A la mañana siguiente ni me levanto de la cama. Cuando anoche llegó mamá era tarde y me hice la dormida, pero hoy ya no me puedo esconder y la charla es inevitable. —¡Lea! ¡Llegas tarde a clase! No hace falta que grite, estoy al pie de las escaleras y no me he molestado ni en lavarme la cara. Estoy segura de que la imagen que va a devolver el espejo va a ser una espantosa. Tengo miedo de entrar a la cocina, mamá no sabe nada y no sé cómo afrontar esta situación. Cojo fuerzas con un par de respiraciones profundas y pongo entro la cocina deslizándome en un taburete frente a una taza de café. —Dustin se ha ido hace un rato. ¡Qué raro que no te hayas ido con él! Mamá se sienta delante de mi, y aunque tengo el pelo enredado en la cara, veo como abre los ojos y se inclina sobre la isla p