Max
Llegamos al apartamento en Londres que sería temporalmente nuestro hogar mientras buscábamos uno a gusto de nosotros, ya que este había sido entregado a Ragnar de parte de Brennan como pago, era hermoso y con mucho espacio, pero más del que necesitábamos. En cuanto entramos nos dirigimos directo al baño y tomamos una ducha para relajarnos después de ese viaje y lo ocurrido el día anterior en Múnich.
—No puedo creer que diga esto, pero me hacen falta las esencias, no es lo mismo que usar solo sales.
—Opino lo mismo, si quieres más tarde podemos ir a comprarlas conozco un buen sitio en Londres.
—Sí, está bien, pero solo si dormimos un rato antes de salir, estoy muy agotado noche.
Estuvimos unos minutos más en la tina y luego salimos para comer algo ligero antes de dormir, escucho que suena el timbre y varios hombres van ingresando en cuanto abro la puerta, vienen con todas las cosas que habíamos dejado en Bonn y las acomodan en la habitación principal, la verdad es que las había dado por perdidas.
—Srta. Wintar, señor, buenos días, el señor Brennan le envía esto puede revisarlo y asegurarse de que están todas sus pertenencias intactas, también si llegan a necesitar algo estaré a su entera disposición, este es mi número —le entrega a Rag una tarjeta con su información.
—Buenos días Bert, no te preocupes, confío en ustedes, muchas gracias por traerlas y agradece también a Brennan de mi parte por favor, por lo otro no creo que sea necesario, pero gracias.
—Si señorita, de igual forma conserve el número en caso de emergencia, que tengan buen día y bienvenidos a Londres.
Después de que ellos se fueron la miro pidiendo una explicación y solo alza sus hombros restándole importancia al asunto en lo que sigue comiendo el helado que encontró en el congelador.
Diablos, en serio que esa mujer va a terminar por enloquecerme un día cualquiera.
Terminamos de comer, nos devolvimos a la habitación y notamos que ha empezado a llover, algo muy propio de aquí. Tomo su mano, la llevo a la cama que está cerca del gran ventanal y nos acomodamos igual que en el cuarto de Nueva York para perdernos en el paisaje londinense.
Ella hace que todo valga la pena, pero deseo que no pasemos nuevamente por lo de Berlín, fue demasiado para ambos.
—¿Por qué lloras? —me pregunta sin moverse de su lugar ni despegar su vista de la ventana. No me había dado cuenta en qué momento empecé a hacerlo. —Estás pensando en Berlín ¿no es así?
—¿Acaso se agudizaron tus sentidos? Ni siquiera me había percatado de eso.
—No lo sé, solo lo sentí. Piensas aun en eso, tus pesadillas te torturan cada vez que cierras los ojos y al despertar no importa si me ves porque la sensación no se desvanece.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque así me sentía el primer año luego de escapar de la mansión, la diferencia es que no tenía a nadie a mi lado que me hiciera sentir segura, estaba sola, no conocía el afecto y no soportaba que nadie me tocara o se acercara.
—Lo siento, sé que la pasaste peor que yo pero…
—Ese es tu problema Max, sobredimensionas mi situación y desvalorizas tu dolor, si sigues así nunca podrás avanzar en esto.
Ella se gira poniéndose a horcajadas encima de mí y la atraigo aún más porque sé que necesito de ella, sus frías manos en mi rostro me dan calma y que ella limpie mis lágrimas en verdad hace que borre un poco el rastro de todo lo ocurrido.
—Max, no puedes continuar así, debes enfrentar ese miedo así como hicimos en España, acoge tu dolor, hazlo sentir, enfurécete, llora, grita, pero no lo dejes acumularse en ti, tienes que soltarlo para detener las pesadillas.
Solo pude suspirar por sus palabras, no era fácil ¿Cómo podía hacerlo ella pasando peores cosas? Solté su bata para ver sus cicatrices, las nuevas y las viejas y solo me quedé allí abrazándola para escuchar su latir, era mi señal de que estaba viva y a mi lado.
—Todo estará bien, pero depende de ti liberarte de esas cadenas, por mi parte puedo acompañarte en el camino, pero no puedo hacer el proceso por ti.
—Guíame noche, ilumina mi camino y lo recorreré junto a ti hasta salir de este infierno.
(...)
Toda esa mañana nos quedamos durmiendo con la lluvia de fondo, tuve algunas pesadillas pero nada muy fuerte, nos arreglamos pronto y en cuanto se detuvo el agua salimos a recorrer las calles de Londres, fuimos a almorzar y de allí ella tomó otra ruta a un lugar muy particular.
—¿En dónde estamos?
—Este lugar es conocido como el callejón B, aquí se puede adquirir todo tipo de químicos, aceites, esencias y demás productos de ese estilo.
El lugar era como recorrer un Londres del siglo pasado, aunque no era desagradable solo causaba un aire de misterio muy interesante. Caminamos hasta llegar a un local bastante pintoresco donde nos esperaba cientos de productos y aromas que invadían el lugar sin ser asfixiante.
—¿Es aquí donde adquieres las esencias?
