Victoria
Aun cuando había quedado en darle mi confianza a Aleksei, no podía quitarme la duda respecto al robo, así que quise indagar por mi cuenta usando a uno de mis hombres, pero días después, cuando comenzaba a arrepentirme por dudar de él, mi informante descubrió que hubo algunas reuniones privadas que parecían mostrar arenas movedizas en nuestro territorio, lo que sería catastrófico si tuviésemos a alguien en contra y Aleksei no me lo informase.
Esto me dolió profundamente al significar que sigue actuando a mis espaldas, así que ordené a mis hombres que le informarán a él y a Nika que nos encontraríamos en Kazán, así no sospecharían nada, pero en realidad viajé a Kazajistán tras encontrar una pista del sospechoso, quien al parecer está reuniendo un ejército aquí.
Por otra parte, cuando arribé a Sublime para averiguar el paradero de una rata que me llevaría con Ivanov, fui sorprendida por una sombra que despertó mi éxtasis con su implacable presencia. Dussan era un hombre quien, a simple vista, se notaba que era el banquero que dijo ser, un simple civil, pero su amplia musculatura emanaba peligro puro, su quijada crujía al provocarlo y ni qué hablar de la forma en que resaltaban sus venas de la ira que le dio al no doblegarme, así como su oscura mirada, su corta cabellera, barba sombreada y perfilada que enmarca su rostro de facciones entre árabes y rusas, además de los increíbles tatuajes que resaltaban desde sus hombros hasta las muñecas en su piel bronceada, hicieron que mi cuerpo sucumbiera con cada embestida que me llevó a otro nivel.
Desgraciadamente no podía alejarme más de mi objetivo, por lo que debí irme poco después de que él se durmiera y aunque la rata alcanzó a escapar, la esencia de Dussan me acompañó un par de días. Quizás después lo investigue para dar con él o quizás lo deje en el olvido como a los demás, por ahora debía enfocarme en el deber y respirar profundo con la esperanza de que recibiría la ayuda de mi madre en secreto.
—Hola, cariño, ¿cómo va todo? —saludó ella feliz al contestarme, así que debe estarla pasando bien con mi padre y mis tíos.
—Bien, mamá, trabajando.
—¿Qué necesitas que haga por ti?
Conociéndola, no dudaría en que descubrió mi propósito de esta llamada al decirle “bien”, así que le conté lo ocurrido con Aleksei, también del robo y mis sospechas esperando que pudiese ayudarme.
—¿Y bien?
—Me alegra que me contactarás en vez de a tu padre, o él ya estaría subiendo al avión en vez de darnos a mi nieta y a mí la exquisita vista de cómo se ejercita en el jardín después de haber trabajado en el taller —comentó perversa, así como una infantil risilla traviesa se escuchó a su lado.
Es increíble, esa mujer no tiene límites a la hora de pervertir a alguien, ni siquiera se apiada de mi sobrina de seis años, aunque a esa niña ya le encantaba llamar la atención de mi padre y mis tíos desde que nació y como es la primera nieta y una viva copia de mi hermana, no hay hombre que se le resista. No obstante, yo tampoco tengo mucho para quejarme considerando la enseñanza que aprendí de ella, eso sin mencionar que mi familia es particular pues, aun cuando legalmente ella es mi madre y Nicolay Romanov es mi padre, mis tíos Alex y Max son también mis figuras paternas y parejas de ella junto a mi padre… Sin duda tengo una familia muy particular…
—Como sea, necesito que te enfoques en mí y después seguirás admirando los bíceps de tu ruso —una risa cómplice emergió de las tres, pues incluso mi sobrina Maxine se nos unió.
—En ese caso, me negaré a tu petición.
—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! No te estoy pidiendo que intervengas en gran medida, solo que me des una mano para saber…
—Sé bien lo que quieres saber —interrumpió a gélida voz—, pero este es tu mandato y debes demostrar ser digna de él en la misma medida que debimos hacerlo los demás en su momento.
—¡Y lo hago, mamá, solo te pido que me ayudes un poco para tener ventaja sobre Aleksei!
—Victoria Romanov Wintar —maldición, no ese tono…—, te dimos todas las herramientas para ocupar ese puesto, cuentas con más de mil hombres de confianza y la lealtad absoluta de dos personas que darían la vida por ti, así que si no te apoyas en aquellos que lo han dado todo contigo y por ti, ¿cómo esperas gobernar ese imperio?
—No digo que no confíe, pero…
—Ya escuché suficiente. Te dedicarás a hacer lo que te corresponde con la frente en alto como siempre te enseñé y te advierto de una vez que no intentes pedir ayuda a nadie más de esta familia, menos a tu hermano David, así que aprendes por las buenas y dejas tus tonterías, o aprendes a las malas y te estrellas sola —por desgracia esta vez no me dio tiempo a responderle ya que me colgó enseguida y aunque quise llamarla de nuevo, la muy sinvergüenza apagó el móvil.
—Gracias por tu ayuda, mamá —reclamé irónica al teléfono y respiré profundo mientras pensaba en otra opción—. Supongo que tendré que extender mi estadía en Kazajistán, solo espero que nada malo pase con Nika y Alek… —organicé mi abrigo y emprendí mi caminata.
Como siempre, el frío de Pavlodar, que es capaz de colarse en los huesos de cualquier ser humano, está presente, excepto por mí. Mi vida en Rusia me ha hecho amar las bajas temperaturas e increíblemente para otros, eso me trae calidez, quizá porque me hace recordar las gélidas manos de mi madre que solo me demostraron amor a través de los años y a su vez llevo la hirviente sangre rusa de mi padre que, si bien no es mi padre biológico, me gusta pensar que las veces que debí recibir alguna transfusión de su sangre para salvarme, hizo que me convirtiera del todo en su hija.
