Capítulo 4

2483 Palabras
El día que el cielo se volvió gris y las flores marchitas. ¿Qué había pasado? Era lo que se preguntaba, pues hace como tres semanas su hermana estaba de maravilla con la salida con aquel chico. Ni siquiera pasó un mes y todo se había acabado, tan solo tenía cuatro semanas desde que empezaron a interactuar. —Laura, no lo entiendo —dejó salir frustrada. —Yo tampoco, Anthony no me ha querido decir nada y evade el tema, ellos se veían tan bien —dijo Laura mirando el camino que tenía en frente. —Verónica tampoco quiso decirme, a veces el amor duele y solo hay que aceptarlo, punto final, sino quieres pues, ser monja. Laura se echó a reír con el comentario de su amiga. —Yo no sería tan exagerada, de ser monja por Dios. —Sí, anda ríete —le dijo molesta. —, ¿cómo crees que nos fue en el examen?—cambió de tema. —Bien, somos las mejores —le respondió Laura con mucha seguridad. Ambas se miraron y chocaron sus palmas exclamando un "¡SÍ!" con emoción, estaban felices de pronto poder disfrutar de sus vacaciones. [...] —¿Alguien me dirá lo que sucede lo hago yo?—preguntó Victoria. —, tú tienes cara de funeral —señaló a su hija mayor. —. Y tu cara de cómplice —Señaló a su hija menor. —No pasa nada mamá, solo se acabó —respondió Verónica. —Lo sabía, les recuerdo que yo sé todo lo que pasa con mis hijas. Descuida cariño, si es quien Dios quiere para ti, volverá a ti como un imán detrás de su metal, tu padre y yo nos alejamos por años, luego terminé siendo su secretaria, cuando empezaba mi carrera de empresaria. —habló la mujer recordando sus tiempos. —¿De veras?—dijo Verónica sorprendida. —Sí —su madre suspiró. —. Así es la vida, así es el amor. —El amor a veces es patético, cuando se ama de verdad y no hay infidelidades, esa persona se muere. Pero como tu dices mamá, Dios da, el quita. —comentó Paula de una manera desagradable, sorprendiendo a su madre, ella no era ese tipo de adolescentes que se portaban rebeldes o que decían palabras desagradables, Paula era tranquila, mansa y obediente. Sin más se paró y subió de prisa a su habitación mientras, su madre le gritaba pero, en ningún momento se detuvo. A la mañana siguiente, se levantó temprano y fue a la escuela, era normal en ella y su madre la dejaba tranquila, pues pronto se le pasaría. Esos momentos de la vida no se evitan, hay que llorar como cuando reímos, puesto que, es uno lo otro. No paraba de sonreír escuchando el chiste de su mejor amigo, con ellos no podía estar triste por largo tiempo. Delineó el brazo de su amiga que la rodeaba con mucho cariño. —Voy a extrañar que tengas catorce. —¿Es en serio?—Le preguntó con incredulidad a su amiga. —Ya no serás nuestra pequeña —Apoyó Thomás. Abrió la boca mirando a su mejor amigo sorprendida. —Es el colmo. Además de que no me regalaron tamaño también me quieren quitar un año —dijo dramáticamente. —Vez que es buena para el drama —Thomás señaló a Laura. —, hasta podía ser actriz. —No exageres —Se inclinó y le jaló el mechón a su mejor amigo. —Auch, que peligrosa —Dramatizó Thomás. —Yo no Extrañaré la escuela —comentó Laura. —Yo solo Extrañaré la comida —bromeó Thomás. Los tres estaban sentados en las gradas de la cancha de la escuela, veían a algunos chicos jugar, era normal que fuera así los últimos días de clases, a Laura no le gustaba venir pero, donde estaba Thomás y Paula, ella debía estar ahí. —Yo ya me aburrí —Laura dejó caer su cabeza en el hombro de Paula y seguido Paula sobre el de Thomás. Cuando Paula llegó a casa, el silencio fue la bienvenida. Con su mochila al hombro subió a su habitación, había algo nuevo, una caja posaba sobre su cama. Dejó su mochila sobre su escritorio y se acercó a dicho objeto, lo analizó y con la curiosidad rondando en su interior, lo abrió. Cayó sentada sobre la cama al ver lo que tenía dentro la caja, un hermoso vestido color azul marino, pasó su palma sobre ella embobada, llena de emoción, era justo el vestido que quería y ahora lo tenía en sus manos, esperando que llegara ese día que tanto esperaba. Dejó el vestido en su lugar y salió corriendo en busca de su hermana, entró a la habitación de ésta y al verla la abrazó. —¿Cómo lo hiciste? Dios, muchas gracias —dijo felizmente. —Mis ahorros y mamá lo completó —Su hermana le acarició el cabello. —, no hay nada que agradecer, te lo mereces. Se alejó y miró los ojos cafés de su hermana sonriendo. —Es el mejor regalo adelantado. —Ahh, que bueno que lo sabes porque no habrá regalo en tu fiesta —Le advirtió Verónica. Ella simplemente sonrió encogiendo sus hombros. —Es suficiente. —Te quiero —La pelinegra le besó la cabeza. —, pero tengo que estudiar. —Está bien, gracias otra vez —Esbozó una gran sonrisa y salió de la habitación. Por dentro se moría por preguntar si había algo nuevo de lo que pasó pero, entendió que debía respetar la decisión de su hermana. Y eso hizo. [...] 