es el primo de mi jefe, me sentiría rara. Elion asintió. La admiró, se le hacía una joven muy guapa, le gustaba. Elena se incomodó por la forma en que el primo de Christopher la miraba, miró su copa, se sentía nerviosa, la mujer le dio una leve sonrisa. —Debo ir a ver unas cosas que me encargó mi jefe —mintió, se alejó de él. «Eres muy bella, Elena, voy a conquistarte, me gustas y mucho», pensó sin quitarle la mirada de encima, mientras bebía sé su copa. Christopher aniquiló a su primo con la mirada, no le gustó como la miraba. Elion era de esos hombres que salta en cama, no toma a ninguna en serio, para él las mujeres son diversión, nunca se ha enamorado, como lo hizo Christopher años atrás. La fiesta había finalizado, Elena se había despedido de la familia de Christopher. —Iré a buscar al señor Collins para despedirme. La madre de él, asintió suavemente. Elena caminó por el pasillo, escuchó unos ruidos, eran ruidos eróticos, su piel se le heló, no sabía por qué se sentía así, su cuerpo comenzó a temblar, su corazón latió con fuerza, al llegar a la puerta del despacho, pudo escuchar la voz de esa mujer. —Ohhh, Christopher… —pudo escuchar que se besaban, abrió la puerta sigilosamente y los vio, Christopher la besaba y acariciaba apasionadamente, sus lágrimas corrían por su rostro con furia. Elena no pudo más con esa dolorosa escena, cerró la puerta y salió de esa casa. Llegó a su casa y se dejó caer en su cama, lloró desconsoladamente. —Soy una idiota, era obvio que Christopher, solamente quería sexo, como no me acosté con él, se buscó a otra —se limpió las lágrimas, enfrió la mirada —. No me dejaré caer, ningún hombre me va a dejar caer —sentenció. *** El fin de semana pasó con rapidez, Elena iba llegando al piso en dónde trabajaba, Christopher estaba enojado, porque aún no había llegado, tenía 10 minutos de retraso y eso lo enfurecía, su impuntualidad, pero no podía despedirla, ya que era la mejor asistente que había tenido, su impuntualidad, era su único defecto que odiaba. —Hola, Sarah buenos días, ¿Ya llegó el jefe? —Si, y está que no lo calienta el sol, está enfurecido. Elena rodó los ojos, ya no le importaba, es más le valía si la corría por ella feliz. «Claro, eso haré», pensó. —Ahora vuelvo —dejó su bolso y caminó por el pasillo, hasta llegar a recursos humanos. Tocó y Amelie la recibió con una suave sonrisa. —Hola, ¿Cómo estás? —preguntó la mujer de unos 42 años, cabello castaño oscuro, largo hasta la espalda, siempre estaba alegre. —Hola, em, bien, vengo a solicitar mi renuncia —Amelie se quedó perpleja, a lo que acababa de escuchar. —¿Qué dices? ¿Renunciar? Elena asintió decidida. —Últimamente no me he sentido a gusto en el trabajo —mintió. Amelie la analizó con la mirada, no creyó en sus palabras, sabía que había algo más. —Amelie, por favor, no pregunte —Amelie asintió levemente. Una vez que Elena tuvo el documento de su renuncia, volvió a su puesto de trabajo. —El jefe volvió a preguntar por ti —le dijo su amiga. Elena caminó unos pasos, tocó la puerta de la oficina de Christopher. —Adelante —gritó. Elena entró y le dejó el sobre su escritorio, él alzó la ceja mirándola esperando una explicación. —Es mi renuncia —señaló con frialdad. Christopher se rio en su cara. —¿Qué te pasa? —la cuestionó. —Ya no quiero ser más tu asistente —aseveró. Christopher la miró detenidamente, no entendía su cambio, antes era una chica sumisa, hacía lo que él decía, y ahora estaba completamente diferente. Cuando iba a salir, se levantó de inmediato y la acorraló en la puerta. —Tú me perteneces, no irás a ningún lado, no dejaré que me dejes, ¿Entendiste? Elena lo veía con rabia, sentía mucho coraje, quería gritarle lo poco hombre que era, decirle que lo vio con esa mujer en el despacho de su padre, pero no le iba a dar el gusto de verla mal, ni mucho menos supiera que ese era el motivo de su renuncia. —Aléjate, no soporto tenerte cerca, me repudias, me das asco —dijo eso último apretando los dientes. Christopher estaba perplejo, nunca había escuchado a Elena llena de rabia y odio. —¿Qué te pasa, eh? ¿Quién te crees para hablarme así? —gruñó con ira. —Solo te digo lo que te mereces —los ojos de Elena reflejaban dolor y rabia, quería llorar, pero se estaba conteniendo, no lloraba frente a un hombre, y él no iba a hacer el primero. —No firmaré nada, tú no te irás de aquí, no lo permitiré, si renuncias te demandaré, recuerda que soy poderoso, con mi dinero puedo hacer lo que se me venga en gana —Elena estaba decepcionada de él, no podía creer que se hubiera enamorado de alguien tan déspota y arrogante, se odiaba por eso. Sus ojos picaban por las lágrimas que amenazaban en salir, trago saliva y sus lágrimas. Lo empujó y salió azotando la puerta, Sarah se exaltó al igual que las demás. Elena corrió al baño y sacó toda esa furia que estaba conteniendo. «Nunca debí enamorarme de ti, me has lastimado como nadie lo había hecho», pensó con dolor. Se limpió las lágrimas, se miró frente al espejo, su mirada reflejaba frialdad. —«Te voy a olvidar, arrancaré este amor y lo enterraré en el fondo de mi corazón». Salió del baño y se acomodó en su lugar, trabajó en los pendientes que tenía. Christopher estaba muy mal, tenía la solicitud de renuncia de Elena, la rompió en pedazos, no entendía que era lo que le pasaba, hace unos días estaba bien. Golpeó con su puño su escritorio, se sentía frustrado, quería una explicación. —¿Qué te pasa, Elena? —se preguntó en voz baja. Se sentía pésimo por la forma en la que la trató, la había amenazado, era algo cruel, se sentía mal con él mismo, le estaba doliendo demasiado la forma en la que había actuado, por un momento quiso salir de su oficina para llamarla, pedirle perdón, besar sus labios, averiguar tranquilamente que era lo que le sucedía para que quisiera renunciar, pero su orgullo se lo impidió.
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