—Sí, siempre hago un pedido grande cada cierto tiempo así que ya tienen el listado de todo lo que me gusta y también se encargan de surtir a todos los negocios que manejamos a nivel mundial.
—¿Un negocio tan pequeño?
—Aquí no es el tamaño el que importa sino la calidad y eso es lo que venden.
Me quedé recorriendo el lugar en lo que ella hablaba con la encargada y según escuché, dijo que ya había un pedido listo para ella hecho por otra persona y luego lo enviarían a casa, también compramos algunas cosas extra antes de irnos y después nos dirigimos a Hyde Park para caminar un poco olvidándonos del paisaje urbano.
Es curioso que en este recorrido ella estuviera tan callada, miraba cada cosa como si se perdiera en algún recuerdo y de vez en cuando sonreía o su semblante se tornaba nostálgico. Tomé su mano con firmeza y la llevé a un banco que había cerca del lugar.
—¿Hay algo que quieras compartir? O si no quieres estar aquí podemos ir a otro lugar.
—No, estoy bien, solo que venir a este lugar me trae demasiado recuerdos.
—Y por lo visto no todos son muy buenos.
—No, pero tampoco son todos malos.
—Me gustaría saber si no te importa.
—Claro que no, fue aquí donde se puede decir que empezó mi amistad con Ares y Adler, muchos te dirán que nuestro comienzo no fue bueno, pero para mí es diferente, recuerdo con cariño los días que pasamos en Londres en especial por cómo me trataron hasta que nos separamos.
Su sonrisa se dibujaba al hablar y menciona cada palabra como reviviendo sus momentos felices.
—¿Sabes lo más irónico? Se supone que nunca debimos conocernos, o al menos no aquí.
—¿Por qué?
—En ese momento estaba viajando con Oz e hicimos un desvío a Londres por trabajo, mismo que eventualmente nos llevó a los Müller y toda una cadena de eventos felices, dolorosos, trágicos, en fin, no hubo un momento para respirar y analizar nada, pero igual son días que marcaron mi vida significativamente en muchos aspectos.
Al escuchar el nombre de Oz se aloja una punzada en mi pecho, en especial porque ella coloca una mirada diferente al mencionarlo, algo único.
—Noche, ¿alguna vez Oz intentó lastimarte?
Sentí que toqué una fibra delicada en ella quien ahora se notaba tensa.
—Si lo dices por lo de Alemania solo te diré que nadie es perfecto Max, todos me han lastimado de alguna u otra forma, pero eso es parte de la naturaleza humana y lo importante es saber lo que hay detrás de cada herida, además de lo que se hará una vez hecha.
—Lo sé, es solo que el evento del hospital fue mucho para nosotros, incluso para Marcus.
—Él sabe muy bien cómo es Oz y todos son conscientes de que él no es alguien a quien debas subestimar, pero sé que no me habría asesinado allá.
—¿Cómo estás tan segura?
—Porque sé lo que represento en su vida.
Respondió tan tajante y segura que llegó a sorprenderme, lo que era un claro indicativo de que era mejor no seguir esta conversación por ahora, tal vez son demasiados los recuerdos que la abruman en este momento.
—¿Qué te parece si vamos a comer algún postre? Tal vez la reina nos permita invadir sus jardines una hora. —mencioné un poco más en broma logrando levantar su ánimo y haciéndola sonreír.
—No creo que quieras terminar en sus territorios y mucho menos creo que ella quiera verme, pero igual iremos por el postre.
Por su expresión sé que guarda una buena historia, así que tomé su mano y nos fuimos caminando para salir rumbo a los jardines de Kensington, sin embargo, en mitad de camino la lluvia volvió a caer, creímos que mantendría un ritmo suave considerando que estábamos en verano, pero ni siquiera en esta estación perdona el clima.
Pronto el agua cayó a cántaros bañándonos rápidamente, vi un gazebo de piedra y le dije que fuéramos a ese punto para refugiarnos lo antes posible, pero en esa carrera hubo algo que despertó en ambos, era como si dejáramos atrás todo y el agua limpiara el dolor de lo ocurrido, las marcas en nuestros cuerpos, las lágrimas derramadas y las horas perdidas junto a los besos, abrazos y caricias que no pudimos darnos.
Es por eso que al dejarnos llevar por algo tan simple la alcancé retador, ella corrió como gacela y nos convertimos en dos niños que reíamos sin tener motivos especiales más que el hecho de estar juntos.
Al estar por fin refugiados nuestras risas descontroladas eran el sonido que acompañaban a la lluvia y la tomé entre mis brazos acorralándola en un muro, las risas fueron disminuyendo, un sonrojo se marcaba en ambos y de nuevo conectamos como la primera vez que nos vimos, sin palabras ni tiempo, solo nosotros en nuestro mundo y corté toda distancia en un beso, era profundo y suave, era vida y era ella quien la proveía, la esparcía en mi cuerpo con sus manos y su amor inundaba de nuevo mi corazón dándome la fortaleza para seguir adelante.
—Te amo mi noche.
Ella me abrazó regalándome su cálido frío y susurró un te amo en mi oído que se fundió como el agua en mi piel haciéndome sumamente feliz.