14. VACACIONES Y TRABAJO

2449 Palabras
Serik Jamás imaginé que una mujer pudiera doblegarme en la cama hasta que apareció Pauline en mi vida, ella era el deseo puro materializado en una fina figura que me enloquecía y después de varios días juntos, donde apenas concedimos un par de horas al trabajo, mi cuerpo volvía a estremecerse en medio de esta aburrida reunión que me quitaba valioso tiempo que podía aprovechar con ella, así que hice lo posible por finalizarlo cuanto antes y en el auto le escribí a Pauline para saber si ya estaba libre, pero dijo que tardaría una hora más. —Genial, como si no estuviera a punto de reventarme el pantalón —solté ofuscado mientras pensaba qué hacer. De pronto dos mujeres salieron de una joyería y una lujosa idea me atravesó sin más, así que ingresé al local intentando buscar algo digno de esa mujer. Creí que no conseguiría nada hasta que una asesora me informó que en el segundo piso tenían más mercancía en exhibición y bastó con poner un pie allá para vislumbrar una magnífica pieza que desprendió un excitante escalofrío solo de imaginarla en su cuello. —Quiero ese collar —solicité a la asesora—. ¿De pronto tendrá un cinturón que haga juego o algo por el estilo. Esa hora la aproveché más de lo que imaginé con ayuda de la asesora quien, en compañía de un joyero que tenían en el establecimiento, ensamblaron piezas adicionales para crear lo que quería y una vez satisfecho con el resultado, pagué y fui a otro almacén donde solicité un abrigo de piel, algunos vestidos, zapatos, ropa interior y demás piezas que me ayudaron a escoger. Para fortuna o desgracia mía, Pauline no había llegado todavía, así que dejé sobre la cama algunos obsequios y una nota mientras el personal del hotel se encargaba de organizar el resto de las compras. —Ya veremos cuánto te dura esto puesto —murmuré con deleite al darle un último vistazo a los obsequios en la cama y partí al bar por un trago. No sé de dónde saqué la fuerza de voluntad para no follar a una mujer que me insinuaba tan deleitante invitación desde su mesa, pero me enfoqué en trabajar hasta que, pasada otra hora, recibí un mensaje de Pauline informándome que había pedido un vodka a la habitación y aguardaba por mí, así que volví deprisa, abrí ansioso y vislumbre justo la imagen que quería. Tan exquisita joya aguardaba de espaldas en el balcón con un vaso de vodka en su mano y sus tacones enaltecían las alargadas piernas que resguardaban mi ansiado manjar, el cual era cubierto por el abrigo de piel. Ella ladeó sensual su cuerpo hacia mí obsequiándome la más diabólica sonrisa, hizo un gesto de “ven” con dos dedos y emprendí mis pasos con una terrible hambruna que comenzaba a rugir dentro de mi pantalón, mas ella hizo una señal de “alto” y con la mirada me ordenó quedar de rodillas, a lo que obedecí encantado. Si la imagen de ella en mi cabeza era digna de una buena masturbada, el verla girarse en dos pasos hasta quedar frente a mí con sus brazos extendidos y apoyados al barandal, posición que abrió más su abrigo permitiéndome detallar la exorbitante joyería en oro que caía sobre su cuello, dos diamantes que cubrían sus pezones, unas cadenas más delgadas que rodeaban su cintura hasta la pequeña tanga negra con dorado que hacía juego con tan perfectos zapatos, sin duda eso era para venirse a chorros solo con la vista, pero aguardé expectante a que ella, diabólica, caminara hacia mí desfilándome esta exclusiva pieza y a dos pasos dio un giro mientras jugaba con su abrigo. —¿Te gusta cómo se me ve? —preguntó sensual sin dejar de mover el cuello de su abrigo y con su pie repasó mi pecho. —Ven te demuestro cuánto me gusta en ti. Ella volvió a hacerme esa maldita señal de “ven” para que la siguiera cual perro hasta el balcón, pero en la puerta, cuando me dio la espalda, me le lancé desde atrás y chupé sus muslos obligándola a sostenerse de la puerta corrediza. —N-No, todavía no… Su boca decía no, pero su culo se paraba necesitado en mi cara para que le diera lo que quería y con estas horribles ganas que tenía contenidas desde hace horas, no dudé en correr la prenda y abrir ese estrecho camino que se inundaba con su placer cual gata en celo. Sin embargo, al notarla desesperada por quitarme la fuente de mis deseos, me acomodé más central entre sus piernas convirtiendo mi rostro en el asiento perfecto para ella, quien no tardó en soltar esos fantásticos gemidos a todo pulmón mientras una de mis manos ya estaba calibrando el