15. PERRO RABIOSO

2136 Palabras
Aleksei Me recuperación tardó más de lo que creí y aunque todavía no estoy en óptimas condiciones para volver al campo de batalla, al menos tengo la fuerza suficiente para hacer un entrenamiento básico que, anexo al trabajo, me permite dormir en las noches para no pensar en la ausencia e indiferencia de Vicky, además de la nerviosa actitud de Nika cada que se la menciono. Para colmo de males, tampoco puedo descansar bien las horas que tengo de sueño ya que a veces recuerdo a Yuliya y sus palabras, que son como un taladro que van de mi cabeza a mi corazón, entonces el alcohol se convierte en una especie de aliado para conciliar el sueño y ya cuando se tornan insoportables los pensamientos, la ginebra se convierte en mi punto débil. Ahora lo único que podría devolverme un poco la calma sería que Vicky leyese mi mensaje y acceda a mi petición. —Por favor, Vicky, no te pido mucho. Al menos dame la cara así te enfades conmigo por mentirte —supliqué desesperado, con la vista en el último mensaje que le envié hace horas. Sé que ella se enfadará conmigo por pedirle reunirnos en Moscú por una sospecha de traición, razón por la que debí dejar Valdái para trasladarme acá y hacer un poco más creíble mi mentira, pero si consigo que venga, me daré por bien servido. —¿Señor? —interrumpió Kate, una de mis caseras de confianza—. Me pidieron informarle que la señorita Romanov arribó a la ciudad. —¿Sabes si viene para acá? —pregunté con la esperanza pendiendo de un hilo. —Creo que sí, aunque ordenó al chofer que la llevara primero a otro lugar. —¿Dónde? —No se preocupe, solo pidió ir a un parque —habló comprensiva como si se percatara de mi angustia, aunque no dudaría de que así fue—. Ya sabe que a ella veces le gusta caminar para relajarse. —Gracias —respondí más tranquilo—. Por favor, si llega, dile que la esperaré en el despacho y prepárale algo ligero de comer. —Enseguida lo haré. ¿Desea algo más? —Sí. ¿Puedes hacer algún postre rápidamente? —la picardía en su sonrisa me avergonzó, pues ella sabía que no le hacía esa petición sin motivo. —No se preocupe, tengo algo en el congelador que le gusta mucho y en cuanto me informen que viene en camino, se lo llevaré al despacho. —Gracias, Kate, puedes retirarte. Así como Nicolay nunca cambió a su empleada Brie, quien fue como una tía para los hijos de él y los Morozov, yo también tenía a mi personal de servicio en quienes confiaba plenamente ya que ellos nos vieron crecer, conocen nuestros gustos y nos ayudaron en varios eventos al ser entrenados por Brie, y Kate era una de las pocas personas a quien solía enviar a casi todos los lugares a los que iba, suponiendo que mi estadía fuese mayor a una semana. Es así que, en lo que Vicky daba su paseo, yo me duché para quitarme el sudor por el entrenamiento y me vestí casual, pero con un toque extra al usar la colonia que tanto le gustaba en mí y una camisa oscura, lo que, según ella, me hacía lucir mejor. Me encontraba nervioso por esta espera de dos horas que me hizo padecer, pues quería que Vicky en verdad me escuchase y así darle una solución a esta problemática, pero como era de esperarse, la mujer que bajó de la camioneta no venía precisamente con el amor en el aire. —¿Señor? —Kate ingresó con una bandeja llena de comida, todo a gusto de Vicky. —Déjala en la mesa, por favor, yo me encargaré de servirle. —Sí, señor —ella obedeció, pero quedó a unos metros de mí antes de salir—. Espero que esto le ayude a suavizar un poco la conversación —comentó con cierta picardía que me intrigó y partió sin más. Curioso, fui a la mesa y levanté las tapas comprendiendo a qué se refería, pues