43. EN VIDA, NO EN MUERTE

2396 Palabras
Max Han pasado dos meses desde que Rag ingresó al hospital, pero no hay ninguna reacción por parte de ella. Marcus se devolvió a Nueva York por orden de Livi para que no se viera afectada su salud más tiempo, Nicolay también debió regresar a Rusia por las gemelas que estaban muy preocupadas por Rag y querían verla, pero él no quería que ellas tuviesen esa imagen de su madre. Alex si llegó a venir unos días para visitarla, aunque no quiso traer a David para evitar cualquier inconveniente con él y Oz recién se había marchado anoche, dijo que en cualquier momento ella despertaría y no sería necesario estar más tiempo en Alemania. No sé por qué tanta confianza cuando no hay avances, pero su razón tendrá. Por mi parte, todos los días vengo a cuidarla, le hablo, leo varios libros o simplemente la veo dormir sin ningún movimiento más que el de su pecho. Hace mes y medio la indujeron en coma para acelerar su recuperación y aunque se suponía que despertaría hace un tiempo, el médico dice que eso depende de cada persona y nunca hay una fecha específica, a pesar de eso, su cuerpo llegó a recuperarse bastante rápido dejando las cicatrices como recuerdo de lo ocurrido. ¿Acaso la vida no está satisfecha con todas las que ha dejado en su mente, cuerpo, alma y corazón desde que era una niña? Suspiro pesadamente, tengo su mano entre las mías y veo la lluvia caer otra vez, es una tormenta como la de ese día que la arrojaron en la puerta, siento la suavidad de su piel y ese frío que la caracteriza, deseo tanto ver de nuevo sus ojos, escuchar su voz y perderme en sus brazos, quiero tenerla a mi lado como antes, creo que todo este viaje fue un completo error. Mis lágrimas caen de nuevo y pongo su mano en mi rostro pensando que ella lo limpiará, imagino que mueve sus dedos para eliminar el dolor de mi corazón y su voz diciéndome -mírame- mientras me pierdo en su mirada tan gélida, pero que en el fondo encuentro la calidez de su ser. —Por favor mi noche, despierta, necesito que me perdones, necesito verte bien así me odies y me abandones, pero te quiero de pie. Te juro que me alejaré de tu vida para dejarte ser feliz y no tengas que pasar por esto otra vez, porque sé que si no hubiese propuesto este viaje, nada habría pasado y estarías bien. Te amo mi noche, te amo. Presiono su mano dejando un beso en esta, pero cuando voy a soltarla siento una respuesta y me quedo mirándola con el corazón en la mano. —Noche, noche, ¿puedes escucharme? —su agarre se vuelve débil otra vez. —No, no, no por favor, escúchame amor, escúchame, tienes que despertar, lo estás haciendo bien falta poco, por favor despierta. Maldición no siento su agarre, acuno mi mano en su rostro llorando y suplicándole que despierte, pero no reacciona. —Noche por favor mírame, necesito que me mires, dime que todo estará bien por favor, mírame ¡maldición Ragnar mírame! Caigo en su pecho llorando desconsolado al ver que pude tenerla de nuevo conmigo y no fue así. (…) Siento mi cuerpo pesado, hay mucha luz y no puedo ver nada. —Ragnar —esa voz… —Ragnar. —¿Helena? No te veo hay mucha luz. —Ragnar amor, estoy a tu lado. De pronto su silueta va apareciendo, tiene ese hermoso vestido amarillo de flores y el collar que le regalé. —Helena, ¿qué pasa?, ¿en dónde estamos? —Creo que lo sabes amor, lo sabes bien. Miro a mi alrededor, a ella y finalmente mi cuerpo percatándome de que estoy con un vestido blanco, pero algunas partes de mi piel se ven diferentes, así que levanto la tela y noto que no tengo mis cicatrices, jamás había visto mi cuerpo de esa manera y rápidamente siento venir un ataque de pánico al comprender lo que ocurre. —No, no puede ser —niego con mi cabeza. —No es verdad, no puedo estar muerta. —Tranquila, vamos a caminar un poco, sabes, hay unos girasoles hermosos por aquí cerca. No sé que tiene su voz, pero me tranquiliza enormemente y me dejo llevar por su cálida sonrisa. Camino junto a ella tomadas de la mano mientras hablamos de todo este tiempo que ha pasado, me deja tranquila el saber que está bien y feliz, pero no puedo dejar de sentir esta presión en mi pecho. —Sé lo que estás pensando, es curioso, siempre quise saber qué pasaba por tu mente y solo pude descubrirlo ahora que estoy