Los dioses griegos, a pesar de su inmortalidad y poder, no estaban exentos de las emociones más humanas. Sus relaciones estaban marcadas por intensas pasiones, traiciones y alianzas cambiantes. En el Olimpo, los conflictos personales se entrelazaban con sus deberes divinos, creando un intrincado tapiz de rivalidades que a menudo se extendían al mundo de los mortales. Los dioses jugaban con las vidas humanas como piezas en un tablero de ajedrez, sus motivaciones a menudo tan inescrutables como poderosas.
Jade no sabía que Alexander iba por ella. Salió del edificio de la universidad hablando con Adrian, quien la había estado esperando. Mientras caminaban juntos, Alexander vio la escena desde su coche y sintió que la sangre le hervía de furia.
Bajó del coche, intentando mantener la calma, pero su mirada reflejaba su enojo. “Jade,” dijo, su voz firme. “¿Lista para irnos?”
Jade se sorprendió al verlo. “Alexander, no sabía que vendrías.”
Alexander le dirigió una mirada posesiva. “Siempre vendré por ti, Jade. ¿Quién más cuidará de ti?”
Adrian observaba la escena con tensión, sus ojos destellando coraje. “Jade, ¿estás bien con esto?” preguntó, su tono lleno de preocupación.
Jade asintió, sintiéndose atrapada entre los dos. “Sí, Adrian. Nos vemos mañana.”
Alexander, notando la tensión, soltó un comentario posesivo mientras tomaba la mano de Jade. “Jade está bien conmigo. No te preocupes, Adrian.”
Adrian apretó los dientes, pero no respondió. Solo observó mientras Alexander llevaba a Jade hacia su coche, la posesividad evidente en cada uno de sus movimientos.
Una vez en el coche, Alexander cerró la puerta con más fuerza de la necesaria y encendió el motor, sus manos apretando con fuerza el volante. La tensión en el aire era palpable.
“¿Quién es realmente Adrian para ti, Jade?” preguntó Alexander, su voz cargada de celos.
Jade se tensó. “Adrian es uno de mis mejores amigos.”
Alexander frunció el ceño, sus nudillos blanqueando por la fuerza con la que sujetaba el volante. “No me gusta cómo te mira. No me da confianza.”
Jade lo miró fijamente, su voz firme y decidida. “Alexander, Adrian es como un hermano para mí. No tienes nada de qué preocuparte.”
Alexander golpeó el volante con la palma de la mano, su semblante sombrío. “¿Un hermano? No parece que él te vea de esa manera. No quiero que te acerques tanto a él.”
Jade lo miró con una mezcla de sorpresa y determinación. “No puedes decirme con quién puedo o no puedo pasar mi tiempo, Alexander. Adrian es importante para mí.”
Alexander apretó la palanca de cambios, respirando hondo para intentar calmarse. “Solo quiero protegerte, Jade. No confío en sus intenciones.” Mintió "Yo solo quiero que te alejes de alguien que demuestra todo lo contrario a ofrecerte actos de amistad. Te recuerdo que soy hombre y conozco sus intenciones".
Jade notó la tensión en su mandíbula y la intensidad en sus ojos. Su voz se suavizó un poco, aunque aún firme. “Aprecio que te preocupes por mí, pero Adrian es parte de mi vida y eso no cambiará.”
Alexander la miró, sus ojos grises ardían de celos. “Es que no soporto la idea de que alguien más pueda hacerte daño. Eres muy importante para mí.” Volvió a mentir.
Jade frunció el ceño y se cruzó de brazos. "¿No soportas la idea de que alguien pueda hacerme daño, o de que alguien pueda estar conmigo? Alguien que no seas tú..." Susurró lo último un tanto cohibida por la fuerza que había tomado al decir eso.
Todo el cuerpo del susodicho se tensó al escuchar la respuesta de Jade. Claramente no era la respuesta que quería escuchar por parte de su humana, por lo que sin darse cuenta, la observó durante unos segundos, los cuales fueron eternos para ella.
La intensidad de su mirada hizo que Jade se estremeciera. Bajó un poco la guardia, sintiéndose abrumada por las emociones de Alexander. “Entiendo, Alexander. Pero tienes que confiar en mí...”
Alexander respiró hondo y cambió de tema, tratando de conocer más sobre Jade y dejar a un lado la conversación de Adrian por el momento.
“Me dijiste que te gusta leer, sobre todo mitología griega,” dijo Alexander, con una sonrisa enigmática. “Dime, Jade, ¿qué piensas de Eros?”
Jade se sorprendió por el cambio de tema. “Eros, el dios del amor y la atracción. Siempre me ha parecido interesante. Su papel en los mitos es crucial, aunque a veces es visto como alguien... " Hizo una mueca al no saber cuál sería la palabara correcta "Travieso.”
Alexander sonrió, sus manos dejando el volante y moviéndose lentamente hacia la pierna de Jade. Comenzó a acariciarla suavemente, su toque enviando una descarga eléctrica a través de su cuerpo. “Eros es más que solo travieso. Es poderoso, capaz de unir a las personas con la fuerza del amor, pero también puede ser muy... posesivo.”
Jade sintió cómo la mano de Alexander subía por su pierna, su respiración acelerándose. “¿Posesivo?”
Alexander asintió lentamente, sus dedos rozando ahora su mejilla. “Sí, en algunos mitos, su amor puede ser tan intenso que se convierte en una obsesión. Hará cualquier cosa para proteger lo que considera suyo. Algunos podrían decir que es una fuerza hermosa y peligrosa al mismo tiempo.”
Jade sintió un escalofrío recorrer su espalda, incapaz de apartar la mirada de los ojos intensos de Alexander. “Eso suena... un tanto tóxico.”
Alexander acercó su rostro al de ella, su voz baja y seductora. “El amor verdadero siempre lo es, Jade. A veces, para proteger a quienes amamos, debemos ser implacables.”
La cercanía de Alexander y el toque de sus manos hacían que Jade se sintiera abrumada por una mezcla de sensaciones. “Entiendo, pero... ¿no crees que hay una línea entre proteger y ser obsesivo?”
Alexander acarició suavemente su mejilla, su mirada penetrante. “Cuando se trata de amor verdadero, Jade, esa línea puede volverse muy borrosa. Eros nunca se detiene hasta obtener lo que desea.”
Jade asintió lentamente, sintiéndose atrapada en la intensidad de la mirada de Alexander. “Supongo que tienes razón.” En esos momentos, no podía pensar en nada más, por lo que aceptaba todo lo que él le decía sin rechistar.
Con eso, Alexander se despidió, dejándola con una sensación inquietante pero innegablemente atraída por su intensidad.
A la semana siguiente, Alexander tuvo que asistir a una importante reunión de negocios en otra ciudad, dejándola sola por unos días. Aunque se aseguraba de mantenerse en contacto constante con mensajes y llamadas, su ausencia dejó a Jade sintiéndose extrañamente desprotegida.
Durante su ausencia, Jade se enfocó en sus estudios y en pasar tiempo con Joseph y Aurea. Una tarde, mientras estaba en la biblioteca con sus amigos, recibió un mensaje de Alexander.
“Espero que estés bien. Te extraño más de lo que imaginé. Alexander.”
Jade sintió una mezcla de emociones al leer el mensaje. La intensidad de Alexander era abrumadora, pero también encontraba consuelo en su atención y protección.
“¿Todo bien?” preguntó Aurea, notando la expresión en el rostro de Jade.
“Sí, solo es Alexander,” respondió Jade, guardando su teléfono. “Está fuera por negocios.”
Joseph frunció el ceño. “Ese tipo es realmente intenso, Jade, no te deja sola ni aunque se encuentre lejos. ¿Estás segura de que estás bien con todo esto?”
Jade asintió, un poco incómoda. “Sí, es solo...algo nuevo para mí. Pero estoy bien.”
Aurea la miró con preocupación. “Solo queremos asegurarnos de que no te sientas abrumada.”
“Lo sé, gracias. Solo necesito acostumbrarme a todo esto,” dijo Jade, tratando de tranquilizar a sus amigos.
Mientras hablaban, Adrian llegó y se sentó junto a Jade, causándole un sentimiento extraño. Ella lo ignoró y continuó la conversación, pero cuando miró a los ojos de Adrian, por algún motivo, se olvidó del tema de Alexander. Era como si el tiempo se hubiera detenido y una calma inusual la envolviera.
“Hola, Jade,” dijo Adrian, su voz suave pero llena de una cálida alegría. “¿Te acuerdas de aquella vez en el lago?”
Jade sonrió instantáneamente, sus ojos brillando con la memoria. “¿Cómo podría olvidarlo? Aurea y Joseph todavía se burlan de mí por caerme del bote.”
Adrian soltó una risa ligera. “Sí, pero al menos fuiste tú la que encontró ese viejo cofre en el fondo. Nunca olvidaré la cara de Joseph cuando pensó que habías encontrado un tesoro.”
Jade se rió, recordando la expresión de Joseph, sus ojos tan abiertos como platos. “Y luego resultó ser solo una caja llena de piedras viejas y mohosas. ¡Qué decepción!”
Adrian se unió a su risa. “Pero ¿recuerdas cómo Aurea insistió en que esas piedras tenían algún valor histórico? Nos llevó semanas convencerla de lo contrario.”
Jade asintió, su risa suavizándose en una sonrisa tierna. “Sí, y esa fue también la noche en que hicimos esa fogata enorme y contamos historias de miedo hasta el amanecer.”
“Y Joseph se asustó tanto con la historia de Aurea sobre el fantasma del lago que casi se cae de su silla,” añadió Adrian, riendo.
“Eso fue épico,” dijo Jade, todavía sonriendo. “Siempre has sabido cómo hacerme reír, Adrian." Aurea y Joseph se voltearon a ver interesandos en el tema, ya que ambos sabían el amor que le tenía Adrian a Jade.
Adrian la miró con una sonrisa afectuosa. “Para mí, esos momentos son invaluables, Jade. Me encanta cómo siempre encontramos la manera de disfrutar, sin importar lo que pase.”
Jade sintió una calidez en su pecho, recordando todas las aventuras que habían compartido. “Sí, siempre hemos sido un buen equipo. Tú, Aurea, Joseph y yo. Esas son las memorias que me sostienen cuando las cosas se ponen difíciles.”
“¿Te acuerdas de la vez que Joseph intentó cocinar para todos nosotros?” preguntó Adrian con una sonrisa traviesa.
"Oh no, deja de recordarnos eso" Joseph soltó una carcajada de forma bochornosa.
Jade se rió a carcajadas. “¡Oh Dios! ¡Sí! Terminamos comiendo pizza porque quemó hasta la ensalada."
"Sigo sin creer que quemaste una ensalada" Aurea lo volteo a ver a las risas, mientras negaba con su cabeza "Nunca había escuchado que eso pasaba con una... ensalada"
“Y con razón,” añadió Adrian. “Fue un desastre culinario monumental. Pero aun así, nos reímos tanto esa noche que durante dos días seguidos me dolió el estómago.”
Jade asintió, sus ojos brillando con gratitud. “Esos son los momentos que me recuerdan lo afortunada que soy de tenerlos en mi vida.”
Adrian tomó su mano sin importar quienes estuvieran a su alrededor, apretándola suavemente. “Y siempre habrá más momentos así, Jade. Pase lo que pase, seguiremos creando recuerdos y riendo juntos.”
Jade sintió una paz profunda, su corazón ligero por primera vez en mucho tiempo. “Gracias, Adrian. En serio. Necesitaba esto.”
Adrian sonrió, sus ojos llenos de afecto y amor incondicional. “Siempre estaré aquí para ti, Jade. Y quién sabe, quizás la próxima vez encontremos un verdadero tesoro.” Le guiñó un ojo, causando que ella se sonrojara y bajara la mirada.
"Y a lo mejor ese tesoro va más allá del oro..." Aurea sonrió de oreja a oreja al verlos juntos. "A algo mucho más valioso".