28 DE JULIO 2018. Miró a su alrededor indecisa, no sabía qué comprarle a su pequeña hermana para sus quince. —Mujeres —comentó su acompañante. —No ayudas Fray —Le reprochó girando a verlo. Fray era su mejor amigo, veintidós años, muy alto, fornido y estudiaba la misma carrera que ella. Arquitectura. —Paula siempre anda con el pelo rizado, debería hacerse algo nuevo —dijo mientras tocaba unos vestidos. —Ella se ve hermosa con sus rizos —afirmó su compañero siguiéndola. Pasó un rato y ella seguía ahí, cosa que desesperaba a su acompañante. —Vero por favor; ¡ya decidete!—dijo Fray desesperado. —, no puede ser que yo ya tenga su regalo y tú no —agregó. —Le compraré una libreta, no importa que sea sencillo el regalo, lo importante es que sea de corazón —dijo decidida haciendo gestos con sus dos manos. —Creí que nunca te darías cuenta de eso —El joven rodó los ojos y se dió la vuelta. Ella lo siguió. —, puedes comprarle una variedad de cosas, es una chica y te debería ser sencillo. —agregó mientras caminaba. —Tal vez unas botas —dijo ella pensativa. —Lo que sea que te parezca bonito —Le respondió él. Cuando al fin compró los regalos, se marcharon hacia casa, ya todo estaba listo. La fiesta empezaba a las seis, todavía quedaba mucho tiempo. 6:00. P.m. Suspiró, veía su reflejo sin definición alguna, al fin había llegado ese día que tanto anhelaba para que se sintiera de esa manera tan extraña. No podía ser posible que se sintiera aburrida el día de su cumpleaños pero, él no estaba y aunque hubiese tanta gente allá en el patio, no llenaba ni la mitad de ese vacío. Ese vacío tan grande. —¿Dónde está la princesa más bella?—Escuchó la voz de su mejor amigo y una sonrisa se asomó en sus labios. Giró sobre su asiento para verlo. —Esperando a su príncipe —Le contestó con una sonrisa. El chico se acercó y le quitó los lentes. —No vas a celebrar tus quince con tus lentes de lectura, deja que todos vean esos hermosos ojos marrones —Le dijo Thomás con una gran sonrisa. —Era para cubrir mis lágrimas —explicó. —Si vas a llorar hazlo, si vas a reír hazlo —Thomás le extendió su brazo. —, ¿lista? Asintió. —Lista. Con él tomándola del brazo bajaron las escaleras y seguido de eso la música los guió hacia el patio. —Feliz cumpleaños Ana Paula —Le deseó su mejor amigo. Frunció su ceño confundida. —Nunca habías dicho mi nombre completo, bueno, mis dos nombres a la vez. —Hoy es tu día, esa es la diferencia. —¿Pero has estado en mi cumpleaños pasado?—dijo sin dejar de fruncir el ceño. —Porque hoy es un día muy especial, disfrútala. —El chico le dió un pequeño beso en la mejilla y la dejó en la mitad de su fiesta. Con una sonrisa de boca cerrada observó alrededor, todo estaba hermoso y muy decorativo, sobre todo a su gusto. . —Gracias por un año más, Dios. Y para ti, papá; es un año más sin ti pero, ahí le voy. Se dijo a sí misma y decidió disfrutar de su fiesta, la cual tanto había esperado. Su vestido le pesaba un poco, pero no estaba incómoda, no le gustaba usar tacos y como el vestido le cubría los pies, nadie veía sus zapatos cerrados. En la cabeza llevaba una pequeña corona, sus rizos estaban sueltos y hechos perfectamente bien, todo gracias a su hermosa madre, quien lucía un hermoso vestido rojo. En frente apareció Laura con una gran sonrisa plantada en los labios, dió tres pasos y rodeó el cuello de su amiga con sus brazos. —Feliz cumpleaños, tu regalo está bajo la cama, todos están ahí —Le susurró Laura. Se alejaron y se miraron a los ojos. —Aún con esa manía, que puedo decir, mi padre me acostumbró demasiado y ustedes captaron la costumbre. —Sonrió. —, no he visto a Verónica, la buscaré. —Vale —Laura asintió. Sostuvo los lados de su vestido y caminó algo deprisa buscando a su hermana con la mirada. En una mesa un poco alejada estaba la susodicha, tomando vino. —Vero —Llamó. Verónica alzó la cabeza y le sonrió. —Feliz cumpleaños hermanita. —Gracias, ¿qué haces?