arma que la aniquilaría y con la otra me aseguraba de que no se apartara de mi rostro. En cuanto su cuerpo se tensó, extendí mis piernas, tiré de ella hacia abajo, asegurándome de sujetarla fuerte de la cintura, y la dejé moverse dichosa sobre mi erección que estaba a reventar. Pauline, con sensual destreza, tiró su cuerpo hacia adelante y movió su cadera como formando un infinito que me obligó a sujetarme de sus muslos. No sabía si era la pornográfica vista que me regalaba o el alucinante movimiento que realizaba, pero estaba a punto de estallar, aunque una estúpida y fugaz idea casi me desconcentra. —¿Muy divertido? —cuestionó agitada, pero en un tono entre furioso y sensual. —Es una estupidez. No te detengas. —Dilo —su orden la acompañó de una contracción que me hizo nalguearla fuerte, a lo que ella disminuyó el ritmo—. Habla. —Me hiciste esperarte muchas horas y ahora estoy a punto de reventar. —¿Y qué era lo gracioso? —Que quizás deba sujetar el condón para que no reviente dentro de ti —esta vez los dos reímos. Ella tiró sus brazos hacia atrás para que le retirase el abrigo, así hice y vislumbré el oro decorar su espalda—. No tienes idea de lo mucho que te imaginé con esto —pronuncié a ronca voz mientras repartía fuertes mordidas en sus hombros. —Ya no tienes que imaginarlo porque me tienes en tus manos, así como tampoco necesitarás sostener el condón. Por un breve instante creí que ella me permitiría follarla sin eso al apartarse lo suficiente, me puso el culo en la cara en tanto se giraba, quedó con las piernas bien abiertas frente a mí y apoyó sus tacones en mi pecho para que le retirase la pequeña tanga que privaba mi vista, entonces volvió a cabalgarme a su maldito antojo. —Creo que deberías pulir mi collar, está muy sucio —la asquerosa y muy guarra forma de pronunciar esa frase en mi oído me llevó al límite. La sujeté con fuerza de la cintura asegurándome de que no saliera, nos llevé al comedor y la empotré a mi antojo con furia. La pesada pieza de oro ondeaba en su piel y sus duros pezones se escapan de las piedras preciosas que los cubría segundos atrás, entonces, sin poder soportarlo más, salí de ella, arrojé el condón en algún rincón y bañé su abdomen y una parte de su cuello, sacándole una macabra sonrisa que mantuvo mi erección a pesar de la descarga. —Parece que todavía tienes hambre —repasó con su dedo la línea formada por mi semen y lo lamió gustosa. —Voltéate, quiero ver cómo te chorrea en ese culo. No veo el día en que pueda obtener ese premio, pero estoy dispuesto a todo con tal de conseguirlo y borrarle el rostro de ese imbécil que la tenía tan embelesada, aunque dudo que siquiera su nombre haya pasado por la mente de ella en estos días que ha disfrutado conmigo. (…) Victoria Llegar a la habitación después del estresante día de trabajo que tuve y encontrarme con ese increíble obsequio en la cama, además del armario lleno con un guardarropa nuevo solo para mí, fue la sorpresa más alucinante de todas, una que mejoró con cada encuentro que tuvimos a lo largo de esa semana en la que desfilé diversas piezas acompañadas del abrigo. Dussan, como siempre, no desaprovechaba la oportunidad para hacerme suya en cada rincón de la habitación y cuando nos aburríamos, usábamos la ciudad para devorarnos hasta el cansancio, lo curioso era que esta palabra no parecía existir con él hasta que caíamos rendidos por los calambres y hoy era otro día de esos… —¡Duro! Y-Ya casi m-me vengo. Supliqué desesperada al estar conteniéndome desde hace una hora en la que él me torturó de mil formas, ya que en todas evitaba que me corriese, así que me vi obligada a usar otras medidas a sabiendas de qué lo enloquecía. Fue así que él, al escucharme al límite, aferró sus manos en mi cuerpo y me penetró con una fuerza brutal que resaltaba sus venas, parecía que estallarían al igual que yo y con esa embravecida expresión en su cara, contraje mi carne advirtiéndole así lo que ocurriría, él gruñó en lo que salía de mí, botó el condón y nos corrimos sobre el otro, pero como Dussan no dejó de masturbarme, un squirt salió a chorros de mí. Él levantó un poco mi trasero con sus rodillas para que bañase su marcado torso, así como su exquisito elixir blanquecino marcó mi rostro, mis senos y él lo embarró a su antojo en mi piel para después introducir sus dedos en mi boca, dedos que chupé como si se tratase de un caramelo, así como también saboreé su chorreante falo. Dussan cayó a mi lado intentando