El silencio en la sala es denso. La tensión se puede sentir incluso en el aire. Jean Carlos termina de explicar lo poco que sabe, pero cada palabra parece encender más la rabia contenida de Hugo, el padre de Arlette. Anna llora en silencio en un rincón, aferrada a su pañuelo de seda. —¿Y eso es todo? —pregunta Hugo con la voz rota pero dura—. ¿Eso es todo lo que puedes decirme? ¡Que se la llevaron y no sabes cómo ni por qué! Jean Carlos se endereza, mantiene el tono firme. —Hicimos todo lo posible, señor. Apenas supe que algo estaba mal, moví contactos, rastreamos cámaras, pero ellos sabían lo que hacían… Hugo da un paso al frente, los ojos inyectados de ira. —¡Tú eras su jefe directo! ¡Era tu responsabilidad cuidarla! —grita, golpeando la mesa con fuerza. —No tenía cómo prever est

