Todos los días desde que el juicio iniciado por el señor Aldrich dio comienzo, el juzgado fue rodeado por observadores en espera de noticias y esa mañana, tras ver la velocidad a la que se propagaba el fuego, muchos retrocedieron con temor. – Los soldados ya vienen. Cincuenta hombres, entre soldados y caballeros, rodearon el juzgado y fueron empujando a las personas para obligarlas a alejarse. – Es peligroso, retrocedan – era la orden que mantenían. Una mujer se abrió paso a empujones para llegar a la primera fila y un caballero la detuvo. – No puede pasar. – Mi hijo está dentro – lloró – es un escriba, lo contrataron para tomar notas, ¡tiene que ayudarlo! El caballero se negó a mirar hacia el juzgado – no nos moveremos hasta que retrocedan. – ¿Qué están haciendo?, es más important