Irene Dalos, antigua duquesa del territorio Santes acomodó el peinado de su hijo Felipe y revisó el cuello de su camisa por quinta vez en los últimos quince minutos. El pequeño de trece años apartó la mirada y vio el carruaje acercándose – ya están aquí. Irene se sobresaltó – recuerda, es muy importante que te comportes, tu hermana mayor es la princesa heredera. En los recuerdos de Felipe, Silvana era una niña igual de caprichosa que él, a la que le gustaba correr entre los pasillos con un libro en las manos, se ocultaba para ir en secreto a los talleres, y miraba a los herreros cuando grababan los escudos con el emblema familiar. Una niña a la que sus padres regañaban, que siempre andaba con los zapatos sucios y que a veces se quitaba las peinetas para dejar su cabello suelto. Esa era