hizo una torta de chocolate con relleno de salsa de mora, crema batida encima y algunas fresas con trozos de chocolate. La favorita de Vicky desde niña. —Ojalá la suavice, pero necesitaré más que esto —murmuré con la esperanza puesta en su bello gesto. —Me informaron que estabas aquí —sí, ese despectivo tono era la prueba de que no estaba con el mejor genio. Me erguí impávido y la invité a sentarnos, por suerte no renegó al hacerlo y tampoco cuando retiré su abrigo, pero quizás sí suavizó un poco su actitud en cuanto retiré las tapas de cada plato, llegando a sonrojarla por el detalle. —Pedí que lo preparasen para ti, creí que querrías comer un bocado —pronuncié a suave voz para no alterarla. —Gracias —aunque tomó el plato con los bocadillos salados, ella no desaprovechaba entre cucharadas para robar un poco del postre, lo que me hacía feliz al saber que volvían gratos recuerdos a ella—. Siempre me pregunté ¿cómo sabías que venía con hambre después de un viaje?, pero luego de un tiempo comencé a creer que alguno de tus hombres te decía si había comido o no —reí por lo bajo y negué. —Nunca le he pedido a nadie algo así. —¿Ni siquiera a Nika? —negué seguro—. ¿A mi hermana o mis padres? —volví a negar—. ¡Entonces a Brie cuando éramos niños! —una risa cómplice emergió en ambos y negué. —Nunca le he pedido a nadie eso, Vicky. —¿Entonces? —entrecerró perspicaz sus ojos. —Supongo que es instinto, no lo sé. —No te creo. —No te miento —en tres palabras fue como si el ameno ambiente comenzara a hacerse denso, así que decidí hablar antes de que terminase el postre (que era lo único que le quedaba por devorar en la mesa y cuyo plato sostenía fuerte)—. Vicky, te pedí vernos porque quiero hablar contigo. —Lo sé, al parecer hay un traidor. —Quizás varios, pero es algo más de lo que quiero hablar. —Vine desde lejos por trabajo, no por asuntos personales —contestó a la defensiva. —Igual te debo una disculpa —hablé sincero—. Sé que a veces puedo sonar mal cuando te llamo o a Nika, pero entiende que me preocupo y que ustedes desaparezcan, en especial cuando estamos en crisis, solo empeora la situación para mí. —Y tú debes entender que no eres mi padre, Aleksei, y no tengo por qué darte un reporte de cada paso que doy, con quién estoy ni lo que haré —aunque su reclamo no es nuevo para mí, algo en su defensiva actitud me puso en alerta, pero no lo demostré. —Sé que no lo soy y no pretendo serlo, pero quiero lo mejor para ti y eso implica que estés a salvo. —¿Y que me hayas ocultado información hace parte de mantenerme a salvo? Porque no me negarás que lo sigues haciendo. —No lo negaré, así como tú tampoco puedes negar que no me has dado en verdad la confianza que te pedí. —La confianza se gana, no se pide ni se exige —en efecto, su actitud defensiva guardaba algo que muy seguramente no me gustará—. Además, te dije que estaba harta de eso y no quiero que me sigas colocando niñero a escondidas. —No te tengo niñero. —¡Sí lo tienes! —No es cierto —ella se levantó ofuscada mostrando sus garras, mas fue en ese instante que me percaté de un detalle que no vislumbré cuando llegó—. ¿De dónde sacaste esas joyas y el atuendo? —¡¿Qué?! ¡¿Ahora tengo que pedirte permiso para vestirme?! —No te estoy diciendo nada malo, pero no tienes nada parecido en tu guardarropa y ni siquiera te gusta ese tipo de zapatos. —¡¿Y tú qué demonios sabes qué tipo de zapatos me gustan?! —la espina en mi pecho me lastimaba y tenía que quitármela cuanto antes. —¿Qué me estás ocultado? —pregunté en el mismo tono suave que había mantenido, pero ella pudo notar mi fastidio, lo que obvio enalteció el suyo. —¡¿Sabes qué?! ¡Me cansé de esta