Alanys iba con la barbilla alzada, mucho más segura de sí y dispuesta a poner en su sitio a esa psicóloga demente, ante mi mirada orgullosa y cargada de amor. Llegamos al sitio y de inmediato pedimos verla, cosa a la que no se negó y salió de su consultorio, quedándose estática al verme parado a su lado, con mi mano en su cintura. Sin embargo, se repuso rápidamente y sonrió, pero pude notar que lo hacía de manera algo forzada. —Alany… qué sorpresa, no esperaba verte a estas horas —se acercó a saludar, pero mi pelirroja se echó para atrás, mirándola con aprensión—. ¿Ocurre algo? —No hagas como que no sabes, bruja —espetó de mala manera y la mujer esa abrió los ojos a más no poder, mirándome de reojo con nerviosismo—. ¿Va a explicarnos ahora por qué pretendías separarme de mi novio? ¿Aca

