Helena se despoja del vestido brillante que usó en el escenario y lo cuelga con cuidado en el perchero. Después toma un jean y una sudadera oscura con capucha, la prenda perfecta para cubrir su rostro y pasar desapercibida en la calle. Antes de salir, se detiene frente al espejo del camerino. Sus dedos juegan con el anillo de jade que le entregó la señora Eleanor. Lo mira con detenimiento, como si aquel objeto guardara un secreto. No puede evitar pensar en la señora Victoria, en cómo ambas mujeres le brindan cariño y apoyo sin pedir nada a cambio. Es tan diferente al trato distante y duro que recibió de su propia madre después de que Camila entró en sus vidas. Ese recuerdo todavía le duele, aunque intenta dejarlo atrás. Toma aire, acomoda la capucha y cruza el pasillo hasta llegar a la sa

