Danil entrena mientras cuida a Viola y del otro lado del camino que hemos escondido, Odio sigue gritando.
– Puedes irte – le informo a William y él se levanta.
– Buena suerte, divinidad.
Sus gritos se han convertido en alaridos, subo los escalones y entro a la habitación, ella sigue sobre la cama, las sábanas están rotas y regadas por el suelo.
– ¿Qué estás mirando? – me reclama – ¿y por qué estás usando una canasta tan estúpida?, te vez ridículo.
– Me alegra que te disguste tanto, es para ti.
Ella baja la mirada y analiza la canasta como si fuera a encontrar una serpiente, aunque, sí ese fuera el caso apuesto a que estaría emocionada.
Toma la primera botella y voltea a verme.
– Miel, viene de elementales, sí te atreves a arrojarla te haré lamerla del suelo – ella sujeta la botella