muerta... pero a pesar de todo, me alegro de haberte conocido Ragnar, eres lo mejor que vino a mi vida porque fui muy feliz a tu lado. —Pero no pude protegerte, moriste por mi culpa. —No amor, no hagas eso, no te culpes, me hiciste completamente feliz, solo son cosas que pasan y así como yo pasé en tu vida por un propósito, tú pasaste en la mía por otro, pero Ragnar, que mi vida terminara no significa que la tuya ha terminado. Tengo una sensación extraña en el pecho, me duele. —Sé que sientes mucha paz en este lugar amor, pero aún no es momento de que estés aquí. —Helena no me quiero ir, por primera vez no siento todo ese peso del pasado, incluso no tengo mis cicatrices para recordármelo y más con lo ocurrido hace poco. —Es difícil, pero eres una mujer increíblemente fuerte y la vida te pagará de buena manera todo ese dolor, pero eso será en vida, no en muerte amor —de nuevo esa presión en el pecho. —¿Te duele no es así? Eso es porque te niegas a morir, te niegas a dejar de luchar porque esa es tu naturaleza. —Helena yo… —Mira a tu derecha y dime qué ves. Al girar, veo un hermoso océano oscuro y de nuevo siento esa presión en el pecho, duele demasiado, pero al ver el océano me genera algo extraño, conozco la sensación, lo sé. Siento su mano en mi rostro y la veo sonreírme con esa ternura de siempre. —Lo ves, ahí está, te niegas a morir porque tienes motivos fuertes para volver. Dime, ¿qué ves a tu derecha? Volteo y de nuevo ese océano, entre más lo veo más ligera me siento, es como si flotara en él. —Déjate llevar amor, vamos a flotar en el agua. Toma mi mano y me lleva al agua, es frío y a la vez se siente cálido, entramos más y más hasta que nos cubre lo suficiente y nos acomodamos de tal forma que estamos flotando, el agua es tranquila, relajante y solo me dejo llevar cerrando mis ojos. —Noche… mírame —esa voz. —Mírame… por favor noche… mírame. —conozco esa voz, pero, ¿de dónde? —¿Quién es amor? ¿Quién te llama tan desesperadamente? —No lo sé, no lo reconozco. —Mira a tu lado Ragnar ¿Quién está a tu lado? ¿Quién te llama con desesperación? Abro los ojos y me encuentro sola en un acantilado, de nuevo veo el océano, es de un azul intenso, profundo, sigo escuchando esa voz que me pide que lo mire, pero no sé a dónde ver, de pronto siento un intenso deseo por estar en el agua y esa presión en el pecho es más fuerte. Empiezo a ver imágenes de mi vida desde que estaba en la mansión, es horrible sentir todas estas sensaciones, son intensas y confusas, las voces se hacen estruendosas impidiéndome pensar con claridad y tomo mi cabeza como si así pudiera sacarlas de allí. —¡¡YA BASTA!! —Mírame, noche mírame. No soporto esto, es demasiado para mí, salgo corriendo, me doy cuenta que caigo por el acantilado y cuando estoy a punto de impactar en el agua, lo veo a él, siento que algo me arrastra a las profundidades, pero no me ahogo, así que cierro mis ojos y me dejo llevar. —Mírame mi noche, mírame, te necesito. —¿Quién eres? —Mírame Ragnar. —Max... Abro mis ojos, pero hay mucha luz, estos se acostumbran de a poco y veo la lluvia a través de la ventana, es hermoso. Siento mi mano húmeda y al voltearme lo veo allí, está dormido, tienes ojeras muy pronunciadas y se ve muy mal, deslizo mi mano del agarre poniéndola en su rostro para acariciar su mejilla y su cabello, que ahora está más largo, él va despertando poco a poco y unas lágrimas se escapan de sus ojos, paso mi dedo para retirarlas, lentamente alza su mirada hasta que nuestros ojos se enlazan, otras lágrimas se escapan y él toma mi mano para asegurarse que es real lo que está pasando. —Bésame. Viene hacia mí y siento de nuevo sus labios en los míos regalándome la luz más bella que resguarda en su vida. Estuve varias horas más en el hospital, me di una ducha lo mejor posible y esperé hasta que me dieran el alta, Max se quedó conmigo todo este tiempo, muchas veces intentaba hablar pero lo detenía negando con mi cabeza en silencio, pues no quería escuchar de nada sobre lo ocurrido. Cerca del atardecer llegamos a casa de Ares, a quien justo vimos iba de salida, sus ojos estaban tan abiertos como platos ante la sorpresa de verme y viene a mí sin salir del asombro. Él también se veía muy mal, no irradiaba ese brillo tan propio