Alejandro no tarda en comprobar que la exclusividad del club Velour tiene precio, pero no es el dinero lo que más le costó: fue la paciencia, los favores, las llamadas que debió encadenar para conseguir una tarjeta VIP. Ahora, sentado en la penumbra del club, con la copa a medias, entiende por qué valió la pena cada gestión. La diosa Elysia ocupa el escenario y todo en él parece obedecerle: la música, las luces, el silencio expectante. La observa en cada movimiento, aturdido por la perfección de su voz, por la manera en que sus manos acompañan la melodía. Hay algo hipnótico en su manera de moverse, en la forma en que su voz parece tocar las fibras más profundas de quien la escucha. Nunca se había sentido así con nadie… ni siquiera con Camila. Carraspea al pensar en ella, pero en ese

