Empujó las puertas de vidrio del edificio y atravieso el vestíbulo hasta los elevadores, donde presionó el botón al piso de la editorial con un suspiro de alivio. Acabo de regresar de un almuerzo con Zac que había resultado un maldito desastre, o bueno, al menos la mitad de ella, ya que al principio la conversación había fluido sin esfuerzo, y, por primera vez, desde que inicié mi camino de las citas, me había permitido reír sin reservas. Claro, todo eso se fue al caño cuando mis ojos se posaron en King, que estaba en el mismo restaurante con sus padres.
«Al menos Alaric y Kate no me habían visto, porque habría sido más incómodo». No puedo evitar hacer una mueca ante ese pensamiento.
—Deja de pensar tanto, Miranda, —me reprendo en voz baja mientras las puertas del elevador se abren.
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