recuperar el aliento al igual que yo, aunque no dejé de detallar sus facciones mientras pensaba en las increíbles semanas que hemos pasado juntos, pero también caí en cuenta de que, hasta ahora, no habíamos tenido una conversación muy personal. Sí habíamos tocados algunos temas y obvio camuflé mis recuerdos con algunas mentiras para no delatarme, pero eso me hacía sentir un poco mal y por eso a veces cortaba la conversación de forma abrupta y volvía al sexo con él, nos dábamos una ducha, comíamos, paseábamos o nos dormíamos, pero siempre estaba ese espacio entre nosotros, uno que comenzaba a molestarme. No supe en qué momento caí dormida, pero escuchaba a Dussan hablar en lejanos murmullos con alguien, creí que sería su asistente (el cual ya sabía era un hombre), pero pronto descubrí que se trataba de una mujer. Quedé inmóvil para saber si lograba descifrar de qué trataba la conversación ya que no quería hacerme ideas erróneas sobre alguna esposa o algo por el estilo, el problema fue que, según parece, ella dejó el teléfono y un hombre comenzó a hablar con él. Dussan estaba alterado y dio furioso un puntapié a algo que me hizo moverme, lo que al parecer él notó ya que decidió cortar la llamada de inmediato avisando que se encargaría de la situación lo antes posible, así que “desperté” en lo que él regresaba a la cama y repartía suaves mordiscos en los dedos de mi pie. —¿Descansaste? —preguntó travieso, pero noté que ya tenía su pantalón puesto y estaba recién bañado. —¿Saldrás? —Sí, debo ir a una reunión. —Dijiste que habías terminado todo tu trabajo. —Fue algo de último minuto, pero solo tardaré un par de horas —contestó esquivo y continuó vistiéndose. —¿Con quién hablabas? —Mi asistente. Me informaba del problema y la reunión —dijo a secas, lo que desprendió una extraña vibra en mí ya que no era propio de él actuar así. —Que curioso, me pareció que hablabas con una mujer. —Seguro lo soñaste, pero solo era mi asistente —desconfiada, me levanté simulando ir al baño y agarré su móvil en el camino, lo que pareció enfurecerlo—. Devuélvemelo. —¿Qué me ocultas? —No te oculto nada, ya te dije que es trabajo y era mi asistente. —Entonces no te importará que llame a comprobar. —Pauline, deja de actuar tan ridícula y devuélvemelo —exigió furioso, pero se contenía. —Entonces responde lo que pregunto. —¡Déjate de tonterías y entrégamelo! Aunque él me sobresaltó con su grito, no me paralicé, sino que lo aparté lo suficiente de mí y le arrojé el dispositivo a la mesa, ya que en verdad no haría ninguna llamada, pero esa reacción fue suficiente para encender mis alarmas. —Haz lo que te dé la puta gana, pero lárgate cuanto antes, Dussan. Esta vez fui a zancadas hasta el baño consiguiendo esquivar su agarre y por mucho que insistió en que le abriese, ocupé mi tiempo en asearme y mojar mi rostro para tranquilizarme, pues no le daría la dicha de sobrepasarme, así que salí muy digna buscando algo para vestir. —No debí gritarte y te explicaré lo ocurrido, pero será cuando termine mi trabajo —habló a mis espaldas, pero no le di ni una mirada. —Llegarás tarde —fue lo único que pronuncié antes de encerrarme una vez más en el baño con mi móvil y reproduje una canción a todo volumen para no escuchar su voz. Más temprano que tarde escuché la puerta cerrarse, así como mi móvil dio aviso de un mensaje de Aleksei quien me pedía reunirnos cuanto antes, lo extraño era que debíamos encontrarnos en Moscú y no en Valdái, donde se supone estaría recuperándose. —¿Será que hubo otro atentado? —murmuré preocupada. Esta vez no quise perder tiempo por si de nuevo habíamos tenido un ataque, así como tampoco quise quedarme un minuto más en ese lugar, por lo que me apresuré en arreglarme, empacar mi maleta y salí lo antes posible sin dejarle ni una nota a Dussan, así como tampoco estaba dispuesta a contestar sus llamadas. Lo que menos necesito es escuchar más mentiras y, por el bien de Aleksei, será mejor que tampoco lo haga o me desquitaré con él. —Al menos debí usar otra ropa —susurré fastidiada. No me percaté de que había escogido prendas obsequiadas por Dussan, pero ya qué, no tenía ánimo de cambiarme y lo único que me animaría sería un postre… De seguro papá me habría esperado con uno en casa si él me hubiese pedido reunirnos, también me habría sentado en su regazo al verme llegar furiosa y me habría consentido entre sus enormes brazos donde siempre me mantenía a salvo.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR