—Cassandra… — Liam voltea a ver a Sara y luego a mí de nuevo, como si tratara de hallar las palabras para explicar semejante escena. —¿Qué haces en mi casa, maldita ladrona? — me acerco a ella, quien da un paso atrás, alzando ambas manos. — ¿Vas a hablar o me vas a mirar como tarada todo el día? Me mira con molestia, como si se contuviera con un enorme esfuerzo. ¡Já! Ni que le tuviera miedo, ilusa. —¿Cómo es que aceptaste vivir con Liam? — me mira esta vez con odio, apretando los dientes. — Pensé que lo odiabas. Sé que el tarado a mi lado es su punto débil, así que trato de molestarla un poco, aunque después tenga que bajarlo de la nube de una patada. —¿Qué no te lo dijo? — agarré su brazo mimosa, ante la mirada perpleja de él. — Decidimos darnos una oportunidad. Liam se queda mirá