Tomó un par de horas encontrar a César y él se sorprendió – no pensé que vendrías tan pronto. – Escuché que tu esposa está embarazada y que espera a su quinto hijo. Él desvió la mirada – lo siento, no encontré el momento para decírtelo. – Antes de besarme, habría sido un excelente momento – lloré, no porque quisiera hacerlo, fue un acto reflejo que no pude detener. – Lo lamento. – Les contaste a todos sobre mí. – Te vieron dejar mi tienda por la mañana, sí mi esposa se entera – quiso excusarse y cubrió su rostro para que yo no pudiera verlo – lo lamento. No valía la pena, la que entró a esa tienda fui yo, no servía llorar – adiós – me despedí, me quité las botas, el manto y arrojé el vestido que Julieta Daemonium usó en vida para quedarme con el camisón, seguí corriendo y una de mis