¿porqué te mantienes alejada?—preguntó sentándose al lado de su hermana. —Me hice la idea de que hoy bailaría con él, ni modo aquí estoy —dijo la chica con desánimo. —Aún no puedo creerlo —comentó. Inclinó su mano para tomar la botella de vino pero su hermana la atrapó. —Disfruta tu fiesta, no vengas a amargarte conmigo —Verónica alejó la botella de ella. —Tú no tomes tanto —Se paró cuando le hubo advertido. Se fue en busca de Laura pero para su sorpresa, se encontró con Anthony en el camino. —Feliz cumpleaños, Paula —Le felicitó este. —Gracias. Anthony...no entiendo ¿qué le hiciste a mi hermana?—preguntó. No pudo evitar hacerlo, aunque eran pocas las posibilidades de que él le contara. —Todo fue un malentendido, pero, ella no me quiere escuchar —explicó Anthony. Paula lo miró confundida. —Verónica no es así, de seguro lo que pasó estaba más que claro y decidió no hacerlo pero...bueno ella no quiere que me entrometa. Disfruta la fiesta. Sin más siguió su búsqueda. Laura se le había perdido de vista. «Thomás tiene algo importante que decirme». —recordó. Apresuró su paso y al fin encontró a Laura quien estaba con las demás chicas invitadas. La pudo reconocer por el vestido morado sin mangas sobre el pecho que llevaba. —Laura, ¿no has visto a Thomás?—preguntó. —No —respondió Laura. —, debe estar por ahí, buscalo, ¿quieres que te ayude? —No, descuida. —Sonriendo, Paula se alejó de ella. «Tal vez esté en nuestro lugar favorito». —pensó. Sin pensar, salió de casa y cruzó la calle para adentrarse al pequeño bosque donde solía ver las estrellas con su padre. Estaba muy cerca de la casa, no le preocupó irse sola. Con la mirada en el cielo, golpeó varias veces su celle contra su pierna mientras, veía sonriente las estrellas. —¿Dónde estará Thomás?—Se preguntó a sí misma cuando hubo bajado la cabeza. —, no hay otro lugar que yo sepa. El celular en sus manos empezó a vibrar y lo atendió de inmediato. —Paula, ¿dónde estás?—Le preguntó Thomás. —En el bosque favorito de papá, te estaba buscando, pensé que podías estar aquí. Dijiste que tenías algo muy importante que decirme —Le explicó. —Voy para allá. —No, ya regreso, hablamos al llegar. —Te espero en la puerta —Propuso él. —Sí. —Paula asintió y colgó. Emprendió su caminata de vuelta pero, a medio camino se topó con tres chicos borrachos a los cuales decidió ignorar. Cuando estuvo a punto de dejarlos atrás uno de ellos la tomó del brazo. —¿A dónde vas, preciosa? Se soltó de su agarre pero fue sustituida por una más fuerte al instante. —¡Suéltame!—exclamó. —Oye, déjala. —Intervino el chico de cabello rubio y ojos azules. —Por favor Edward, ni drogado le pelas —dijo el chico que la sostenía con una sonrisa divertida. —, mira que chica más hermosa —Le tocó el pelo. Paula apartó la cabeza con brusquedad, sus ojos marrones se clavaron en los de el chico de ojos azules. Marrón contra azul. El miedo llenaba su interior, podía jurar que su corazón pudo haberse salido de su corazón en aquel momento pero aún así, se mantuvo firme y no demostró su miedo. Intentó escaparse del agarre del chico nuevamente pero éste la empujó hacia el suelo, lastimándose con una piedra en la espalda. Aún con el ardor en su espalda, se paró para salir corriendo pero esta vez ambos chicos la sostuvieron. —Por favor, déjenme ir —suplicó sin voz. —Lo haremos, luego de que nuestro amigo se divierta —El chico fornido miró al de ojos azules. —, no me digas Edward, te vas a masturbar con ella ahí. —No puedo creer que ni drogado le para, debimos darle una dosis de éxtasis, que mal que no sabíamos que encontraríamos a esta joya en el camino —dijo el flaco que la tenía del otro brazo. Miró a ambos chicos que la sostenían, luego posó su mirada en el que tenía en frente a unos tres pasos que se acercaba. Negó una y otra vez con la cabeza mientras, lágrimas brotaban de sus mejillas. No quería hacerlo, pero ya las cosas no estaban para que se hiciera la valiente. —No —suplicó. —, por favor no lo hagas —imploró. —, por favor te lo ruego.
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