Sombras de Control

1936 Palabras
La mañana siguiente, Alexander se presentó en el apartamento de Jade para llevarla a la universidad. Había algo en su mirada que irradiaba determinación, un aura de posesividad que Jade no pudo ignorar. Ella, aún aturdida por los eventos de la noche anterior, aceptó sin protestar. El coche de Alexander, un Bugatti Voiture Noire n***o, brillaba bajo el sol matutino. Su carrocería reluciente y su diseño aerodinámico captaban la atención de cualquiera que lo viera. Las líneas elegantes y los detalles impecables del coche, combinados con su interior de cuero n***o y tecnología de punta, reflejaban perfectamente el lujo y el poder que Alexander emanaba. Alexander vestía un saco elegante y oscuro, una camisa blanca impecable y unos zapatos italianos de cuero n***o que complementaban su atuendo. Cada movimiento que hacía, desde abrir la puerta del coche hasta ajustarse los puños de la camisa, irradiaba elegancia y control. En cada gesto, en cada mirada, Alexander dejaba claro que Jade era suya, que su presencia en su vida no era una mera casualidad, sino una decisión firme e inquebrantable. Cuando llegaron a la universidad, todos los estudiantes que pasaban se quedaron mirando. La presencia de Alexander era imposible de ignorar; su porte, su elegancia y la intensidad de su mirada capturaban la atención de todos. El campus, usualmente bullicioso y lleno de energía juvenil, pareció detenerse por un momento al verlos llegar. Jade, sintiendo las miradas sobre ella como un peso tangible, se bajó del coche con una mezcla de incomodidad y fascinación. Alexander salió por el otro lado, caminando alrededor del coche para abrirle la puerta con una elegancia innata. Mientras ella se levantaba, Alexander le dirigió una mirada que mezclaba posesividad y ternura. “Gracias por traerme,” dijo Jade, tratando de mantener la calma, pero sus palabras eran un eco débil en comparación con la intensidad de la situación. “No tienes que agradecerme,” respondió Alexander, su voz suave pero firme. “Solo quiero asegurarme de que estés bien.” Jade asintió, aún desconcertada por el cambio en su vida desde que Alexander apareció. “Nos vemos luego.” Alexander tomó su mano y la besó suavemente, sus ojos grises fijos en los de ella. “Nos vemos luego, Jade.” Mientras Jade caminaba hacia el edificio de la universidad, no pudo evitar sentir la intensidad de las miradas de los demás estudiantes. Entre ellos, se encontraban Adrian, Joseph y Aurea, quienes observaban la escena con una mezcla de asombro y preocupación. “¿Qué demonios está pasando?” murmuró Aurea, mirando a Joseph. “No tengo ni idea,” respondió Joseph, sus ojos fijos en Alexander, quien irradiaba una confianza casi sobrehumana. Adrian, sin embargo, estaba inmóvil, su mirada llena de furia. Los ojos de Alexander y Adrian se encontraron por un momento, y la tensión entre ellos era palpable. Alexander le dirigió una mirada altanera y egocéntrica, mientras Adrian respondía con una mirada cargada de odio y desafío. Después de dejar a Jade en la universidad, Alexander se dirigió a su coche. Antes de que pudiera entrar, vio a Adrian esperándolo junto a su camioneta. La tensión en el aire era casi tangible mientras Adrian se acercaba a él con pasos decididos. “Alexander,” dijo Adrian, su voz baja y controlada. “Adrian,” respondió Alexander con desdén, sus ojos fijos en él. “¿Qué crees que estás haciendo?” preguntó Adrian, su tono lleno de furia contenida. Alexander levantó una ceja, su mirada burlona. “¿De qué hablas?” “Sabes exactamente de qué hablo. Estás rompiendo todas las reglas,” replicó Adrian, su voz elevándose. Alexander se encogió de hombros, su expresión indiferente. “Las reglas son para los mortales, no para nosotros.” “Estás jugando con fuego, Alexander. No tienes derecho a...” “¿Derecho?” interrumpió Alexander, su voz volviéndose fría. “Tengo todo el derecho. Y tú... tú no tienes ninguno.” Adrian apretó los puños, su cuerpo tenso de ira. “Esto no puede continuar. Estás poniendo en riesgo todo por lo que hemos trabajado.” Alexander se acercó a él, su voz baja pero cargada de amenaza. “¿Y qué piensas hacer al respecto? ¿Me vas a detener?” “Voy a hacer lo que sea necesario para protegerla,” dijo Adrian, su voz temblando de furia. Alexander soltó una risa baja y cruel. “¿Protegerla? ¿De mí? ¿O de ti mismo?” Adrian dio un paso adelante, sus ojos ardiendo de odio. “No me pongas a prueba, Alexander.” Alexander lo miró con burla, acercándose aún más. “¿Tú crees que yo no sé que amas a esa humana?” susurró, su tono lleno de desprecio. “Has perdido, Adrian. Ella es mía ahora.” Adrian lo miró con una intensidad que casi parecía capaz de quemar. “Esto no ha terminado, Alexander. Lo veremos.” Alexander se rió de nuevo, una risa fría y sin humor. “Ya veremos, Adrian. Ya veremos.” En la universidad, Jade intentaba concentrarse en sus clases, pero su mente seguía volviendo una y otra vez a Alexander. Sus palabras, su intensidad, todo sobre él la mantenía en un estado constante de desconcierto y atracción. La clase parecía una pantalla distante de palabras e imágenes, incapaz de competir con el torbellino de emociones que Alexander había desatado en ella. Durante el almuerzo, se encontró con Joseph y Aurea en la cafetería. Ambos la miraban con una mezcla de preocupación y curiosidad. “Jade, ¿estás bien?” preguntó Aurea, rompiendo el silencio. Jade asintió, forzando una sonrisa. “Sí, solo han sido unos días muy intensos.” Joseph la miró con seriedad. “Ese tipo con el que estabas esta mañana... Alexander, ¿verdad? ¿Qué pasa con él?” Jade dudó por un momento. “No lo sé...” Contestó ida con tal pensamiento. “Parece bastante intenso,” comentó Joseph, sus ojos llenos de sospecha. “Lo es,” admitió Jade. “Pero hay algo en él que... me hace querer tenerlo cerca. No quiero alejarlo, pero al mismo tiempo su presencia me cuasa mucha incertidumbre”. Aurea frunció el ceño. “Ten cuidado, Jade. No queremos que te metas en problemas.” “Lo sé,” dijo Jade, suspirando. “Voy a tener cuidado.” Joseph, preocupado, la miró fijamente. “Jade, en serio, si necesitas ayuda o sientes que algo no está bien, estamos aquí para ti.” Jade asintió, agradecida por su apoyo. Mientras tanto, Alexander había vuelto a su oficina, pero su mente seguía fija en sus pensamientos. La posesividad y el deseo que sentía por Jade lo consumían completamente. Era consciente de que estaba transitando un camino peligroso, pero no podía evitarlo. Jade era suya, y no permitiría que nadie, ni siquiera Adrian, se interpusiera entre ellos. La intensidad de sus sentimientos lo llevaba al borde de la obsesión, un fuego interno que alimentaba su determinación de mantener a Jade a su lado a cualquier costo. Sumido en estos pensamientos, fue sorprendido por la llegada de Arabella y Henry a su oficina. Arabella, con su imponente belleza y una presencia magnética que era imposible de ignorar, entró primero con una sonrisa en los labios. Henry, en contraste, mantenía una expresión seria y defensiva, su mirada fija en Arabella, como si cada uno de sus movimientos pudiera desencadenar un conflicto. "Alexander, querido," dijo Arabella, su voz era suave pero cargada de intención, un tono que solo alguien tan experimentado como ella podía manejar con tanta precisión. "Es raro verte aquí a esta hora. ¿Qué te trae por aquí?" Alexander la miró, su sonrisa torcida revelando una mezcla de diversión y desdén. "Asuntos personales, Arabella. Nada que te concierna," respondió, su tono despectivo marcando una clara distancia. Henry, con los brazos cruzados y una postura defensiva, observaba la interacción con atención. Conocía muy bien el pasado romántico entre Arabella y Alexander, y la obsesión de ella por él lo irritaba profundamente. Aunque nunca lo admitiría, la devoción de Arabella hacia Alexander le provocaba una incomodidad que no podía ignorar. "Arabella, ¿qué haces aquí?" preguntó Henry, su tono más brusco de lo necesario, dejando entrever su disgusto. Arabella le lanzó una mirada de irritación, sus ojos centelleando con una furia contenida. "Solo quería saludar a Alexander. ¿Algún problema con eso, Henry?" replicó, su voz impregnada de desafío. Henry apretó los dientes, su voz cargada de sarcasmo. "No, claro que no. Solo me sorprende verte tan... interesada." Alexander observaba la interacción con una expresión divertida, consciente de las tensiones que su presencia generaba. Sabía muy bien que Arabella aún albergaba sentimientos por él, y que Henry no estaba cómodo con ello. Disfrutaba del juego de poder, de las tensiones y conflictos que su figura central provocaba entre los dioses. Finalmente, Alexander sonrió de manera maquiavélica y se despidió. "Bueno, tengo cosas importantes que hacer. Fue un placer verlos," dijo, su voz cargada de un tono sarcástico. Sabía muy bien que lo importante en su agenda era ir tras Jade, y nada ni nadie le impediría lograr su objetivo. Arabella se adelantó un paso, interponiéndose ligeramente en su camino, su expresión suavizándose. "Alexander, espera un momento. Hace tiempo que no hablamos, de verdad. ¿Podríamos... tener una conversación a solas?" Alexander la miró, evaluando la sinceridad en sus ojos. Decidió darle el beneficio de la duda y asintió ligeramente. "Claro, Arabella. Podemos hablar en privado." Henry frunció el ceño, pero no dijo nada. Arabella lo ignoró mientras seguía a Alexander hacia una sala de conferencias adyacente. Una vez allí, cerró la puerta detrás de ellos, creando un pequeño refugio de privacidad. "Alexander," comenzó Arabella, su voz ahora cargada de una vulnerabilidad que rara vez mostraba. "Sé que hemos tenido nuestras diferencias, y sé que el pasado no ha sido fácil para ninguno de nosotros. Pero he estado pensando mucho en lo que solíamos tener." Alexander se apoyó contra la mesa, cruzando los brazos. "Arabella, lo que tuvimos fue... complicado. Pero eso fue hace mucho tiempo. Las cosas han cambiado." Arabella frunció el ceño, su voz volviéndose más tajante. "No, Alexander. No acepto eso. No puedo simplemente olvidar lo que tuvimos. Sé que sientes lo mismo, lo veo en tus ojos. Lo que compartimos no se puede reemplazar." Alexander se acercó a ella, tomando su mano con una ternura inesperada. "Arabella, entiendo tus sentimientos. Pero debemos seguir adelante. Lo que tuvimos fue especial, pero no podemos vivir en el pasado." Arabella apretó su mano con fuerza, su mirada llena de determinación. "No estoy dispuesta a renunciar a ti, Alexander. No después de todo lo que hemos pasado. Sé que aún hay una oportunidad para nosotros." Alexander la miró, su expresión suavizándose momentáneamente ante su intensidad. "Arabella, siempre tendrás un lugar especial en mi vida, pero debemos ser realistas. Las cosas han cambiado, y debemos aceptarlo." Arabella lo soltó bruscamente, su rostro endureciéndose. "No estoy de acuerdo, Alexander. No renunciaré tan fácilmente. Lucharé por lo nuestro, aunque tú no lo hagas." Alexander observó cómo Arabella salía de la sala, su porte majestuoso pero con una furia contenida. Mientras la veía alejarse, se dio cuenta de que el pasado seguía ejerciendo una poderosa influencia sobre su presente. Con una mezcla de determinación y resignación, salió de la sala de conferencias, sabiendo que su camino no sería fácil, pero dispuesto a enfrentarlo. Con la decisión clara en su mente, Alexander se dirigió a su siguiente objetivo. No quería dejar a Jade ni a sol ni a sombra; su obsesión con ella lo impulsaba.
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