10. LIBERANDO A LA LEONA

1825 Palabras
Victoria Después de una corta escapada al baño para ordenarle a mis hombres seguir investigando y soportar una retahíla de ellos cuando les dije que se fueran y me dejaran en paz, ya que estaría ocupada haciendo trabajo de campo por mi cuenta, apagué el móvil y retoqué mi maquillaje. Obvio esa manada de vigilantes no creían que era conveniente que me escapara, pero tampoco mentí, en verdad tenía un amplio trabajo de campo por recorrer en los brazos de ese banquero y no estaba dispuesta a desaprovecharlo. —¿Lista? —preguntó Dussan al abordarme sorpresivamente cuando salí del baño, por suerte hay un pasillo que lo separa del salón, evitando con ello que escuchase mi llamada. —¿Acaso me estás siguiendo? —Tengo que asegurarme de que no huyas otra vez —sus apetitosos labios arrebataron los míos en un posesivo beso y sin esperar más, hizo caso a su rebeldía robándome lejos del lugar usando la puerta trasera. De nuevo me sentía una adolescente fugitiva buscando aventura y peligro de la mano de él, quien no tardó en subirme a un auto y emprender la huida hasta la estación de tren, claro que en el trayecto no iba cual damisela tímida, sino que lo provoqué con varios roces en su entrepierna la cual resaltaba en su pantalón ceñido que no dejaba nada a la imaginación y menos por todo el ejercicio que se notaba hacía. Una vez en la estación, él me dijo que su niñero le había enviado a un par de hombres a seguirlo, así que nos adentré a un local de ropa para cambiarnos rápidamente, también pagué por unas pelucas y en una carrera pasamos desapercibidos hasta llegar al tren, el cual casi perdemos porque debimos escabullirnos por el lugar para que no dieran con nosotros. Sin embargo, la adrenalina que nos recorría lo hizo levantarme contra la puerta una vez ingresamos al vagón privado y bajó mi blusa con los dientes, mis piernas se enrollaron posesivas en su espalda, siendo el tacón lo que se clavaba entre la piel y el pantalón. —No imaginas cuánto deseé tener así —gruñó hambriento al descubrir uno de mis senos. —Demuéstramelo, a no ser que quieras arrastrarte por cada vagón para atraparme. —Ya te dije que no escaparás otra vez. Por mucho que quise provocarlo de esa forma, su deseo se convertía en el mío y esto me permitió disfrutarlo en cada minuto que pasamos encerrados soltando sonoros gemidos que de seguro escucharon desde la cabina del conductor hasta el último vagón. —N-No más, necesito un descanso —pedimos agitados al unísono, terminando en un mar de risas mientras caíamos en la cama, aunque él me atrajo a su pecho para disfrutar de mi piel en un abrazo. —Nadie me había hecho decir eso. —Diría lo mismo, pero tienes competencia ¡y muy buena! —alardeé perversa al recordar a Aleksei, lo que provocó la ira de Dussan. —¿Quién es el infeliz para acabarlo? —Si quieres derrotarlo, entonces tendrás que esforzarte más. —Estás jugando con fuego, Pauline, y terminarás en cenizas conmigo. —Ruges más fuerte de lo que muerdes. —¿Ah sí? —en eso comenzó a morder mi hombro, descendió por mi pecho y se apoderó de mis costillas hasta retorcerme de la risa—. Quizás sí deba morderte más fuerte, así le quedará claro a ese imbécil que ahora tienes a alguien mejor. Dussan mordió con más fuerza mi trasero y succionó hasta dejar una enorme marca violácea que parecía sangraría en cualquier momento, pero antes de dar su siguiente golpe, dieron el aviso a los pasajeros para alistarnos. —Parece que tendremos un receso obligatorio —comenté jocosa, a lo que él volteó fastidiado los ojos, pero no perdió el entusiasmo ni el calor. —Solo por ahora, aunque sospecho que debemos escaparnos de nuevo en la estación. —Menos mal compramos material extra para camuflarnos —nos fundimos en un divertido beso que incrementó mi alegría. En cuanto escapamos de los vigilantes, cambié de parecer respecto a su auto sospechando que lo rastrearían y robé uno común que nos ayudó a pasar desapercibidos, obvio Dussan no desaprovechó la oportunidad de abusar de mí al quedarme al volante y chupó mis senos mientras me llevaba al éxtasis con sus dedos entre mis piernas. —Me sorprendes, no creí que mantendrías la concentración al conducir —halagó, a lo que enarqué orgullosa una ceja. —Lo sé soy increíble, pero ahora te toca —le extendí las llaves dejándolo extrañado—. Dijiste que era un viaje de trabajo y no tengo idea de a dónde vamos. —A la mierda el trabajo por hoy, mejor hagamos algo más divertido. Dussan arrojó las llaves por la ventana y nos fuimos a pie hasta un concesionario de autos donde solicitó uno deportivo descapotable, realizó un par de llamadas mientras yo veía la exhibición y luego se me acercó feliz con llaves en mano. —¿Lista para otro recorrido? —Más que lista, aunque me sorprende que un simple hombre de banca pueda darse este lujo. —Tengo mis ahorros, pero en este caso no lo compraremos. —¿Ah no? —No, solo será una prueba gratuita —sabía que había algo más bajo esa frase considerando el costo del vehículo, pero poco o nada me importó en cuanto me adentró cargada en este. A una peligrosa velocidad emprendimos otra huida, mis gritos de emoción iban a la par de sus risas y, en un impulsivo descontrol, desabroché mi cinturón de seguridad, abrí su pantalón y disfruté su exquisito falo que volvía a endurecerse. Él, sin disminuir la velocidad, tiraba fuerte de mi cabello evitando que me apartara de la enérgica labor, descendió sus dedos por mi columna hasta levantar mi vestido y sentí sus dedos ingresar en mi húmeda cavidad, aunque me erguí sensual al sentir que penetraría otra zona. —Ese espacio tendrás que ganártelo y no será tan fácil como imaginas. —Eso dijiste en Sublime y ambos sabemos lo mucho que te gustó estar conmigo. —Sí, pero era un agujero diferente y ese premio no se lo doy a cualquiera. —¿A cualquiera o a nadie? —por lo visto su roce le hizo descubrir lo que no quería—. Nunca lo has hecho por ahí, ¿o sí? —Soy una jovencita de casa que guarda su pudor —solté cual damisela de alta sociedad haciéndolo reír a carcajadas. —Bien, considerando que tengo a un idiota de contrincante el cual debo vencer a mano limpia, por así decirlo, podrías darme ese premio cuando lo derrote. —Como dije, tendrás que hacer mucho para superarlo, pero deberás hacer el doble para convencerme si quieres ese premio, porque algo me dice que no serás el hombre más delicado del mundo cuando te lo entregue —la intriga me cautivó al dibujarse una sonrisa que no supe descifrar en él—. ¿Qué? ¿Por qué sonríes así? —Me alegra que no descartes el dármelo, no quería colgarte y tomarlo a la fuerza. —¿Lo dice el hombre que quedó de rodillas con las manos atadas en nuestro primer encuentro? —su desquite al presionar mi pierna fue deleite para mí. —Móntate, quiero sentirte. —Eso es muy peligroso, señor Dussan, no querrá que le cobre el seguro si llego a lastimarme —solté digna divirtiéndolo más, aunque yo estaba que me prendía otra vez de su palanca desde que nos subimos. —Descuida, te agarraré fuerte de abajo. Bastó con correr un poco su asiento hacia atrás en lo que yo retiraba mi braga, la cual me arrebató y arrojó a la carretera sin descaro. Me acomodé sobre él impidiéndole ingresar de inmediato, sino que froté nuestros sexos mientras él seguía conduciendo con una mano, la otra recorría mi cuerpo y nuestras lenguas se enfrentaban temerarias. Cuando no soportó más, pues yo estaba demasiado mojada y al borde del orgasmo, él hizo brincar el auto lo suficiente para ingresar de golpe en mí y no necesité más advertencia que esa para cabalgar todos esos caballos de potencia que iban a mi gusto. —¿Ya ves cómo te encanta moverte sobre mí? —gruñó extasiado en mi oído—. Así quiero que muevas ese culo cuando sea mío —una fuerte palmada en mi pierna hizo vibrar mi centro y aceleré impetuosa, así como él incrementó la velocidad. Solo una vez conseguí hacer esto con Aleksei, me costó demasiado convencerlo y más porque hizo hasta lo imposible mentalmente para no ponerse duro, pero al final le gané la batalle e hicimos un temerario recorrido nocturno que me envió a la luna idea y vuelta. Si bien no me gustaba compararlos, era inevitable no hacerlo al ser Dussan el primero en quedar a la altura de Aleksei, pero también era evidente la diferencia y las sensaciones que desprendían en mí. Aun así, estaba dispuesta a experimentar mucho más con Dussan, pues así de inmenso fue el disfrute de nuestros cuerpos logrando que me olvidara en ocasiones de mi objetivo en Kazajistán, lo que me hizo tomar la decisión de extender más la misión, pero es que él supo llegar a donde ningún otro amante pudo hacerlo, excepto Alek. (…) Aleksei Justo cuando creí que no podía tener más problemas, el infeliz de Luzhin volvió a hacerme otra emboscada cuando iba camino a una reunión en Tver, lo bueno era que había alcanzado a alertar a los participantes y estos me apoyaron en el enfrentamiento con los hombres que tenían, pero ahora es evidente que había otro infiltrado y estaba muy cerca de mí. Que Luzhin me encontrase una vez podría ser coincidencia, ¿pero dos?, eso es seguimiento. Para colmo de males, los últimos días no conseguí conciliar el sueño y hoy me pasaba una factura muy alta al enfrentarme a él, eso sin mencionar el hecho de que estaba expuesto al no llevar ningún chaleco o traje antibalas. —A la mierda, ya me cansé de ti —gruñó Luzhin ofuscado e impactó un fuerte golpe en mi rostro que me derribó al suelo. —¿Y crees que no lo estoy de ti? —pateé sus piernas dejándolo a la par de mí. —¡Morozov! —¡Trágate tus siete vidas! Apenas pude reaccionar ante el estrepitoso grito de Radmir, seguido al de Luzhin quien sacó otra arma y me disparó a quemarropa dejándome malherido, pero antes de perder el conocimiento, le disparé con mi arma consiguiendo evitar el tiro de gracia que iba a mi cabeza, así como también tuve la satisfacción de que este tiro le había dado en el hombro o el pecho y se desangraría rápidamente. Al menos si muero hoy, me llevaré a ese imbécil conmigo…
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR