Gideon dejó el banquete antes de que terminara, subió al carruaje y a medio camino perdió la paciencia, bajó, montó el caballo de uno de sus guardias y cabalgó de regreso a su casa. Los sirvientes se preparaban para dormir, solo el mayordomo seguía en su puesto, Francis y Larry, que llegó poco después de él, Cecilia seguía en el carruaje, ella llegaría más tarde, no había más personas. – ¿En dónde están?, ¿qué está sucediendo? Larry entró corriendo. – Dijeron que no se involucrara – respondió Francis – excelencia, lo siento mucho, también traté de convencerlos, pero algo pasó, dijeron que serían ellos quienes interpusieran la demanda, que nadie más podía entrometerse. El corazón de Gideon latió muy rápidamente – necesito ver el testimonio de Andrés Román, ¡ahora! Francis negó con un