3. De acá para allá

2229 Palabras
[Amelie] Los primeros años lejos de mi padre no solo me habían servido para entender el porqué me había ocultado la verdad de la enfermedad de mi mamá, sino también para abrirme a un mundo, que creía conocer, pero que tenía tantos matices y ángulos, que por momentos podía llegar a sentirme anonadada. No hablo seguido con mi padre, porque sin tener la intención, siempre terminamos hablando de mamá, lo que no nos hace bien a ninguno de los dos, así que llegó el punto en el que preferí llamar a Agnés y que sea ella quien me cuente cómo están las cosas por allá. Ya habían pasado cinco años desde que la frase “Bienvenidos a la Academia de Arte Juilliard. Ustedes tienen el privilegio de pertenecer a esta codiciada institución educativa, así que sepan aprovechar y valorar cada momento de aprendizaje, el cuál no llegará, si no tienen constancia en lo que emprendan”, había sido dicha por la directora. Con esas palabras había empezado mi camino y en ese entonces me parecieron motivadoras, pero ahora, que las recuerdo, definitivamente parecían una amenaza y advertencia. Al graduarme como actriz de teatro en la Academia, entré a trabajar como asistente en una escuela teatral en Boston, donde escalé rápidamente, llegando a ser directora de mi primer obra, la cual escribí durante más de un año, en los momentos de descanso que tenía en mi época de estudiante. Fue un gran orgullo para mí, haber logrado tanto con algo que utilicé como un escape ante todo lo que me acongojaba, cada vez que pensaba en mi mamá y en mi papá. En Boston duré dos años y después tuve la oportunidad de viajar por el mundo, con una compañía teatral de España y quienes realizaban importantes presentaciones en África y Asia, por lo que de esta forma, tuve la oportunidad de conocer varios países, así como también, de participar en importantes eventos alrededor del mundo, como lo son el festival internacional de teatro clásico de Mérida, realizado en España; el Festival de Atenas & Epidaurus, en Grecia; el Festival Fringe, realizado en Edimburgo y siendo el más importante festival de artes del mundo; el Festival internacional de Chekhov, en Rusia; el Festival Iberoamericano, en Bogotá – Colombia; el festival United solo en New York, el cual es de monólogos o puestas en escena con una sola persona; el Festival internacional de teatro antiguo griego, realizado en Chipre; el Festival de Adelaide, en Australia; el Festival de Bregenz, en Austria; el Festival de Teatro Bastarde, en Sicilia; el Festival de Al Bustan, en Beirut – Líbano; Festival de Stratford, en Canadá; el Festival Fringe de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica y el Festival internacional de teatro de Kampala, en Uganda, entre otros festivales más pequeños. Yendo de acá para allá, el tiempo empezó a pasar como si fuera en una maratón y en un abrir y cerra de ojos, ya habían pasado diez años, desde que salí de mi casa. Tiempo en el que la relación con mi padre se había enfriado tanto, que por poco y empezaba a verlo como un extraño, cosa que no quiero que suceda, además, que algo dentro de mí, me dice que ese hombre testarudo, amante del teatro y el arte en todas sus formas, me necesita a su lado, así cada vez que hablemos o me mande la razón con Agnés, diciendo que siga viajando y comiéndome el mundo del teatro. —Amelie, ¿me ayudas escoger una falda para esta noche? —me pide Michell, mi amiga en la academia. —Me sirve acompañarte, porque tampoco tengo nada para esta noche y ni modos de ir con trusa —comento y hago una mueca que la hace reír. —Entonces, andando —. Me toma de gancho y empieza a llevarme a la salida de la academia, en donde estábamos teniendo un último ensayo, antes de la presentación de esta noche, en la que realizamos la clausura del año y es mi despedida oficial. Vamos a un centro comercial y hay una boutique que llama la atención de Michell, ya que en la vitrina central hay una falta de talle alto, tela dorada hasta el piso, ahora solo queda rogar porque vendan su talla, ya que no es gordita, pero sí tiene curvas muy pronunciadas, gracias a su herencia latina. —Buenas tardes. ¿La falda de la vitrina la tienen en talla grande? —pregunta esperanzada y la entiendo a la perfección, ya que siempre paso por la misma incertidumbre cuando quiero comprar algo y eso que mi talla es más grande que la de Michell. —Buenas tardes —nos saluda la chica y mira la falda pensativa, al tiempo que hace una mueca —. Debo revisar, porque solamente quedan dos faldas de esa, la de la ventana y una en bodega. Si me permiten, iré a revisar. Por favor, sigan y ya regreso a atenderlas —comenta amable y en momentos así, me lamento no haber conocido antes este lugar, ya que mi vida ha estado cargada de malas experiencias respecto a la compra de ropa y todo porque los diseñadores parece que pensaran que una mujer joven, no puede ser grande, pero a la vez, quererse vestir bien, alegre y moderna. Empiezo a mirar la ropa que hay y tal parece que no voy a poder conseguir nada, porque no veo nada más grande que la talla de mi amiga, por lo que me siento en una silla de madera, esperando a que atiendan a Michell. —¡Buenas noticias! —grita la chica, contenta y moviendo en el aire la falda para Michell, quien se acerca dando saltitos. Al final, la falda le quedó perfecta, por lo que nos alegramos al haber podido comprar lo que ella quería y la complementó con un crop top n***o, strapless. Ahora me toca a mí seguir buscando. —¿Las puedo ayudar en algo más? —ofrece la chica, mientras nos dirigimos a la caja. —-No, ese sería todo. Gracias —respondo, pero Michell niega. —¿Tienes algo hermoso para mi amiga? —le pregunta y hace una sonrisa socarrona, que me hace reír. La chica me mira de arriba abajo, haciéndome sentir un poco incómoda y ya me imagino la respuesta que va a dar, así que me giro y acomodo bien mi bolso en mi hombro. —Tenemos una línea especial, con ropa exclusiva y para tallas grandes —comenta, haciéndome girar hacia ella. —¿De verdad? —pregunto sorprendida y la chica asiente. Bueno, la boutique tenía un gran espacio más en dónde había más ropa y por el que no había pasado, ya que no lo noté. Tanto Michell como yo, nos emocionamos al ver tantas prendas, así que empezamos a buscar algo para que yo pueda usar esta noche. —Este conjunto está precioso —dice Michell, llamando mi atención, por lo que la miro. —¡Estás demente! ¡Es blanco! Me vería como una vaca —respondo y niego. —Es marfil —me corrige— y estoy segura de que te quedaría hermoso, porque tú eres una “bomba sexy” llena de curvas —dice, haciendo una bailecito sensual, por lo que estallo de la risa. —Me lo mediré, solo para que te des cuenta de que tengo la razón —le digo y arranco el gancho con la ropa de su mano, mientras le saco la lengua y entro a cambiarme. Ya me da un poco de vergüenza salir, porque mi amiga tenía razón y por más que sea un conjunto claro, hasta me veo más delgada, lo que me parece un milagro. Me miro en el espejo y sí me siento como una “bomba sexy”, así que respiro profundo y me alisto para salir a escuchar la retahíla de mi amiga, por no creerle. —¿Piensas despedirte de Martín? —me pregunta mi amiga y yo aprieto mis labios, ya que no sé qué responder a eso. —Puede ser… Todo depende de lo que pase esta noche, porque ni siquiera sé si va a asistir al evento —le comento y ella me mira con el ceño fruncido. —Entonces vamos por una linda lencería, por si se da la despedida —comenta con picardía y yo me río, aunque me parece una excelente idea. Martín, es un chico dos años mayor que yo, quien entró a ser parte de la academia, como uno de los escritores y libretistas, por lo que no permanece todo el tiempo con nosotros, sino también va y viene a donde necesiten su talento. Intentamos ser novios, pero la distancia y los compromisos no nos dejaron llevar una relación normal, por lo que decidimos que podíamos tener encuentros en los que la pasemos bien, pero sin ningún compromiso romántico, ni mucho menos monogámicos, porque no tiene ningún sentido. Espero que esta noche asista, no solamente para irnos juntos a la salida, sino porque ha sido un buen amigo y compañero en la academia, quien ha puesto su talento a mi disposición, con algunas obras que he dirigido. (…) —Gracias a todos por venir hoy, para nosotros fue un gusto compartir escenario y también estar tras bambalinas, con nuestra queridísima directora y productora Amelie Betancourt, para quien pido un gran aplauso —dice Patrick, el fundador de la academia. Todos aplauden, mientras que yo subo al escenario, al que le bajan las luces, enfocándome directamente a mí. Siento un nudo en mi garganta, porque ha sido mucho tiempo el que he estado compartiendo con todos ellos, además de ser con quienes llegué a cumplir mi gran sueño, así como aprendí innumerables cosas del mundo del teatro, haciéndome valorar mucho más lo que mi padre ha hecho toda su vida y en el que mi madre lo acompañó los años que estuvieron juntos. —Gracias a todos ustedes, me los llevo en lo más profundo de mi corazón y a Patrick, le estaré infinitamente agradecida, porque me abrió las puertas a este maravilloso mundo y confió en mis capacidades, ayudándome a conseguir mi sueño —digo y una lágrima baja por mi mejilla, la cual limpio rápidamente. Sonrío feliz y sintiéndome plena, porque estoy rodeada de personas maravillosas y a quienes les pude aportar un poco de mí. Hago una venia por última vez en ese escenario y bajo hasta donde está Michell, junto a Martín, esperándome para felicitarme. —Qué bueno que viniste —le digo a Martín, quien me sonríe guiñándome un ojo. —No creerías que me iba a perder tu despedida —contesta y se acerca a mi oído —. También te quiero dar tu despedida personalizada —susurra coqueto y yo le sonrío. —Me parece estupendo, porque también pensaba despedirme de ti —le respondo. La fiesta de despedida dura hasta la madrugada y se prestó para hacer bromas, bailar, cantar, jugar haciendo imitaciones… definitivamente, era imposible sacar el teatro de nuestras vidas, sin importar el momento, lo cual es genial, porque me llevo un excelente recuerdo de todos mis compañeros y amigos, aunque admito, que a quien más extrañaré, será a Michell, mi amiga con nombre de hombre, acento latino, curvas peligrosas, desinhibida y excelente actriz. —¡Nos vemos en el aeropuerto, pero ahora diviértete! —grita, mientras me subo a un taxi, en compañía de Martín, quien prefiere ignorarla por su comentario, ya que iba dirigido directamente a lo vamos a hacer ahora. —¡También deberías divertirte! —le respondo de vuelta y saco mi lengua, haciéndola reír. —¡Eso no lo dudes! —grita y se acerca al guapo chico de la entrada, para después pasar su dedo por los botones de su camisa y le dice algo que no alcanzo a escuchar, pero lo hace sonrojar. Niego, mientras me río y cierro la puerta del auto, rumbo a mi apartamento. (…) Las dos horas de vuelo se pasan rápidamente, lo que me imagino es por la ansiedad que tengo de volver a casa después de diez años. Me fui como una adolescente herida de diecisiete años y regreso como una mujer de veintisiete, a la que la vida le dio varias oportunidades de crecer y ahora ha regresado, para cumplir su sueño, junto a su padre, ese hombre que perdió a su familia de la noche a la mañana, pero que iba a recuperar a su hija en los próximos minutos. Bajo del taxi justo en la puerta del Teatro Tespis y frunzo el ceño al ver la fachada un poco deteriorada, lo que me pone sobre alerta, ya que mi padre jamás permitiría algo así… Mi corazón empieza a latir rápidamente al pensar, que lo que Agnés siempre me comentaba, sea mentira y algo malo esté pasando, así que entro corriendo y agradezco no traer mi equipaje, ya que lo encargué a una empresa, para que lo lleven a casa directamente. Subo las escaleras y no encuentro a Agnés por ningún lado, así que supongo que está en la oficina con mi padre, por lo que sin pensarlo abro la puerta y entro, quedando completamente quieta al ver a un desconocido ocupando el lugar de mi padre. —Qui êtes-vous? (¿Quién es usted?) —preguntamos al tiempo.
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