Quizás suene ridículo e infantil para el mundo, también sé que médicamente es imposible, pero para una niña con una infancia tan dura donde no conoció a su padre y cuya madre intentó asesinarla, así como también quiso acabar con mi hermana, supongo que es una idea que denota más esperanza que capricho.
Espero a mis informantes en la fuente cerca del río Irtysh, es importante conocer al enemigo de este lugar y yo, como la cabeza actual de la Bratva, no voy a permitir que nadie atente contra mis hombres o la organización sin salir ileso por ello.
—Pudieron confirmarlo —pregunté al llegar uno de los hombres que Morozov envió primero para seguirle los pasos al tal Serik.
—Sí, señora. En efecto, el lugar de frecuencia es el bar Sublime, no tenemos claro si es un socio o el dueño, pero su poder no quedó en duda.
—Muy bien, ¿algo más? ¿Tienes otras ubicaciones, nombres…?
Las horas pasan mientras me entregan los detalles de los lugares asiduos y demás información, sin embargo, para ellos ponerle cara a mi objetivo les fue imposible por mucho que lo intentaron, no me convence la patética excusa que me dan, así que me levanté sin esperar nada más.
—¿A dónde va, jefa? —pregunta otro de mis informantes.
—A buscar yo misma al hombre al que vine a acabar… y divertirme en el proceso claro está —les brindo una sorna sonrisa que los deja helados y partí a Sublime para dar con más información valiosa.
Las reseñas sobre este lugar se quedaron cortas, los ambientes del antro están caldeados a pesar de ser mediodía y los sectores divididos según lo que se busque, todos curtidos de gente disfrutando de los excesos, mujeres y hombres se funden en cuerpos discordantes al ritmo de la música que logra entrar en un trance de éxtasis y ahí en medio estoy yo aprovechando el nido de porquerías en los que se convierte el sitio, utilizando mi cuerpo para que los borrachos desesperados se contenten con un par de caricias y empiecen a soltar la información que necesito. Podrán pretender llevarme a algún rincón, a los baños o las salas VIP, pero de ahí a concretarlo hay un largo trecho…
(…)
Días después
—¿Están seguros de que es el lugar? —pregunté a mi guardia (que iba como taxista) mientras organizaba algunas navajas en mi abrigo.
—Sí, señora, gracias a la triangulación que nos dio su hermano David, podremos localizar nuestro objetivo y si estamos lo suficientemente cerca, acabar con él.
Detesto deberle a ese enano, pero admito que ha sido de gran ayuda para mí en diversas ocasiones y sé que David no desaprovecharía una oportunidad de sacarme una carta blanca para su vil beneficio.
—Entiendo. Todos en posición
Esta vez me haré pasar por una turista que disfruta de un café caliente en el centro de Pavlodar, mi guardia me acerca a la zona y desciendo del taxi en lo que doy una vista a mi alrededor gracias a las gafas oscuras, solicito mi pedido en la mesa y aguardo con la esperanza de que ellos hagan bien su trabajo, pero paciencia no es mi segundo nombre.
—¿Alguna novedad? —pregunto inquieta al notar la demora de la aparición del objetivo, aunque mi instinto dice que él tiene conocimiento de que lo estamos buscando.
—Ninguna, jefa, en espera.
Levanto mis lentes de sol y abro un poco mi gabardina esperando que el frío calme mis pensamientos. A veces creo que la sangre impulsiva de los Romanov me nubla el entendimiento.
—¿Pauline?… Pauline —me levanto a la velocidad del viento al escuchar ese nombre.
Recuerdo haberlo usado esa vez que el placer me arrastró en los brazos de un oficinista cualquiera, aquel cuyo rostro también recordaba perfectamente por un motivo muy simple: ha sido mi primera aventura de una noche que fue enteramente satisfactoria y hoy la revivía al detallarlo a plena luz de sol.
—¿Dussan?
—¡Vaya, qué casualidad volverte a ver! —saludó encantado con un beso en la comisura de mis labios, el cual no esquivé—. ¿Cómo se siente irse sin avisar? —me reclama el hombre con su férrea actitud que disfruté hacer añicos—. Necesito que resarces tu deuda conmigo.
—Tenía otros planes —respondí desinteresada y mordisqueé lasciva mi labio inferior. A pesar de los metros de tela encima, aún puedo detallar su increíble cuerpo—, pero ¿quién eres tú para preguntar sobre lo que hago o dejo de hacer, “corderito”?
Con esa desafiante frase, Dussan apretó tanto su mano que perdía el color, estaba debatiéndose entre la excitación y la ira que le produce el que pueda dominarlo a mi antojo. Así que relamí mis labios disfrutando de la imagen de alguien que desea ser sometido igual o peor a la primera vez, la típica actitud de macho alfa doblegado y con su ego herido.
—Sentí que habías obtenido lo que querías, pero parece que me equivoqué una vez más contigo —me reta, y ese juego caliente entre una dómina y un sumiso rebelde vuelve a disparar mi libido.
—Bueno, lo pasado, pasado está… —respondí con sorna—. Igual me alegra verte otra vez.
—¿Estás ocupada? —la forma en que repasó mi figura con la mirada denotó sus intenciones.
—Tal vez pueda hacer un agujero en mi agenda.
—Perfecto, porque tengo un viaje pendiente y no me caería mal una grata compañía.
Sé que no debería abandonar mis obligaciones, pero ya estaba harta de esperar y mis piernas me decían que no debía desaprovechar tan exquisita casualidad, al menos sé que Ragnar Wintar no lo haría.