de él ni la sonrisa que tanto me encantaba ver. —Kätzchen... —murmura y me toma sollozante entre sus brazos con mucho cuidado. Se siente tan bien esta bienvenida, que me hace olvidar de todo rápidamente. Una vez nos separamos, comienza con un interrogatorio de cómo estoy, si me duele algo, si tengo hambre y mil cosas más, pero solo coloco mi mano en sus labios para silenciarlo y sostengo las manos de él y Max para dirigirme a la habitación con ellos, me retiro algunas prendas y palmeo la cama para que ambos se acuesten a mi lado, ellos comprenden y nos dormimos los tres juntos un par de horas, o al menos yo, puesto que las pesadillas comenzaron a invadir mi mente. Es una suerte y a la vez una desgracia que esté tan acostumbrada a esto, que incluso es muy fácil para mí despertar de una pesadilla como si nada hubiese pasado, veo a ambos dormir aferrados a mi cuerpo como niños pequeños y entonces recuerdo a David y las gemelas... cómo me encantaría tenerlos ahora conmigo. (...) Ares Creí que al despertar estaría sumida en una profunda tristeza al punto de no querer levantarse de la cama, pero en vez de eso se le veía enérgica preparando varias comidas para todos, caminando por el jardín, en los alrededores e incluso hacía ejercicio, eran cosas muy suaves pues aún tenía entumecido el cuerpo, pero eso la ayudaría eventualmente, sin embargo, su silencio era terriblemente abrumador, no mencionaba una palabra a ninguno sin importar lo que pasara y eso nos tenía preocupados. —Kätzchen ¿puedo acompañarte? —digo al encontrarla en la azotea mirando la ciudad, ella asiente silenciosa y me acomodo a su lado apreciando la misma panorámica. —Kätzchen, dime si hay algo que pueda hacer por ti, me preocupa que estés sufriendo en silencio y no nos permitas alcanzarte, entiende que me duele verte en ese estado y si hay algo que esté en mis manos para ayudarte entonces... Ella coloca sus dedos en mi mentón para que la observe y me regala una pequeña sonrisa que estruja mi corazón. —Háblame por favor, grítame si eso te hace sentir mejor, pero déjame ayudarte con esta carga —niega con su cabeza y comienza a comunicarse en lenguaje de señas. —Solo necesito tiempo, pero no te angusties que estoy bien, antes te agradezco demasiado por cuidar de Max. —Te dije que lo haría Kätzchen y no te iba a fallar, pero dime, ¿qué puedo hacer por ti? —No hay nada que hacer, este trayecto me toca sola y como dije, solo necesito tiempo —tomé sus manos al hacer la última seña y las llevé a mis labios dejando lacrimosos besos en estas. —No entiendo cómo puedes seguir conmigo cuando solo te he causado desgracias, incluso desde antes de conocerte —ella se suelta y hace que la mire nuevamente. —La única desgracia que puedes provocarme, sería que te alejaras de mi vida, te adoro y eres como un hermano alcahueta para mí. Ambos sonreímos por lo último y sigo llorando en lo que niego con mi cabeza. —Ellos tienen razón... por mucho que me duela decirlo sé que la tienen, Alemania y nosotros somos lo peor que te pudo pasar. —No Ares, ustedes fueron mis primeros amigos, han estado siempre a mi lado y me han ayudado en todo lo que han podido, así como también me han regalado muchos momentos de felicidad y eso supera cualquier cosa negativa, pero debes soltar tu culpa, yo no te juzgo ni te culpo por nada... excepto... Mi corazón se agitó preocupado al detener sus manos. —Excepto qué Kätzchen? Dímelo. —Excepto que vinieras a la azotea sin un postre, esa no es forma de consentir a tu adorada Kätzchen. Ella colocó el hermoso semblante dolido que he visto desde que era una niña sacándome una risa como hace mucho no la daba. La tomé entre mis brazos dejándome llevar por el frío de sus manos, dejando muchos besos en su larga cabellera azabache. —Eres el colmo del descaro Kätzchen, aunque tienes razón, no debí venir con las manos vacías, pero si quieres podemos dar una vuelta y te llevaré a una repostería nueva que hay en el centro de la ciudad. Su sonrojo fue tan hermoso, que quise creer que pronto volvería a escuchar su voz y pronunciaría mi nombre nuevamente para traerme la poca paz que me hacía falta, pues el resto de ella ya me la había regalado con su despertar y su cariño.
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