ridiculez contigo! ¡Tú y yo no somos nada y no tengo por qué darte explicaciones de mi vida, así que métete en tus asuntos, Morozov! —¡¿Cuál es tu problema conmigo?! ¡Ya te dije que estoy preocupado por ti y sé que me ocultas algo! —mi paciencia llegaba a su límite, aunque la suya se acabó antes de tiempo. —¡Si te oculto o no, no es asunto tuyo al tratarse de MI vida personal y si no te gusta entonces lárgate de aquí! —¡No me iré y menos cuando hay tanto peligro a la vuelta de la esquina! —¡Tengo mil hombres dispuestos a dar su vida por mí, así que no te necesito para protegerme! ¡Entiende que lo único que necesito es a alguien en quien sí pueda confiar! Vicky golpeó furiosa mi pecho olvidándose de mi herida, pero no quise demostrarle mi dolor, sino que lo oculté en mi adusto semblante. —¡Sabes que puedes confiar en mí, pero no te da la gana de hacerlo, chiquilla malcriada! —¡Vete a la mierda! —un segundo le bastó para darme una fuerte bofetada en la cara antes de irse, pero la detuve en la puerta sin lastimarla—. ¡Suéltame! —¡¿A dónde vas?! ¡No hemos terminado de hablar! —¡Esta conversación se acabó para mí, pero te sugiero que no me esperes ni me busques porque esta noche estaré fornicando con medio Moscú si me da la puta gana! Quise retenerla, pero ella volvió a darme otra bofetada que no evité y partió furiosa con esos tacones que se notaba le eran incómodos, aunque no lo admitiría frente a mí mientras estuviese enojada. Pese a esto, me quedé pensando en por qué no detuve sus golpes ni le recordé de alguna forma mis heridas, unas que dejaron un par de tatuajes permanente por los impactos recibidos, entonces volví la vista al abrigo y me acerqué a este percibiendo un perfume nuevo de mujer, acompañado de una colonia que me era familiar, pero no sabía de dónde o de quién, lo único que encontré fue una cajetilla de cerillos de un hotel. —¿A qué estás jugando, Vicky? O peor, ¿con quién…? Un fuerte dolor en mi pecho me obligó a sentarme y más porque mi respiración me fallaba, por suerte Kate apareció a tiempo. —¡Señor! —ella ingresó preocupada, le señalé la pipa de oxígeno y Kate me ayudó a ponerme la mascarilla en lo que yo daba profundas respiraciones—. ¿Quiere que llame a la señorita Romanov o a un doctor? —N-No… D-Deja que se vaya s-si así lo quiere —pronuncié con dificultad—. P-Pase lo que pase no le informes a nadie de esto y-y tampoco llames a un médico, solo necesito e-estar quieto mientras hago una llamada. Se notaba que no quería obedecer, pero igual me extendió el teléfono y recogió la mesa. —Esperaba que esto los ayudara —murmuró decepcionada sin dejar de detallar el postre a medio comer, así que sujeté agradecido su mano. —Lo conseguiste, ella me sonrió y nos alegramos por un momento, es solo que yo lo arruiné y Vicky tampoco estaba de humor —mi respiración mejoraba, lo que pareció tranquilizarla. —No debería conformarse con tan poco —sabía de qué hablaba, pero no quise enterrarme el puñal en el corazón. —Por favor, déjame solo, necesito hablar con Nika en privado. —Sí, señor. Con permiso —antes de irse, le retiré el plato del postre de las manos y di un bocado en cuanto ella cerró la puerta. Sé cuánto me aprecia Kate y lo mucho que anhela verme feliz para que no tenga sufrir más por un amor imposible, el problema es que siempre fui un tonto cuando se trata de esa chiquilla malcriada que supo enamorarme con detalles que lo son todo para mí y aunque nunca fui amante del dulce, este postre era mi favorito solo porque me recordaba su sonrisa, aquella que me regresa a la infancia y a los secretos que hicimos y tanto atesoro.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR