Cuando me despierto a la mañana siguiente en la cama de Evan, él está sentado en la silla de su escritorio con el torso desnudo, unos vaqueros puestos y agachado atándose los cordones de las zapatillas. —Buenos días. Me froto los ojos y enfoco mejor la vista. Aparto las sábanas descubriendo la sudadera que Evan me dejó anoche. Esperaba levantarme y sentirme fatal por lo que hemos hecho, pero con los pies en el suelo y Evan mirándome desde su silla, no lo hago. No tengo porqué hacerlo. —Buenos días. Evan se levanta y recoge mi ropa del suelo dejándola a mi lado. Está bien doblada y mis zapatillas las ha metido en su cajón de zapatos debajo de la cama. —Te sientes... ya sabes, ¿bien? No espero que te arrepientas de esto. Agito la cabeza y empiezo a pasarme los pantalones por las p